Historia de amor
qarito18 de Marzo de 2014
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interesantes, pues aunque el personaje en turno se ocupaba sobre todo de crear su Para construir una historia de amor sólo se requieren dos ingredientes: un
hombre y una mujer; y un condimento: esa particular atracción que despierta, ya
sea en uno, en el otro, o qué mejor, en los dos, una pasión y un deseo de conocer,
poseer y servir al ser amado. No hay nada más, sólo la vivencia arrebatadora de
amar y saberse amado. El amor no es un acto racional ni inteligente, puesto que en
el corazón no se manda, por eso no valen papeles ni imposiciones. El amor se burla
de todas las formas en las que se pretenda encerrarlo, no admite barreras ni celdas
y se expande por todos los caminos, lícitos o ilícitos. A veces es causa de grandes
trastornos; otras, proporciona la mayor felicidad a la que puede aspirar el ser
humano. Las historias de amor conmueven y gratifican, no porque se entere el
lector de chismes o de trapos sucios, sino porque encuentra en ellas muchas
asombrosas coincidencias con su propia experiencia al ver como los seres humanos
del pasado, los ilustres y los desconocidos, padecieron por culpa del amor.
Del amor nadie se escapa y de sus efectos menos. Hombres y mujeres
ostentan las cicatrices del amor, a veces agradecidos y satisfechos, a veces
desgraciados y con el corazón lleno de amargura. Algunos simplemente lo ven pasar
y aprovechan lo que pueden de él, sin angustiarse por sus secuelas y haciendo a un
lado los pesares que siempre trae consigo. Estas historias pueden narrar el amor de
una pareja llevando a la plenitud y a la felicidad o quizá, hablen de un amor no
correspondido, de desamor – amor al fin y al cabo-, de indiferencia, y también ¿por
qué no?, pueden referirse al amor tomado a la ligera, como una parte de la vida que
no merece más entusiasmo que el que se le da a cualquier otra cosa. Un botón basta
para muestra: pocos saben que la pareja formada por don Andrés Quinta Roo y
Leona Vicario, vivieron tremenda odisea antes de poder contraer matrimonio.
Cuando el jovencito Andrés Quintana Roo fue admitido para practicar el
derecho en el prestigiado despacho de don agustín Pomposo Fernández de San
Salvador, prominente y aristocrático abogado, se enamoró de inmediato de la
sobrina de su patrón, Leona Vicario, la que le correspondió con la misma pasión y
entusiasmo. De por sí, el noviazgo era casi imposible, pues las diferencias sociales
de Andrés y de Leona eran tantas que difícilmente podían ser superadas, pero las
cosas se agravaron cuando don agustín se enteró de que Andrés simpatizaba con las
ideas independentistas, y se escandalizó a tal grado que el joven jurista tuvo que
abandonar el empleo, decidido ya a unirse a la causa insurgente, en donde destacó
al lado de Morelos. Pero Leona no se resignó a ver cómo se alejaba el amor de su
vida y atrevidamente lo siguió, escapándose de la vigilancia familiar, aunque no
logró llegar muy lejos. Capturada, fue sometida a juicio, entregada por su propio
tío, que creía fervientemente en la causa realista, acusándosela de ser espía e
informadora de los rebeldes incidentes. Un plan de fuga fue ideado entonces:
Andrés pudo auxiliar a Leona a huir nuevamente, se reunió con ella y contrajeron
matrimonio en el campo insurgente. A partir de entonces, fueron ya inseparables y
vivieron el uno para el otro, prodigándose afecto y cariño, con el reconocimiento
del público que, conocedor de su historia, veía en ellos un ejemplo de amor humano
y patrio a la vez. Leona Vicario, amante fiel, Adoraba a Quintana Roo y se ha
inmoralizado por todas es leyendas
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