Infidelidad
dallasford29 de Octubre de 2013
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Variados estudios realizados, han evidenciado la tendencia de los seres humanos a tener a lo largo de su vida, más de una pareja sexual (Schmitt & Buss, 1996 y Van Der Berghe, 1979, en Romero, Cruz y Díaz, 2008). La inclinación antes mencionada, si bien es mal vista e incluso sancionada socialmente, continúa en aumento a nivel mundial, siendo actualmente uno de los principales gatillantes en las causas de divorcio (Romero, Cruz y Díaz, 2008).
Si bien los porcentajes de infidelidad y de divorcios ocurridos por esta causa pudieran ser medidos, escasamente se podrá dimensionar en su totalidad, los efectos psicológicos y sociales que tales acciones conllevan para los miembros integrantes de la pareja, tanto para aquél que ha sido el protagonista como para su cónyuge, además de las implicancias para los hijos y demás familia extendida, constituyéndose de este modo, en el desencadenante de diversos cuadros de atención psicológica posterior.
Según Zumaya (2008), en la infidelidad se pone en juego la identidad completa de quien ha sido traicionado, experiencia que altera la dinámica familiar y personal, siendo luego acrecentada por el dolor de la pérdida de exclusividad tanto sexual y/o emocional ante la pareja . Desde allí en adelante, comienza la búsqueda de explicaciones que permitan comprender tal comportamiento, concluyendo por lo general, que éste dice relación con la pérdida de afecto e interés por el cónyuge, dificultando de manera importante la superación de la problemática.
De este modo, lo que pretende esta investigación, es conocer las narrativas subyacentes al concepto de infidelidad, por parte de ambos miembros de la pareja, tendiente a comprender tal comportamiento como el resultado de una determinada concepción al respecto y no necesariamente con una connotación negativa como suele suceder, con las consiguientes consecuencias que dificultan el proceso de reparación de la relación de pareja.
FORMULACIÓN DEL PROBLEMA (ANTECEDENTES)
En lo que concierne a nuestro país, según Vitteri (2011), la infidelidad ha sido la principal causa de divorcios entre los años 2005 al 2010, periodo en que, según las estadísticas existentes, 6 de cada 10 matrimonios, se separaban por infidelidad de uno de los cónyuges.
Siguiendo al mismo autor, en el último tiempo se ha podido observar una disminución de tales cifras, la que a su juicio, no significa que los infieles o engaños hayan descendido, sino más bien que ha aumentado la presencia de cónyuges que evitan la separación, debido a su pertenencia a estratos sociales altos y por lo tanto, a ciertos estándares de calidad de vida que desean ser mantenidos y que podrían variar de producirse la separación (Vitteri, 2012).
El estudio realizado por Vitteri (2012), continúa afirmando que este fenómeno sostenido y progresivo en el tiempo, permite, al ser analizado en detalle, concluir que su concreción variará según la existencia de múltiples factores, tales como cantidad de años de casados, nivel socioeconómico, edad de los cónyuges, situación laboral, nivel de escolaridad, tipo de relación con la pareja actual, entre otros.
De este modo, la infidelidad aparece, según la visión de algunos, como el factor que surge y viene a poner fin a las expectativas que llevaron a la unión de la pareja, sin lograr el reconocimiento de ésta quizá como la punta de iceberg, siendo otras las razones subyacentes de tal comportamiento.
Desde la ocurrencia del episodio de infidelidad, se suele concluir la existencia de una víctima y un victimario, entendiendo por éste último, la persona que la ejerce y por víctima, su cónyuge, posición cultural polarizada que impide ver la verdadera profundidad del fenómeno, reduciéndolo a una problemática de dos y que por lo tanto, es esperable que sea solucionada o definida por éstos, siendo etiquetado socialmente de allí en adelante, uno como el bueno o víctima y el otro como el malo o victimario.
Así, teñido de manera considerable por el estigma social existente al respecto, cada uno de los miembros de la pareja comienza a experimentar los efectos posteriores al conocimiento del comportamiento infiel, siendo común encontrar en la parte “víctima”, cuestionamientos respectos de su valía, posibles descensos en su nivel de autoestima, sentimiento de desconfianza y desesperanza respecto del cumplimiento de las expectativas iniciales de la relación de pareja, los cuales podrían variar en la medida en que se conoce la comprensión que su compañero (a), tiene respecto de la infidelidad, la cual no necesariamente pudiera relacionarse con falta de afecto.
Es importante destacar además, cómo la estructura social y económica en la que nos encontramos insertos, contribuye de manera importante a la existencia de la infidelidad, permitiendo pensar de esta manera, que ya no se trataría únicamente de un comportamiento intencionado individual, sino de uno también contribuido por la sociedad en su conjunto. Por mencionar sólo un ejemplo de esto, figura el escaso tiempo que las familias comparten juntas, debido a la necesidad de trabajar largas jornadas laborales, a fin de poder conseguir los recursos materiales que permitan satisfacer las necesidades económicas del grupo, permaneciendo más tiempo en las empresas y con sus compañeros de trabajo, que en sus propios hogares, con la consiguiente insatisfacción personal, conyugal y familiar y la posible visión de la infidelidad, como el espacio en que el protagonista puede sentirse libre de las presiones del mundo en el cual se encuentra inserto.
Al reparar en la trascendencia colectiva que pudiera tener un acto de infidelidad, pareciera lógica la conveniencia de la fidelidad, no obstante, al reparar en los estudios al respecto y más adelante señalados (Vitteri, 2012), cabe preguntarse, ¿Qué lleva a alguien entonces a incurrir en tal práctica? ¿Cuáles son las concepciones de infidelidad que se encuentran a la base de tal comportamiento? ¿Qué lecturas se hacen del fenómeno de la infidelidad, según la posición en la que nos encontremos?
Las interrogantes antes propuestas, pretenden encontrar respuesta en la presente investigación, en la cual se proyecta conocer las narrativas que surgen como explicación del fenómeno de la infidelidad, tanto en aquel que busca una nueva pareja, como en su cónyuge.
RELEVANCIA DEL PROBLEMA
Pese a que profesamos que la familia es la unidad fundamental de la sociedad, la mayoría de las investigaciones existentes se observan focalizadas en la conducta infiel y sus consecuencias (Harmatz & Novac, 1983; Kinsey, 1953; Bunk & Dijkstra, 200, en Rivera et al. 2011), sin detenerse a profundizar en el concepto personal que posee quien que la ejerce, ya que es posible, que ésta pueda observar en ella un lado positivo que no es visto por el entorno, lo que permitiría explicar tal comportamiento en cada caso y por lo tanto, facilitaría un abordaje terapéutico focalizado y con más posibilidades de resultados positivos.
Por lo antes expuesto, se considera relevante la realización de este estudio, en tanto, cuenta con relevancia:
Social, en la medida en que se focalizará en el estudio de un fenómeno de reconocida influencia colectiva, en tanto afecta no sólo a la persona que lo protagoniza, sino también a su cónyuge, hijos, familia extendida, pareja extramarital y la sociedad en su conjunto, con la multiplicidad de alteraciones que pudiera provocar en la vida de los antes mencionados. Así, de llevarse a cabo el estudio, no sólo se beneficiaría quien la haya ejercido, sino también aquellos ámbitos que se encuentran directa o indirectamente relacionados con él, como por ejemplo, el Establecimiento Educacional en el que estudian sus hijos o la empresa donde labora él/ella o la pareja, pues no podrán rendir en la misma forma que lo harían si no estuvieran experimentando tal situación.
Práctica, ya que los resultados del estudio permitirán en el área clínica, el diseño y aplicación de estrategias focalizadas de acuerdo a la visión particular de infidelidad de cada persona, contribuyendo con esto a la aplicación de tratamientos de acuerdo a las características específicas de cada consultante, con el consiguiente resultado positivo, en la medida en que éste se siente más atendido y comprendido por el terapeuta. Así, gradualmente se podría pasar de un abordaje de la infidelidad o sus derivados (baja autoestima, sentimiento de culpa, etc.), de un modo general, a uno personal, disminuyendo los tiempos de recuperación de los involucrados en el tema.
Teórica, ya que facilitará una aproximación más comprensiva y sistémica de la infidelidad, en la medida en que fomentaría un cambio gradual de paradigma del mismo, ya que aportaría información relativa a la existencia en la pareja de concepciones distintas de un mismo concepto, la influencia de éste en el comportamiento, en la posterior interpretación de la conducta y especialmente, en el tiempo que tome para superarlo y la forma en que lo haga. Lo anterior, permitiría dejar de
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