GENESIS EN EL ESTADO MODERNO
KATIA1233 de Mayo de 2013
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Entre 1280 y 1360 se asiste a una completa mutación de las estructuras sociales y de las estructuras de producción. La instalación de la tributación al Estado es uno de sus componentes. Al provocar hostilidad y resistencias, esa tributación hizo nacer las instituciones representativas.
Es posible situar con precisión en el plano cronológico, el nacimiento del Estado moderno, entre 1280 y 1360: toda una serie de elementos, aparecidos en el curso de esos años en la Europa Occidental, católica, feudal y señorial, se cristalizan entonces en un sistema que es el origen del Estado moderno.
Pero, nacimiento no es génesis, término que implica situarse en la larga duración; larga duración que es necesario estructurar con rigor alrededor del período de nacimiento efectivo del Estado moderno (Ver cuadro 1).
Hemos dicho bastante fácil de situar. Sí, si se hace un análisis previo de lo que hace el Estado moderno y si se rehúsa aferrarse a las “formas” del Estado, y sólo a las instituciones. Lo que hace el Estado moderno es establecer un sistema fiscal del Estado. Todo está allí. Cuando en el siglo XIII el formidable desarrollo que ha acompañado la puesta en marcha de las estructuras feudales se detenga y la producción se estanque, la población después de haber llegado a su máximo comienza a declinar ligeramente. En los campos superpoblados y al borde del hambre, la tensión social crece, mientras que la renta señorial se erosiona.
El impuesto aparece al historiador como un nuevo circuito de extracción, destinado a completar o a suplir la extracción señorial, a nombre de una autoridad superior a la cual sería imposible resistir. Este impuesto del Estado que ha aparecido en el último decenio (teniendo numerosos predecesores como “Danegeld” inglés o el “diezmo Saladino” de Felipe Augusto) actúa como un revelador de la estructura socio-económica: precipita la crisis, acentúa la miseria campesina y exacerba la tensión social. El choque de la Peste Negra de 1348 hace que se derrumbe el antiguo edificio pero la epidemia ha atacado a un organismo profundamente minado. A mediados del siglo XIV, la población se ha reducido en un tercio, numerosas tierras están vacantes, las poblaciones demasiado pequeñas o marginales desaparecen, y un asalariado agrícola o urbano mucho más abundante reemplaza a los pequeños campesinos que vivían hasta entonces en los límites de la hambruna. Lo que pasa entre 1280 y 1360 es, aunque parezca imposible, una mutación completa, mutación de las estructuras sociales y de las estructuras de producción del Occidente medieval, incluso si subsisten las estructuras señoriales. Pero el impuesto no se ha establecido sin encontrar resistencias, las innumerables implicaciones que induce han sido también duramente combatidas. No obstante, todas ellas están allí desde este período: todo va muy rápido, Y el impuesto remite justamente al Estado.
De la Asamblea Feudal a la Asamblea Representativa
La primera modificación y fundamental, es aquella de la naturaleza del lazo entre gobernantes y gobernados. Sin duda, el rey feudal retenía algo de la naturaleza misma del poder de sus lejanos predecesores carolingios: los conceptos de poder público y de poder de mando público no habían desaparecido completamente; el Imperio Carolingio había conservado más que la simple terminología del Imperio Romano, y a partir del siglo XII la revitalización del Derecho Romano había vuelto a dar curso en Occidente a muchas adquisiciones de la Antigüedad. Pero, en la profunda realidad del funcionamiento político, el mecanismo de los lazos de hombre a hombre permanece primordial. Hubiera sido posible desarrollar la tributación partiendo únicamente del concepto de ayuda feudal; pero, después de haberlo ensayado, los soberanos del siglo XIII se han comprometido gradualmente en una vía diferente: no solicitar más la ayuda de sus vasallos, puesto que estos mismos se volverían hacia sus propios vasallos, más bien pedir de manera directa a todos sus súbditos, tomando como pretexto la necesidad en que se encontraba el soberano de defender el Reino y de proteger a sus habitantes.
El Estado sustituye la noción de vasallo por aquella de súbdito, la noción de fidelidad personal por aquella de fidelidad a una entidad abstracta, el regnum. Proceso largo pero cuyos lineamientos aparecen desde inicios del siglo XIV.
La implicación más espectacular de la nueva estructura es el desarrollo de las asambleas representativas: Parlamento en Inglaterra, asambleas de Estados y más particularmente de ciudades en Francia, el mismo fenómeno se observa en España, en Italia, en los Países Bajos. En estas asambleas aparecen las nociones y los conceptos que juegan un rol determinante en la historia europea: responsabilidad, mayoría, representatividad, por ejemplo. En efecto, si el rey desea que ingrese el impuesto debe introducir al súbdito en una red compleja, cuyo nudo central sea el reconocimiento por la comunidad y sus representantes de la legitimidad de las demandas reales puesto que los medios coercitivos del soberano son ante todo muy débiles (Ver cuadro 2).
El nacimiento del espacio nacional
Segunda modificación estructural: el nacimiento del espacio nacional. No se trata aquí fundamentalmente de los componentes políticos sino más bien de las consecuencias económicas que ocasiona su establecimiento. Impuestos indirectos son, ante todo, los derechos de aduana. Sin duda, estos derechos han sido creados y explotados con un fin puramente financiero por los estados; y muy rápido sirven para favorecer o proteger las producciones específicas. Las luchas llevadas a cabo en Inglaterra por el control y la localización de la Etapa de las lanas muestran muy bien la postura social que representan estos impuestos: mercaderes contra productores. Por esta acción, el impuesto indirecto actúa sobre las estructuras sociales, favorece o desfavorece la fluidez social (por ejemplo en Inglaterra la alianza gentry-mercaderes) y la acumulación del capital.
En cuanto al impuesto directo actúa como un poderoso diferencial sobre el ritmo de evolución de las sociedades occidentales: la presión fiscal al aumentar acrecienta la crisis, precipita las evoluciones; disminuyendo, deja subsistir las explotaciones agrícolas marginales. Asimismo, todas las clases de la sociedad no son iguales frente al impuesto; en Francia, la nobleza casi no paga, en Inglaterra paga.
De allí, las diferencias de comportamientos económicos y políticos. En resumen, el impuesto directo o indirecto da forma al espacio económico nacional como sector privilegiado de la acción económica, pero sobre ella la acción de los soberanos está lejos de ejercerse de manera autónoma. El precio de los metales preciosos, la naturaleza de las monedas competidoras, las opiniones de los técnicos financieros y banqueros (a menudo italianos) son aquí otros tantos elementos significativos.
Cómo el rey pone contribución a la guerra
Tercera modificación de estructura: la guerra. Ella es un componente obligatorio del sistema. Por supuesto, la guerra ha llevado al rey a buscar nuevos medios pero también ella es necesaria para obtenerlos. En efecto, ¿Cómo demostrar la “necesidad ”, el peligro que corre el Reino sin la guerra?. Eduardo I, al salir de las luchas civiles que marcaron el reinado de su padre, lanzó Inglaterra a la conquista del país de Gales y luego a la de Escocia. El amenaza en Flandes y en Aquitania a Felipe el Hermoso, quien renunciando a la política de compromiso mediterráneo de su padre y de los angevinos, guerrea en Flandes y en Gascuña.
El conflicto franco-inglés estalla esporádicamente en las décadas siguientes, la escena frontal era mantenida por Escocia y la epopeya de Bruce. Luego está la Guerra de los Cien Años, interminable serie de conflictos que enfrentan a Francia e Inglaterra pero también a toda una serie de potencias atrapadas por la tormenta: reinos españoles, principados renanos o neerlandeses, reinos de Nápoles y de Sicilia, sin hablar de las Guerras de Bretaña.
Por lo demás, el fenómeno es Europeo y Alemania e Italia no conocen tampoco la paz. De hecho, la guerra es prácticamente continua, pues, a los períodos de guerra de potencia extranjera se suceden con una regularidad casi perfecta, al menos en el país vencido, las guerra civiles: ver en Francia los Navarros de los años 1350, los orleaneses (luego armañacs) contra los borgoñones, Borgoña contra el Delfín. En Inglaterra, la crisis del reino de Ricardo II, aquella del reino de Enrique VI degenerando finalmente en la guerra de las dos Rosas, verifica el fenómeno. El tratado de Picquigny en 1475 no pone fin al conflicto entre Luis XI y el Temerario y precede solamente por unos años a las guerras de Italia, de las que se pasa sin solución de continuidad a las guerras de religión y a la rivalidad entre los Habsburgo de una parte y Francia e Inglaterra por otra parte. Y de allí finalmente a la guerra de los Treinta Años. (ver cuadro 3).
La guerra hace comprender otra vertiente del sistema. Sin duda, ella juega en los inicios al menos un rol capital para el soberano, abriendo la posibilidad al impuesto. Pero, los Estados han pasado gradualmente del impuesto excepcional de guerra al impuesto regular de paz, evolución prácticamente acabada en 1360. Solamente la guerra nos hace ver claramente otro fenómeno: aquel de la redistribución del dinero del impuesto. Hay un aspecto bastante evidente: la redistribución de prendas que se agregan a todo lo que los soldados pueden esperar retirar de las guerras muy codificadas y controladas por un derecho complejo: botines, rescates,
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