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Halperin - Historia Argentina


Enviado por   •  4 de Junio de 2014  •  2.929 Palabras (12 Páginas)  •  359 Visitas

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Proyecto y construcción de una Nación Tulio Halperín Donghi

(Argentina 1846-1880)

El progreso argentino es la encarnación en el cuerpo de la nación de lo que comenzó por ser un proyecto formulado en los escritos de algunos argentinos cuya única arma política era su superior clarividencia. Es el caso de Sarmiento y Alberdi, esgrimiendo, sus espadas para ver quien era el padre de la historia. Esta etapa disputada esta marcada de acciones violentas y palabras no menos destempladas: si se abre con la conquista de Buenos Aires; en ese breve espacio de tiempo caben otros dos choques armados entre el país y su primera provincia, dos alzamientos de importancia en el Interior, algunos esbozos adicionales de guerra civil y la mas larga y costosa guerra internacional nunca afrontada por el país.

La discrepancia entre estos personajes, seguía siendo demasiado marcada para que esa explicación pudiese ser considerada satisfactoria. Otra comenzó a ofrecerse: el supuesto consenso nunca existió y las luchas que llenaron esos treinta años de historia argentina expresaron enfrentamientos radicales en la definición del futuro nacional. Es esta la interpretación mas favorecida por la corriente llamada revisionista, que iba a terminar postulando la existencia de una alternativa puntual a ese proyecto nacional elaborado a mediados del siglo; una alternativa derrotada por una sórdida conspiración de intereses, continuada por una igualmente sórdida conspiración de silencio que ha logrado ocultar a los argentinos lo mas valiosos de su pasado. Los revisionistas fueron los primeros que llamaron la atención, sobre la definición de un proyecto para una argentina futura, se daba en un contexto ideológico marcado por la crisis del liberalismo que sigue en 1848, y en uno internacional caracterizado por una expansión del centro capitalista hacia la periferia, que los definidores de ese proyecto se proponían a la vez acelerar y utilizar.

En 1880 la etapa de creación de una realidad nueva puede considerarse cerrada, porque ha culminado la instauración de ese Estado nacional que se suponía preexistente. Se impone a tomar en cuenta el delicado contrapunto entre dos temas dominantes; construcción de una nueva nación; construcción de un Estado.

La herencia de la Generación de 1837

La concepción del progreso nacional surge como un desiderátum de la elites letradas hispanoamericanas, sometidas al clima inesperadamente inhóspito de la etapa que sigue a la Independencia. Un grupo de jóvenes provenientes de las elites letradas de Buenos Aires y el interior se proclaman destinados a tomar revelo de la clase política que ha guiado al país desde la revolución de Independencia hasta la catastrófica tentativa de organización unitaria de 1824-27. Esa nueva generación en esta primera etapa de actuación política, parece considerar la hegemonía de la clase letrada como el elemento básico del orden político al que aspira. El fracaso de los unitarios es, en suma, el de un grupo cuya inspiración proviene aun de fatigadas supervivencias del Iluminismo. La nueva generación, colocada bajo el signo del romanticismo, esta por eso mismo mejor preparada para asumir la función directiva que sus propios desvaríos arrebataron a la unitaria. Esta noción básica, (la de la soberanía de la clase letrada, justificada por su posesión exclusiva del sistema de ideas de cuya aplicación depende la salud política y no solo política de la nación), explica el entusiasmo con que la nueva generación recoge de Cousin el principio de soberanía de la razón, pero es previa a la adopción de ese principio y capaz de convivir con otros elementos ideológicos que entren en conflicto con él. El modo en que esa elite ha de articularse con otras fuerzas sociales efectivamente actuantes en la Argentina de la tercera década independiente no es considerado relevante; no hay otras fuerzas que puedan contarse legítimamente entre los actores del proceso político en que la nueva generación se apresta a intervenir, sino a lo sumo como uno de los rasgos de esa realidad social que habrá de ser moldeada de acuerdo a un ideal político social conforme a razón.

La futura Argentina, que se busca definir a partir de un proyecto que corresponde al ideológico político precisar y al político practico implementar, esta definida también, de modo mas imperioso que en las primeras tentativas de la generación de 1837, por la Argentina presente. No es solo la evolución de una Argentina que esta cambiando tanto bajo la aparente monotonía de ese dorado ocaso del rosismo, la que estimula la transición entre una actitud y otra. Igualmente influyente es la conquista de una imagen mas rica y compleja, pero también mas ambigua, de la relación entre la Argentina y un mundo en que los avances casa vez mas rápidos del orden capitalista ofrecen, desde la perspectiva de estos observadores colocados en un área marginal, promesas de cambios mas radicales que en el pasado, pero también suponen riesgos que en 1837 era imposible adivinar del todo.

Las transformaciones de la realidad Argentina

En 1847 Juan Bautista Alberdi, ha puesto finalmente las bases indispensables para cualquier institucionalización del orden político. Su aporte será, esencialmente la institucionalización del orden político que el esfuerzo de Rosas ha creado.

El Sarmiento de 1845, como el Alberdi de 1847, comienza a advertir que la Argentina surgida del triunfo rosista de 1838-42 es ya irrevocablemente distinta de la que fue el teatro de las efímeras victorias y no menos efímeras derrotas de su héroe el gran jefe militar de los llanos riojanos. La diferencia capital entre Sarmiento de 1845 y el Alberdi de 1847 debe buscarse –mas bien que en la mayor o menor reticencia en la en la expresión del antirrosismo de ambos- en la imagen que uno y otro se forman de la etapa posrosista. Para Sarmiento, esta debe aportar algo mas que la institucionalización del orden existente, capaz de cobijar progresos muy reales pero no tan rápidos como juzga necesario. Lo mas urgente es acelerar el ritmo de ese progreso; en relación con ello, el legado mas importante del rosismo no le parece consistir en la creación de esos hábitos de obediencia que Alberdi había juzgado lo mas valiosos de su herencia, sino la de una red de intereses consolidados por la moderada prosperidad alcanzada gracias a la dura paz que Rosas impuso al país, cuya gravitación hace que la paz interna y exterior se transforme en objetivo aceptado como primordial por un consenso cada vez mas amplio de opiniones.

En Ascasubi, como en Sarmiento, la presencia de grupos cada vez mas amplios que ansían consolidar lo alcanzado durante la etapa rosista

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