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Funcionalismo Y Racionalismo

lovii9424 de Marzo de 2014

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R. Stroeter, “Arquitectura y Forma”; Edit. Trillas, México

Capítulo 8.- FUNCIONALISMO Y RACIONALISMO

La redundancia será reducida, lo superfluo abandonado, lo necesario

limitado a su expresión más simple, y entonces descubriremos que la belleza

estaba a nuestra espera, aunque velada,

hasta que nuestra tarea estuviera totalmente concluida.

Horacio Greenough

Diversos autores, antiguos y modernos, escribieron la historia del funcionalismo y del racionalismo. El texto de Vitruvio fue, naturalmente, inaugural; en él el autor se revela como el hombre bastante práctico heredero natural del estoicismo romano que cultivaba la actividad o negotium, en contraposición al genio griego, que alentaba el estudio y la teoría como contemplación, las más estimadas tareas de la vida, entendidas como pasatiempo, ocio, otia. Esa herencia tal vez explique por qué los conceptos vitruvianos no se acompañen por una discusión o fundamentación más profundas, y suenan como recetas. Su obra Da arquitectura trata con detalle las técnicas de construir, pero se dedica poco –y de modo confuso- a teorizar la arquitectura (características que se conservan en diversos tratados inspirados en su texto). Contiene conocimientos prácticos de los más diversos, como la preparación de tintas y maneras de encontrar agua en el suelo, la astronomía, la fabricación de relojes y la construcción de máquinas.

Al hablar de “disposición”, Vitruvio se refiere a la importancia de la planta como “elemento generador”, en el sentido que le dio Le Corbusier. Vitruvio había percibido la mayor complejidad y la funcionalidad de los edificios romanos, y reconocía en ellos un notable avance comparados con la simplicidad del templo griego. Aquí aparece por primera vez en un texto de arquitectura, la noción funcional/racionalista. Al describir las cornisas –que podrían ser vistas como piezas decorativas- explica que evolucionaron de procesos de construcción, funcionales por consiguiente : “En efecto, si en la cubierta las tejas fueran rotas o arrancadas por el viento, por ahí podría pasar el agua de la lluvia, entonces el alero no permitiría que los ladrillos de la mampostería se dañasen, porque las cornisas lanzarían lejos la precipitación de la lluvia y, de ese modo, conservarían integras las paredes en mampostería de ladrillos” .

Es también original en Vitruvio la antigua analogía entre el cuerpo humano y la arquitectura –una de las bases de la teoría de las proporciones-, que reaparecería más tarde en otros tratados. “De hecho, ningún templo puede ser bien planeado sin que se considere alguna proporción o semejanza, a no ser que tenga proporciones exactas, como las de los miembros en una figura humana bien constituida” . A partir de las medidas de ese hombre –del Renacimiento en adelante será el centro del mundo y de la arquitectura- Vitruvio inició la búsqueda del “número perfecto”, para que se utilizara racionalmente para organizar en edificios las proporciones. La proporción para Vitruvio no es algo intuitivo. Al contrario, es el resultado a que se llega por medio del número y de la medida –símbolos de la razón-, esto al recorrer un camino lógico, matemático, mensurable y controlado por quien proyecta. Fue también el autor romano quien sistematizó por primera vez el concepto de módulo, que ya se había utilizado en las edificaciones de la antigüedad egipcia y griega, el mismo módulo que, en el Movimiento Moderno –explicado con el perfeccionamiento de las técnicas de la industria- sería fundamental en la racionalización de la construcción moderna.

Funcionalismo y racionalismo no fueron, sin embargo, conceptos fuertes de la arquitectura del R. Alberti –sin duda uno de los pensadores más influyentes del siglo XV- fue una excepción, pero su obra principal, De re aedificatoria, también refleja las ambigüedades de la época. Romano como Vitruvio, Alberti no perdió la herencia racional del genio de su pueblo. Habla poco de los griegos, y mucho más de romanos. La mayor contribución funcional/racionalista de Alberti está en los cinco primeros libros de la obra donde, cuando toma a Vitruvio como modelo, analiza y describe con detalle los pormenores de la construcción. No habla prácticamente de la arquitectura. Comienza su texto hablando de la localización de los edificios, y continúa, de modo lógico, bien encadenado y sistemático como la construcción misma, al describirla en todas sus partes, en una secuencia de pequeños subtratados: la planta, la estructura, los materiales, los pisos, los techos, la mampostería, los cierres y aberturas, y concluye con menciones al “carácter” de las edificaciones.

Alberti aceptaba la recomendación de los antiguos de que arte y arquitectura debían imitar la naturaleza. No obstante, al reconocer que la arquitectura jamás sería descriptiva como la pintura o la escultura –al punto de semejarse a la naturaleza, ante la noción neoplatónica del arte como representación de las ideas-, Alberti encontró salida hábil para la arquitectura en la matemática de las proporciones yd e la concepción de las formas. La teoría de las proporciones es, al mismo tiempo, una realidad natural e ideal, imitación simbólica y estructural de la naturaleza. Las razones inteligentes de la naturaleza estarían expresadas, en arquitectura, en la congruencia y en el orden de las partes bien proporcionadas del todo.

Carlo Lodoli (1690-1761), monje franciscano de Florencia en el periodo de la desintegración del barroco, fue probablemente el primero en afirmar con toda claridad, que la belleza de un edificio está en la representación de su función. Confesaba devoción a Bacon, a Galileo. Lodoli insistía en que la verdad y la razón deberían ser preferidas ante la autoridad de la arquitectura de los “antiguos” y su imitación, argumentando que la verdad es más antigua que los “antiguos”. Negaba a Vitruvio y a los que lo endiosaban; despreciaba a los notables maestros como Miguel Ángel y Palladio. Al refutar la fuerza de la tradición, lo importante para Lodoli era destruir el pasado. “La arquitectura es una ciencia intelectual y práctica que trata de establecer, por la razón, la buena costumbre y las proporciones de los artefactos, así como descubrir por la experiencia la naturaleza de los materiales que la forman” . Lodoli creó la expresión arquitectura orgánica y fue el primero en hablar de “naturaleza de los materiales”, conceptos que repetirían Sullivan y Wright poco más de un siglo después de su muerte.

Al describir una silla que proyectó y realizó, la cual se amoldaba al cuerpo humano, Lodoli la llamó “orgánica”, en el sentido de anatómica. Precedía así, a los organicistas estadounidenses del s. XX. Afirmaba que la habilidad de los arquitectos debería concentrarse en el trabajo mecánico de la estructura, consideraba por él, de extrema importancia en el edificio. Insistía en preservar la esencia de materiales, conservándolos tal como los vemos. Pese a sus posiciones radicales, no condenaba totalmente el empleo del ornamento el cual, no obstante ser superfluo, serían una cuestión de gusto y dependería de la condición específica de cada edificio. Debería, sin embargo, ser apropiado al material. Consideraba la necesidad como la verdadera y única fuente de la belleza y del ornamento, idea que más tarde fue tomada y desarrollada por H. Greenough. El concepto lodoliano de función se asociaba directamente al hacer, a la actividad, al desempeño. “Debe unirse al hacer y al pensar, y que la función sea la forma” .

Para Lodoli y sus discípulos, el significado real de “moderno” estaba en el grado de mayor libertad, en la manera nueva de ver e interpretar la antigüedad. Para los “modernos” la razón sería independiente de la historia: los “antiguos” no lograron librarse de ella. Las ideas de Lodoli fueron bien registradas y expresadas por Francesco Milizia . Se resumían en nueve principios:

- En toda construcción debe reinar la simetría,

- Debe haber unidad en la variedad,

- Es necesario que haya conveniencia, es decir, decoro,

- Todo lo que sea bello debe parecer necesario; nunca debe descubrirse el artificio, y lo que sea mero ornamento será incorrecto,

- El principal ornamento de la arquitectura son los órdenes; pero más que ornamento, son la estructura de las construcciones,

- El ornamento debe resultar de lo necesario; nada ha de ser visto en un edificio que no tenga su función; todo lo que sea representado estará funcionando,

- Nada ha de hacerse sin que haya buenas razones,

- Las razones deben originarse en la cabaña primitiva; todo debe basarse en lo verdadero o en lo verosímil,

- Los ejemplos y la autoridad del pasado jamás inhibirán a los que sigan los principios de la razón.

El funcionalismo del MM tiene su origen más cercano quizá en C. Lodoli, en cómo reaccionaba a las exageraciones del barroco, principalmente su ornamentación; sólo aquello que tiene una función definida y deriva de la estricta necesidad debe mostrarse en la arquitectura, escribió él. Negaba la creencia del clasicismo renacentista de que objetos realmente útiles no podrían ser bellos, e impugnaba la tradición vigente de adoptar modelos formales arquitectónicos a los cuales la función debería ajustarse. El ideal funcionalista de Lodoli transformó la versión de la ecuación vitruviana firmitas + utilitas + venustas = objeto de arte, válida para la arquitectura del R, en firmitas + utilitas =objeto de arte, al suponer que aquel que aplica esas dos cualidades de la arquitectura asegura automáticamente la belleza del edificio.

El

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