Historia prehispanica. La Historia de la nación chichimeca
esbeydikeshTrabajo9 de Febrero de 2016
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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO
Facultad de filosofía y letras.
SUA licenciatura en Pedagogía
- Asignatura: HIS.D EDUCAC.EN MEXICO I
- Profesora: DRA. HERRERIAS GUERRA MARIA
- Grupo: 9051
- Alumna: Karla Esbeydi Sánchez Ramírez.
- N° de cuenta: 303142764
Trabajo Final.
HISTORIA CHICHIMECA
Fernando de Alba ixtlixochitl
01 de diciembre de 2015.
Introducción
Una de las etapas o periodos que no se conocen a detalle se refieren al México Prehispánico lo cual es lamentable y gravísimo ya que en lugar de ayudarnos a tener una visión clara de nuestro pasado, crea lagunas mentales y orilla diversas malinterpretaciones, producto de la poca información disponible que se tiene sobre este periodo histórico. Afortunadamente dentro de los pocos datos o referencias disponibles se hallan las crónicas, las cartas de relación y los escritos de personajes que vivieron durante los siglos XVI y XVII. Los grupos de españoles y los indígenas, los cuales tenían una postura en torno al mundo que les ha tocado vivir.
La Historia de la nación chichimeca, de Don Fernando de Alva Ixtlilxochitl, es una de las obras cumbres de la literatura histórica de la Nueva España. Su autor, descendiente por línea materna de los antiguos tlatoque o señores de Tetzcoco, narra en ella las glorias y las miserias, las alegrías y las tristezas de sus lejanos antepasados. El relato se inicia con la creación del mundo, según la tradición indígena, y se prolonga hasta la conquista castellana. Por desgracia, las versiones que se han conservado están incompletas y la secuencia se interrumpe en el momento en que la hueste cortesiana se apresta a poner sitio a Tenochtitlan, la orgullosa capital azteca. La obra, fiel reflejo del mestizaje cultural y racial del virreinato, está estructurada y pensada conforme a los moldes de la historiografía europea, pero los datos que expone se basan en las antiguas pinturas o códices pictográficos. Esta bella síntesis posee una personalidad propia, pues responde a una motivación muy concreta: un incipiente nacionalismo de los novohispanos del siglo XVI. No debe extrañar, pues, que no se encuentren en esta crónica indiana vencedores ni vencidos. Para Ixtlilxochitl, tanto el chichimeca Xolotl, un salvaje similar al bárbaro europeo, como Nezahualcoyotl, el refinado príncipe mexicano, o Juan Pérez de Peraleda, padre del autor, eran mexicanos antes que españoles o indios nahua. Además de su indiscutible valor histórico, la Historia posee una elevada calidad literaria. Alva Ixtlilxochitl, que también cultivó la poesía, da al relato un tono vivo y ágil.
ANALISIS
Fernando de Alva Ixtlilxóchitl es reconocido como descendiente del prestigiado Nezahualcóyotl y como el historiador tetzcocano por excelencia; sin embargo, los estudios que existen sobre su historia personal y la historia que él mismo escribió, en relación con los que hay sobre Garcilaso, son pocos, pero han aportado luces tanto de su obra como de su vida, aunque permanecen aún varios aspectos por conocer. Ocupémonos, por ahora, del contexto en el que vivió, de su ilustre ascendencia, de los cargos que desempeñó en la Nueva España.
Tetzcoco, que significa “en las varas duras y resistentes” fue el nombre resultante de las alteraciones al vocablo de raíz chichimeca Tétzcotl y de su diminutivo, Tetzcotzinco, que era el cerro, al oriente de la Cuenca de México, en cuyas cercanías asentó la capital del pueblo acolhua alrededor de 1318. Con el tiempo se constituyó como uno de los centros de poder más importantes del Altiplano Central de México, para el momento de la Conquista era uno de los integrantes de la Triple Alianza y gozaba de una gran reputación como foco cultural gracias, entre otras cosas, a la fama que alcanzó su gobernante Nezahualcóyotl.
Durante la Conquista los tetzcocanos se aliaron con los españoles. En esta ciudad de notables herencias y larga tradición nace don Fernando no antes de 1578; bautizado bajo el nombre de Hernando Peraleda Ixtlilxóchitl comienza la vida del historiador novohispano, esto es 40 años después que la del Inca Garcilaso en Perú. Existe la posibilidad de que Ixtlilxóchitl haya nacido en Teotihuacan dado que dicho cacicazgo pertenecía a su familia;[1] sin embargo, más allá de la circunstancia de su nacimiento, Ixtlilxóchitl está sustancialmente ligado a lo que había sido el antiguo señorío tetzcocano Para comprender estas divergencias espaciales y temporales hagamos un recorrido, primero por sus relaciones familiares, por el linaje de su madre y a través de los matrimonios de sus abuelas con españoles, para llegar posteriormente caracterizar el contexto colonial en el que vivió don Fernando de Alva.
Descendiente en sexta generación de Nezahualcóyotl, su linaje contaba con una larga historia que se remonta a Xólotl, jefe que había guiado a su pueblo chichimeca hacia el Altiplano central y que fundó lo que llegaría a ser el señorío acolhua.[2] Sus descendientes fueron: Nopaltzin, cuya madre era una mujer de Colhuacan; su hijo Tlotzin, emparentado con los chalcas vía materna; Quinatzin con quien los acolhuas llegan a Tetzcoco para comenzar su expansión territorial y la dominación de otros pueblos. Techotlala, el sucesor de Quinatzin, se casa con Matlacihuatzin, sobrina de Chimalpopoca, gobernante de México Tenochtitlan y de su matrimonio nace Ixtlilxóchitl “el viejo” a quien le tocó sufrir, junto con su pueblo, el abandono de sus antiguos aliados y con ello la derrota definitiva ante los tepanecas encabezados por Tezozómoc.
El linaje de los señores tetzcocanos, hasta este punto había sido el resultado del enlace de diferentes tradiciones; a partir de estratégicos matrimonios el grupo chichimeca había conseguido integrarse a la dinámica política y cultural nahua de la Cuenca de México; había consolidado un señorío de importancia y se consagraba dentro de las nuevas hegemonías que determinaban áreas de influencia específicas. Pero la supremacía y dominación de Azcapotzalco sobre varios de estos señoríos, incluyendo el tenochca, provocó con el tiempo y ante coyunturas específicas nuevas alianzas y un reacomodo en la organización política al cual,
Nezahualcóyotl contribuyó de manera importante.
Escondido en la copa de un árbol Nezahualcóyotl vio morir a su padre a manos de los tepanecas, después de los cual se mantuvo lejos de Tetzcoco y huyó durante diez años, hasta que sus tías, señoras tenochcas, negociaron con
Tezozómoc un periodo de paz. Mientras tanto, Azcapotzalco padecía el conflicto entre los hermanos Maxtla y Tayatzin por la sucesión en el gobierno, quedando el primero triunfador. Maxtla estropea las relaciones con Mexico-Tenochtitlan al intentar quitarle los privilegios que su padre había otorgado a los tenochcas y al apresar al gobernante Chimalpopoca. A la muerte de éste lo sucede Izcóatl y con él se inicia el periodo de conformación de una nueva alianza para deshacerse del yugo tepaneca, al final vencen los aliados. En la historia que escribe Ixtlilxóchitl, esta guerra tenía como motivo principal vengar la muerte de Ixtlilxóchitl el viejo, mientras que en otras fuentes como la de Diego Durán el episodio exalta la participación mexica, su valentía y belicosidad. A partir de este triunfo se consolida la llamada Triple Alianza, aunque Tlacopan se une más tarde, y comienza un periodo de importante expansión territorial.
[pic 1]
Árbol genealógico de Fernando de Alva Ixtlilxóchitl.[3]
Fernando de Alva Ixtlilxóchitl estaba vinculado a un grupo social específico que en la época prehispánica había sido la cumbre de la pirámide social y que como el resto de las estructuras sociales, económicas, políticas y culturales, sufrieron violentas transformaciones después de la Conquista. Sin embargo, no debemos olvidar que al ser tetzcocano los cambios y las funciones que adquirieron fueron muy distintas de las que sufrió el grupo de poder tenochca. La llamada nobleza indígena funcionó en un primer momento como intermediaria entre las instituciones españolas y los indios contribuyendo de esta manera a la formación y consolidación del sistema colonial. En una segunda etapa, paulatinamente fue perdiendo su posición e importancia y con ello, los privilegios que se le habían reconocido hasta entonces llegaron eventualmente a su desaparición. Ixtlilxóchitl, al igual que otros cronistas descendientes de la nobleza indígena, como Hernando Alvarado Tezozómoc, vivieron este proceso de manera directa lo cual indudablemente influyó en las historias que escribieron. Solamente haciendo esbozo de las decadentes circunstancias por las que atravesaba su familia y su grupo social en general, podremos comenzar una explicación que incluya el contexto para describir los motivos que tuvo el autor para escribir su pasado, la manera en la que lo hace y el empeño que pone para preservar su estirpe.
La sociedad nahua del siglo XVI estaba dividida en dos grandes grupos, los macehualtin, y los pipiltin. Los primeros constituían la base de la pirámide social, eran la mayor parte del pueblo, aquellos que “con su trabajo sostenían toda la carga del aparato estatal.”[4]
Los pipiltin constituían el grupo dirigente, ocupaban los principales puestos de la organización social, tanto en la administración, como en lo militar y el sacerdocio. Sus funciones incluían la organización de la producción, del trabajo agrícola y de las obras públicas, administraban justicia y protegían las redes comerciales. Gran parte de su poder residía en el profundo conocimiento que tenían de los dioses, del sistema calendárico y por la facultad que poseían para organizar los rituales y ceremonias religiosas, todas ellas actividades indispensables en la medida en que aseguraban, la gracia divina, el orden del universo y el buen funcionamiento del mundo.[5] Entre los privilegios que disfrutaban, encontramos la exención del trabajo agrícola, el goce de los tributos de los macehualtin y de servicios personales, el derecho exclusivo a la utilización de objetos de lujo, lo cual propiciaba la existencia de un grupo de artesanos especializados que producían dichos bienes; de manera que el privilegio tenía al mismo tiempo una función económica importante.
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