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Historia Española

nereidagomez10 de Septiembre de 2014

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Algunas reflexiones sobre las dificultades para la enseñanza/aprendizaje de la Historia

Humberto Domínguez Chávez y Rafael Alfonso Carrillo Aguilar

Enero de 2007

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Introducción

El interés por el conocimiento histórico forma parte de la vida cotidiana, es tema común en los medios de comunicación y entretenimiento como películas, programas radiofónicos y televisivos; además, está presente en celebraciones y festejos públicos, es utilizado en campañas políticas y forma parte fundamental del enorme legado cultural que se trasmite, entre otros medios, a través de la tradición oral. Por esta razón el alumnado, sin ser totalmente consciente de ello, está configurando una visión de lo histórico en su vida como integrante de la sociedad que, generalmente, no coincide con la historia escolar o la historia contenida en los libros de texto.

1. Comentarios sobre la actual visión social de la Historia

Existe una percepción social que identifica saber histórico con un conocimiento amplio de los acontecimientos del pasado. Saber historia, bajo esta percepción, es igual a ser un anticuario, o “depositario” del recuerdo; por lo tanto, saber historia es conocer “curiosidades” de otros tiempos; el poder “recordar datos” que identifican un monumento o un acontecimiento que consiste, simplemente, en poder recitar nombres de personajes y glorias pasadas. Esta tradición anticientífica, desarrollada por algunos historiadores del siglo XIX, se ha arraigado en la sociedad. En esta actual y sobrevalorada concepción de la Historia, y por simplismo e ignorancia, nadie reclama, al que dice saber historia, una explicación general del pasado que comenta; ni que explique ese contexto específico que explica como “historia”, dentro del desarrollo del proceso general dinámico de la humanidad, explicación que por fuerza requeriría estar dotada de método y teoría. La razón es que la percepción general de este “tipo” de saber histórico, está más cerca de la erudición (el saber muchas cosas), que de una ciencia social como es la historia.

Por otra parte, en los últimos años puede apreciarse una clara tendencia a identificar historia con periodismo. Reina un contemporaneísmo exagerado, como le llama Prats, como centro de interés en temas de estudio del pasado, que podemos apreciar en el tipo de “historias” e historiadores que aparecen en los medios de comunicación, los temas que tratan y la supuesta visión “culta” que dan del pasado. Sólo es historia “interesante” la que va de los años cuarenta del siglo XX hasta la actualidad. La Guerra del Golfo (guerra imperialista en 1991, entre Saddam Hussein de Irak Vs. las potencias industriales europeas, Japón, los EUA y un grupo de países títeres, por los enormes recursos petroleros de Kuwait), por ejemplo, se explica con formato de relato histórico y se identifica su explicación de causas y consecuencias, como conocimiento histórico de similar calidad al que podría hacerse sobre la Guerra de Independencia o la Guerra Franco-Prusiana.

El exagerado contemporaneísmo, conforma una determinada visión histórica: la falta de perspectiva de los fenómenos induce a visiones desde el presente de cualquier otro hecho, aunque sea muy lejano en el tiempo. Así, la “historia interesante” es aquella que trata nuestro ayer o anteayer inmediato. Conforma, precisamente, lo que no puede considerarse historia por su, todavía, estrecha vinculación con el presente; porque no existe aún una teoría explicativa que reúna los requisitos exigibles a una explicación histórica o, simplemente, porque no es posible investigarlo por la limitada disponibilidad de las fuentes. Pese a todo ello, es posible que se considere que esta “historia” es la que tiene sentido conocer, incluso desde el punto de vista académico.

Esta perspectiva de la Historia, impuesta por múltiples caminos de transmisión ideológica, ha impulsado una visión “típica y eficaz” del pasado, que desempeña un papel pragmático de carácter funcionalista, el estar al servicio de una “buena causa”. Simple literatura de combate, como la llama Prats, que será útil en la medida en que sea eficaz en esa lucha del liberalismo contra el comunismo, o que avale los intereses de los fuertes grupos económicos.

Aunado a lo anterior, existe una visión esotérica y casi de ciencia-ficción de la historia. Nos referimos a la “explicación” de muchos fenómenos históricos, ligados a intervenciones extraterrestres o “extrañas”. Al respecto, señala Prats unas pruebas, sin demasiado rigor científico, que se aplicaron a jóvenes de los primeros cursos de educación secundaria obligatoria (12 a 14 años de edad) que mostraban que la mayor parte de los alumnos conocían “explicaciones” sobre la construcción de las pirámides egipcias ligadas a la presencia de viajeros de otro planeta, que acudieron en la época faraónica a las tierras del Nilo. La mayoría sentía atracción por otro tema que consideraban relacionado con la historia: el “misterio del triángulo de las Bermudas” y, si no todos, una gran parte del alumnado creía que en el altiplano peruano existían “pistas de aterrizaje” de ovnis, que estuvieron en el continente en la época anterior a la conquista española. Estas visiones, que normalmente no son consideradas, e incluso son despreciadas en la educación escolarizada, están también presentes en múltiples sectores sociales y, al no ser consideradas y tratadas escolarmente, subyacen muchas veces en las concepciones de la historia de sectores de adolescentes, inclusive después de haber pasado por los estudios primarios.

Por otra parte, desde la integración de los modernos estados liberales y la conformación de los sistemas escolarizados obligatorios, existen propuestas institucionales consistentes en la utilización de acontecimientos y efemérides históricas que pretenden justificar ideas o legitimar realidades políticas. En ocasiones, los gobiernos y algunos políticos se esfuerzan en potenciar mitos y epopeyas históricas que parecen reforzar sus tesis sobre su presente. Al mismo tiempo, los gobiernos utilizan la Historia escolar, aprovechando su poder de ordenación e inspección del sistema educativo, para intentar configurar la conciencia de los ciudadanos, intentando ofrecer una visión del pasado que sirva para fortalecer sentimientos patrióticos, sobrevalorar las “glorias” nacionales o, simplemente, crear “adhesiones” políticas.

Adicionalmente, es común encontrar que las clases ofrecen a los estudiantes una idea de Historia compuesta de informaciones acabadas, lo que conduce a que un número significativo de alumnos, después de pasar varios años estudiando Historia, no comprenden el verdadero carácter que tiene la disciplina como una ciencia en estado de construcción y en la que muy pocas cosas se pueden dar como definitivas. Gran parte de la responsabilidad de esta situación corresponde al propio currículum, pero debe decirse que la tradición docente del profesorado de educación secundaria está, por desgracia, en la línea de promover una enseñanza de la historia enunciativa, poco activa y como un saber cerrado y concluido.

Este aspecto, el cómo enfocar y tratar la materia, fue tratado de manera amplia en un reciente estudio catalán, en el que se nos presentan las siguientes conclusiones: casi el 90% del profesorado, fundamentalmente, basa su actividad didáctica en el uso del libro de texto, en donde los más utilizados son los que ofrecen una visión más cercana al discurso habitual en la universidad. El uso del libro se compagina con algunas actividades de comentario de textos; en donde la mayor parte del tiempo de clase se dedica a “explicaciones” del profesorado; con más del 80% de la muestra, que dedican a estas actividades de “dar la clase” entre media hora y una hora de cada sesión. Todo ello, más otras conclusiones de la investigación, abona la idea que la visión que los alumnos perciben de la Historia, impulsada por sus profesores, se acerca más a “escuchar relatos”, más o menos interesantes; en donde, por la metodología empleada en las clases, es difícil que consideren a esta materia como una ciencia que presenta hipótesis, resolución de problemas y métodos de resolución.

2. Reflexiones sobre las dificultades que enfrenta la enseñanza de la Historia

Si bien es cierto que para los especialistas, los historiadores, los enfoques actuales de esta disciplina han desterrado definitivamente la “historia de anticuario”, consistente en desempolvar el pasado sin más, para dar paso a una disciplina que supone el conocimiento, análisis y explicación de un todo social pasado, en donde la comprensión de los fenómenos históricos supone un dominio de modelos de conocimiento extremadamente abstractos y la utilización de análisis de variables y relaciones que difícilmente pueden aislarse, lo que supone el uso del pensamiento abstracto formal al más alto nivel; queda pues claro que, es totalmente imposible intentar ofrecer a los alumnos de ciclos básicos, e incluso del bachillerato, el estudio de contenidos que deberán ser abordados en los ciclos superiores de la enseñanza. Por lo tanto, se hará necesario una presentación de los temas de estudio adaptados a los niveles de comprensión del alumnado del nivel medio superior, para que desarrollen esta comprensión del conocimiento, análisis y explicación del pasado social.

Una dificultad adicional para el aprendizaje de la Historia radica en la imposibilidad que ofrece de poder reproducir hechos concretos del pasado; resulta improbable trasladar a los alumnos a vivir en una ciudad prehispánica o que mantengan una conversación

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