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Física Siglo XIX

Yimell17 de Febrero de 2015

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Finales del siglo XIX

Las complicaciones que mostraba Mercurio no se limitaban sólo a su difícil observación, también estuvieron presentes en los primeros intentos por establecer con precisión los valores de sus parámetros orbitales. Cuando Isaac Newton enunció la Ley de Gravitación Universal, fue posible elaborar un modelo matemático que permitía definir de manera inequívoca la órbita de cada uno de los integrantes de nuestro sistema planetario. Era tan precisa la mecánica newtoniana, que cuando se observaron anomalías en el movimiento calculado para Urano, se pudo predecir la existencia de un octavo planeta responsable de esa perturbación, el cual fue visto posteriormente y bautizado como Neptuno.

Pero el porfiado Mercurio se resistía a someterse a los cálculos teóricos. En particular, un movimiento característico de este planeta, el desplazamiento del perihelio, presentaba un valor significativamente diferente al calculado por los esquemas matemáticos oficiales (el perihelio es el punto en la órbita de un planeta más cercano al Sol). Desde hacía bastante tiempo los astrónomos se habían percatado que el lugar del espacio en donde se produce el máximo acercamiento de Mercurio al Sol no es fijo, sino que se va desplazando lentamente a lo largo de su órbita, y las ecuaciones de Newton permitían predecir ese movimiento con bastante precisión, una vez conocido el efecto gravitacional de los planetas vecinos. Pero el valor calculado para dicho desplazamiento, no concordaba con lo observado.

Por esta razón, durante mucho tiempo (gran parte del siglo XIX), la comunidad científica se inclinó a pensar que la anomalía en el desplazamiento del perihelio de Mercurio, era provocada por un planeta desconocido. Esta suposición llevó a que muchos astrónomos dedicaran sus vidas a buscar un hipotético astro intramercuriano (el mítico planeta Vulcano); incluso se calculó su órbita y más de alguno hasta creyó observarlo. Sin embargo esa cacería resultó infructuosa, y es que, a diferencia de lo que antes sucedió con Urano, la explicación al comportamiento anómalo de la órbita de Mercurio estaba más allá de la física clásica.

Lemiatere

Formación de la Teoría del Big Bang

El primero en señalar esta posibilidad, en 1922, fue el matemático ruso Alexander Alexandrovich Friedmann. Cinco años más tarde, en 1927, el astrónomo belga Georges Lemaître elaboró sin conocer los trabajos de Friedmann un esquema similar del cosmos en expansión. Consideró que, dado que el universo se estaba expansionando, debió existir un momento en el pasado en que debió de ser muy pequeño y tan denso como fuese posible, al que llamó Huevo Cósmico.

La expansión habría tenido lugar además, dado su enorme densidad y ateniéndonos a las ecuaciones de la relatividad, con una violencia super-explosiva. Los trabajos de Lemaître inicialmente pasaron inadvertidos, siendo conocidos por la labor del astrónomo inglés Arthur Stanley Eddington.

Sin embargo, fue el físico ruso-norteamericano George Gamow quien, en los años 1930 y 1940, popularizó esta teoría a la que denominó Big Bang, para referirse a una gran explosión inicial con la que debió haberse creado el Universo.

Penzias y Wilson

Universo Estacionario: afirmaba que el Universo parece el mismo en su conjunto, en un momento determinado desde cualquier posición.

en mayo de 1964 Arno Allan Penzias Robert Woodrow Wilson detectaron una radiación de fondo, El descubrimiento de este fondo de ondas de radio es considerado hoy en día como la prueba concluyente en favor de la teoría del Big Bang, por lo que la hipótesis de la Creación Continua -o del Universo Estacionario- ha sido prácticamente abandonada.

Radiación de fondo: Es el residuo del fuego primordial como consecuencia del enfriamiento

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