Historia Minima
yohali2019 de Septiembre de 2014
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EL ENTUSIASMO POR LA INDEPENDECIA.
Una De las consecuencias de la Independencia fue tener a quién echarla culpa del atraso del país.
Carlos María de Bustamante, prolijo escritor y polemista creador de mitos nacionales, decía en 1821 que a los mexicanos “aun no les sale el susto que le dieron sus opresores”, y que los “malos” habían cometido incontables crímenes contra la cultura.
El mito de los malévolos españoles que quisieron mantener en la ignorancia a los americanos influyó en el ánimo del político y futuro historiador Lucas Alemán, quien en 1822 criticó “el estado de abyección en que la Nueva España permaneció por tres siglos. Él observó que el gobierno despótico español dudaba de “si era conveniente extender la luces y la cultura a las clases menos acomodadas de la sociedad”. Un contemporáneo de Alemán. José María Luis Mora, también tribuía las desgracias de la República a sus antiguos dueños. No era de extrañar, decían las autoridades, que los indígenas no conocerán el español ni pudieran gozar de las bondades del modelo urbano occidental de vida.
La actitud hacia el quehacer educativo se fue matizando con el transcurso del tiempo. Alemán promovió la educación de primeras letras en la creencia de que “sin instrucción no hay libertad”, añoraba el orden virreinal que imponía cada quien el reconocimiento de su lugar en el mundo y el cumplimiento de sus derechos y obligaciones como cristiano y como ciudadano. Alemán deseaba conservar la religiosidad del pueblo, y combinarlo con la búsqueda del progreso material, por ello el conflicto entre tradicionalistas y liberales surgía a la hora de retirar la enseñanza religiosa del plan de estudios.
La Iglesia estaba lejos de ejercer un monopolio educativo puesto que desde el siglo XVII se había organizado el gremio de maestros seglares y las mujeres abrían “amigas” para niñas, había una facultad de Medicina, sin asistencia de clérigos. A lo largo del periodo virreinal y hasta guerra de Reforma la enseñanza de primeras letras fue la misma, ya sea que la patrocinara el ayuntamiento, la parroquia o algún convento. El hecho de que la cultura fuera católica no significaba que la Iglesia monopolizara la transmisión del saber.
“La espantosa ignorancia del pueblo mexicano”, como decían los escritores de aquel entonces, no era tal. La Constitución de la Monarquía Española de 1812, ordenaba abrir escuelas de primeras letras en todos los pueblos del imperio.
La obra final de la época virreinal (en asuntos educativos) fue el Reglamento General de Instrucción Pública de 1821, promulgado por la Cortes españolas en una época liberal, España no la reconocería sino 15 años después. El reglamento encierra varios conceptos que guiaron la política educativa hasta la guerra de Reforma, como el de que “Toda enseñanza costeada por el Estado, o dada por cualquiera corporación con autorización del gobierno, será pública y uniforme”
Es preciso decir que las clases de instrucción primaria ofrecidas por la Iglesia se consideraban tan públicas como las costeadas por el erario. El reglamento de 1821 mandaba abrir una escuela en cada pueblo que tuviera por lo menos 100 habitantes.
La Constitución de Cádiz no impedía el ejercicio de lo derechos de ciudadanía a los varones ya mayores ni a los analfabetos, pero no lo permitía a los jóvenes nacidos a partir de 1812 que al cumplir sus 18 años no hubieran aprendido a leer y escribir. En estados como Chiapas, esta ley dejaba prácticamente sin candidatos a puestos gubernamentales como regidor o alcalde, ya que además de analfabeta, la mayor parte de la población no hablaba español. Creer factible alfabetizar a todos los jóvenes fue característico de los primeros años de independencia.
En las cortes se promovió una ampliación notable de a educación secundaria y superior en México. El reglamento de 1821 autorizó 16 nuevas universidades, además de las dos ya existentes. En cada una habría “una biblioteca pública, una escuela de dibujo, un laboratorio químico y un gabinete de física, otro de historia natural y productos industriales, otro de modelos de máquinas, un jardín y un terreno destinado para la agricultura práctica”. Sin embargo, casi nada de esto se llevó a cabo, la herencia inmediata española fue, en alguna medida, innovadora y apropiad al momento, y si el país no pudo aprovechar la experiencia de los diputados novohispanos a Cortes, fue por la pobreza y prioridades de una sociedad que veía con desconfianza cualquier cambio radical.
ENFRENTARSE A LA CRUDA REALIDAD.
Las pocas escuelas de primeras letras estuvieron bajo la administración de los ayuntamientos, directamente o mediante el gremio de maestros. Para finales del siglo XVIII, los ayuntamientos desempeñaron un papel activo en la creación de escuelas municipales.
A partir de 1822 se estableció en la ciudad de México la Compañía Lancasteriana, una sociedad de beneficencia que logró reunir, a buen número de políticos, escritores y clérigos ansiosos de reducir los índices de analfabetismo. Tres temas que les inquietaban:
Transferir el sentimiento de lealtad de la figura paterna del rey al concepto abstracto de Estado moderno.
Convertir a la siguiente generación de jóvenes en buenos ciudadanos, conscientes de sus obligaciones hacia el Estado.
Formar obreros calificados y responsables.
El sistema lancasteriano tuvo éxito, pues logró aumentar el número de inscritos en zonas urbanas, estableció normales, promovió clases de dibujo, dominicales, nocturnas y de adultos, difundió la cartilla lancasteriana y, en 1842, el gobierno central le confió la Dirección General de Instrucción Primaria para todo el país, la dirección duro poco más de tres años.
Las primeras escuelas normales se establecieron bajo el sistema lancasteriano en Zacatecas y Oaxaca. Estas normales no lo eran en el sentido moderno de la palabra, pues no se deba un solo curso de pedagogía. El niño es el gran ausente en la historia de esta época: se habla de planes y proyectos, de directores y escritores, de maestros, pero casi nunca de niños, pues eran actores pasivos.
La escuela mantenía la disciplina utilizando el miedo, haciendo de la escuela un lugar de fastidio, aburrimientos y humillación, de lágrimas y de dolor para los niños que no tenían buena memoria.
LOS COMIENZOS DIFÍCILES DE LA VIDA INDEPENDIENTE.
La década de 1820 estuvo llena de proyectos, casi todos fallidos. Se nombraron comisiones que denunciaron el atraso de los estudios universitarios, pronunciaron discursos alusivos, propusieron reorganizar la educación secundaria y superior, la lista era larga y los logros escasos.
La idea de permitir a una mujer instruirse pasada la pubertad era muy criticada. Desatender la casa, marido e hijos para asistir a clases contravenía el esquema tradicional. La soltera dependía de la patria potestad del padre y la casada de su marido, por lo que esta propuesta tan innovadora terminó archivada.
LA PRIMERA DÉCADA
Las instituciones educativas sufrieron un deterioro severo durante la guerra de independencia. Sin embargo, no todo fueron esperanzas frustradas. La década de 1820 atestiguó la aparición de cuatro institutos literarios. Abrieron sus puertas institutos en Oaxaca, Toluca, Guadalajara y Jerez, Zacatecas. Se trataba de formar abogado, matemáticos, médicos e ingenieros, entre otros profesionistas, y también se quiso ofrecer al estudiante un ambiente más secular que el de los seminarios.
A pesar de la amplitud de materias ofrecidas en el papel, terminarían como escuelas secundarias, que a veces cubrían los primeros años de la carrera de medicina o la carrera completa de derecho. Esta profesión se convirtió en la carrera más popular del siglo XIX. Los estados necesitaban construcciones, leyes y decretos, códigos comerciales y penales, tribunales de justicia y hombres instruidos en su manejo. Los congresos y la alta burocracia se llenaron de abogados.
Los militares gozaron de gran prestigio, por su participación en la política. El Colegio Militar, fundado en 1822, empezó a producir ingenieros que sabían construir puentes, calzadas y edificios públicos con las técnicas avanzada traídas de Europa.
Los herederos del Colegio Militar terminaría siendo, en el siglo XX, el Instituto Politécnico Nacional y la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional Autónoma de México.
LOS SIGUIENTES INTENTOS
La década de 1830 vio la entrada al poder de otra generación de hombres. Apenas se mejoraba la economía, la sociedad no era más ordenada n más culta, la conciencia nacional apenas comenzaba y los estados se consideraban soberanos. Durante la primera década de independencia, Iturbide perdió la vida ante un pelotón de fusilamiento y México tuvo que repeler el intento de reconquista por parte de la corona española, en la siguiente década, le tocó la ejecución a Vicente Guerrero, seguida por las intervenciones de Texas y Francia. El máximo acontecimiento, desde el punto de vista educativo, fue el hartazgo en 1833 de Antonio López de Santa Anna ante las minucias del arte de gobernar y la llegada al poder, en consecuencia, del vicepresidente Valentín Gómez Farías.
Detrás de Gómez Farías había un congreso dispuesto a darle poderes excepcionales y un sacerdote inquieto, Mora, ansioso de reorganizar los establecimientos educativos. Este culparía a Gómez Farías por haber hecho reformas demasiado aprisa, pero eran las mismas que habían propuesto a lo largo de los años 1820, Gómez
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