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Historia Del Corsé

xavieragonzalez10 de Septiembre de 2013

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Las primeras referencias al corsé en la historia de la moda se encuentran en el Renacimiento. En aquel período el ideal femenino pasaba por un talle estrecho y unas caderas anchas. Pero en aquel entonces al corsé se le denominaba "basquiña", que estaba confeccionada con un tejido rígido que se pegaba al cuerpo y le daba forma de embudo suprimiendo la redondez natural del seno y proyectándolo hacia arriba.

El corsé llegaría hasta el Barroco aunque este período destacaría por los escotes profundos que aceptaban la forma redondeada de los senos. El descubrimiento por parte de William Harvey, en 1628, de la circulación sanguínea iniciaría del debate de si los corsés eran la causa de daños físicos en la mujeres, que a la larga supondría el abandono de los refuerzos de madera y acero que se solían utilizar en su fabricación.

En el siglo XVIII, en el Rococó, las mujeres no abandonan aún el corsé, cuya labor sigue siendo la de estrechar la cintura. A éste se sujetaba el famoso miriñaque que ensanchaba las caderas a través de una estructura de aros de metal, haciendo parecer aún más estrecha la cintura femenina. En esta época se pusieron de moda los vestidos "a la francesa", que tienen como mayor exponente a Madame de Pompadour. En este caso el corsé continuaba su tendencia escotada, denominándose entonces "modestia", y al que luego se cubría con lazos y tejido. María Antonieta odiaba los corsés, razón por la cual durante largo tiempo las mujeres de la corte adoptaron las preferencias de la Reina en el vestir. Con la llegada de la Revolución Francesa en 1789, la moda se hizo más informal, de manera que muchos de los adornos característicos de la época desaparecieron, desde las pelucas altas y empolvadas hasta los tacones. Los corsés se mantuvieron, pero a partir de este momento las francesas comenzaron a usarlos sin ballenas.

Con todo hay que decir que pese a su nacimiento dos siglos atrás, es en el XVIII cuando el corsé se convierte en una verdadera obra de arte, decorados con raso, sedas bordadas y sedas brocadas; mientras las rígidas ballenas eran forradas de un áspero algodón. El corsé no sólo realzaba la figura femenina, sino que también era un símbolo de posición social ya que su uso impedía hacer esfuerzos excesivos e indicaba que se era miembro de una clase ociosa. No obstante, incluso las mujeres humildes utilizaban un símil mucho más sencillo, un corselete de cordones. Se volvió a iniciar en este período el debate sobre su conveniencia que culminaría en 1770 con un panfleto titulado "La Dégradation de l´espèce humaine par l´usage du corps à baleine" ("La Degradación de la especie humana por el uso del cuerpo de ballenas"). Tanto hombres como mujeres se mostraron contrarios a su uso, siendo el filósofo Rousseau uno de los que se manifestó con mayor virulencia. No obstante, hoy en día el debate no está cerrado. Sus detractores alegan que causaban esquirlas, lesiones en el hígado o desplazamiento de costillas, mientras que sus enamorados argumentan que esas lesiones eran causadas por las malas condiciones sanitarias de la época además de por una deficiente alimentación.

En cualquier caso el corsé llegó al Siglo XIX con una imagen renovada. Aunque su labor principal seguía siendo la de estrechar la cintura, su forma se ampliaba en la cintura y en el pecho acomodándose más a la figura natural del cuerpo femenino. En esta época se llegó a un alto grado de perfección en su confección. Las ballenas de acero o madera fueron remplazadas por las barbas de las ballenas ya que eran fuertes y flexibles al mismo tiempo, de ahí su nombre. En 1823 comenzó a combinarse con el uso del encordado en la parte trasera que ayudaba a mantenerlo sujeto. En la década de los 80 de este siglo se pusieron de moda los corsés de colores fuertes como el rosa

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