Historia Del Siglo Xx
jhonalexmora30 de Mayo de 2013
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HISTORIA
DEL SIGLO
XX
Biblioteca E. /. Hobsbawm de Historia Contemporánea
ERIC HOBSBAWM
HISTORIA
DEL SIGLO
XX
CRÍTICA
GRIJALBO MONDADORI
BUENOS AIRES
Todos los derechos reservados.
Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los titulares del cop)
right, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esi
obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la fotocopia y el tratamient
informático.
Título original:
EXTREMES. THE SHORT TWENTIETH CENTURY 1914-1991
Michael Joseph Ltd, Londres
Esta traducción se publica por acuerdo con Pantheon Books, una división de Randon
House, Inc.
Traducción castellana de JUAN FACÍ, JORDI AINAUD y CARME CASTELLS
Tapa de la primera edición española: Enríe Satué
Rediseño de tapa: SERGIO KERN
Ilustración: Fernand Léger, Los constructores (1950)
© 1994: E. J. Hobsbawm
© 1998 de la traducción castellana para España y América:
CRÍTICA (Grijalbo Mondadori, S.A.), Av. Belgrano 1256,
(1093) Buenos Aires - Argentina
Primera edición argentina: septiembre de 1998
Primera reimpresión: noviembre de 1998 Segunda
reimpresión: diciembre de 1998 Tercera
reimpresión: mayo de 1999
ISBN 987-9317-03-3
Hecho el depósito que previene la ley 11.723
Impreso en la Argentina
1999 - Imprenta de los Buenos Ayres S.A.I, y C.
Carlos Berg 3449 (1437) Buenos Aires.
PREFACIO Y AGRADECIMIENTOS
Nadie puede escribir acerca de la historia del siglo xx como escribiría
sobre la de cualquier otro período, aunque sólo sea porque nadie puede
escribir sobre su propio período vital como puede (y debe) hacerlo sobre
cualquier otro que conoce desde fuera, de segunda o tercera mano, ya sea a
partir de fuentes del período o de los trabajos de historiadores posteriores.
Mi vida coincide con la mayor parte de la época que se estudia en este libro
y durante la mayor parte de ella, desde mis primeros años de adolescencia
hasta el presente, he tenido conciencia de los asuntos públicos, es decir, he
acumulado puntos de vista y prejuicios en mi condición de contemporáneo
más que de estudioso. Esta es una de las razones por las que durante la
mayor parte de mi carrera me he negado a trabajar como historiador profesional
sobre la época que se inicia en 1914, aunque he escrito sobre ella por
otros conceptos. Como se dice en la jerga del oficio, «el período al que me
dedico» es el siglo xix. Creo que en este momento es posible considerar con
una cierta perspectiva histórica el siglo xx corto, desde 1914 hasta el fin de
la era soviética, pero me apresto a analizarlo sin estar familiarizado con la
bibliografía especializada y conociendo tan sólo una ínfima parte de las
fuentes de archivo que ha acumulado el ingente número de historiadores que
se dedican a estudiar el siglo xx.
Es de todo punto imposible que una persona conozca la historiografía
del presente siglo, ni siquiera la escrita en un solo idioma, como el historiador
de la antigüedad clásica o del imperio bizantino conoce lo que se escribió
durante esos largos períodos o lo que se ha escrito después sobre los
mismos. Por otra parte, he de decir que en el campo de la historia contemporánea
mis conocimientos son superficiales y fragmentarios, incluso según
los criterios de la erudición histórica. Todo lo que he sido capaz de hacer es
profundizar lo suficiente en la bibliografía de algunos temas espinosos y
controvertidos —por ejemplo, la historia de la guerra fría o la de los años
treinta— como para tener la convicción de que los juicios expresados en este
libro no son incompatibles con los resultados de la investigación especializada.
Naturalmente, es imposible que mis esfuerzos hayan tenido pleno éxito
8 HISTORIA DEL SIGLO XX
y debe haber una serie de temas en los que mi desconocimiento es patente y
sobre los cuales he expresado puntos de vista discutibles.
Por consiguiente, este libro se sustenta en unos cimientos desiguales.
Además de las amplias y variadas lecturas de muchos años, complementadas
con las que tuve que hacer para dictar los cursos de historia del siglo xx a
los estudiantes de posgrado de la New School for Social Research, me he
basado en el conocimiento acumulado, en los recuerdos y opiniones de quien
ha vivido en muchos países durante el siglo xx como lo que los antropólogos
sociales llaman un «observador participante», o simplemente como un viajero
atento, o como lo que mis antepasados habrían llamado un kibbitzer. El
valor histórico de esas experiencias no depende de que se haya estado presente
en los grandes acontecimientos históricos o de que se haya conocido a
personajes u hombres de estado preeminentes. De hecho, mi experiencia
como periodista ocasional en uno u otro país, principalmente en América
Latina, me permite afirmar que las entrevistas con los presidentes o con
otros responsables políticos son poco satisfactorias porque las más de las
veces hablan a título oficial. Quienes ofrecen más información son aquellos
que pueden o quieren hablar libremente, en especial si no tienen grandes
responsabilidades. De cualquier modo, conocer gentes y lugares me ha ayudado
enormemente. La simple contemplación de la misma ciudad —por
ejemplo, Valencia o Palermo— con un lapso de treinta años me ha dado en
ocasiones idea de la velocidad y la escala de la transformación social ocurrida
en el tercer cuarto de este siglo. Otras veces ha bastado el recuerdo de
algo que se dijo en el curso de una conversación mucho tiempo atrás y que
quedó guardado en la memoria, por razones tal vez ignoradas, para utilizarlo
en el futuro. Si el historiador puede explicar este siglo es en gran parte por
lo que ha aprendido observando y escuchando. Espero haber comunicado a
los lectores algo de lo que he aprendido de esa forma.
El libro se apoya también, necesariamente, en la información obtenida .
de colegas, de estudiantes y de otras personas a las que abordé mientras lo
escribía. En algunos casos, se trata de una deuda sistemática. El capítulo
sobre los aspectos científicos lo examinaron mis amigos Alan Mackay FRS,
que no sólo es cristalógrafo, sino también «enciclopedista», y John Maddox.
Una parte de lo que he escrito sobre el desarrollo económico lo leyó mi colega
Lance Taylor, de la New School (antes en el M1T), y se basa, sobre todo, en
las comunicaciones que leí, en los debates que escuché y, en general, en todo
lo que capté manteniendo los ojos bien abiertos durante las conferencias
sobre diversos problemas macroeconómicos organizadas en el World Institute
for Development Economic Research of the U.N. University (UNU/-WIDER) en
Helsinki, cuando se transformó en un gran centro de investigación y debate
bajo la dirección del doctor Lal Jayawardena. En general, los veranos que
pasé en esa admirable institución como investigador visitante tuvieron un
valor inapreciable para mí, sobre todo por su proximidad a la URSS y por su
interés intelectual hacia ella durante sus últimos años de existencia. No
siempre he aceptado el consejo de aquellos a los que he consulPREFACIO
Y AGRADECIMIENTOS 9
todo, e incluso, cuando lo he hecho, los errores sólo se me pueden imputar a
mí. Me han sido de gran utilidad las conferencias y coloquios en los que
tanto tiempo invierten los profesores universitarios para reunirse con sus
colegas y durante los cuales se exprimen mutuamente el cerebro. Me resulta
imposible expresar mi gratitud a todos los colegas que me han aportado algo
o me han corregido, tanto de manera formal como informal, y reconocer
toda la información que he adquirido al haber tenido la fortuna de enseñar
a un grupo internacional de estudiantes en la New School. Sin embargo,
siento la obligación de reconocer específicamente lo que aprendí sobre la
revolución turca y sobre la naturaleza de la emigración y la movilidad social
en el tercer mundo en los trabajos de curso de Ferdan Ergut y Alex Juica.
También estoy en deuda con la tesis doctoral de mi alumna Margarita Giesecke
sobre el APRA y la insurrección de Trujillo de 1932.
A medida que el historiador del siglo xx se aproxima al presente depende
cada vez más de dos tipos de fuentes: la prensa diaria y las publicaciones
y los informes
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