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Kant Y Los Valores


Enviado por   •  12 de Mayo de 2012  •  4.690 Palabras (19 Páginas)  •  1.787 Visitas

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Introduccion

Los profundos y complejos problemas de nuestra época son de tal magnitud que frente a ellos, no podemos sino sentir el miedo y la incertidumbre, la ansiedad de tener que comenzar de nuevo, la añoranza de una cierta estabilidad perdida, la desilusión y el desconcierto por un presente lleno de violencia y miseria,corrupcion, intolerancia, racismo, terrorismo, destrucción del ambiente. Los grandes mitos de la Modernidad, la esperanza en sociedades justas y la idea de una Historia que se dirige hacia la consecución de la felicidad humana, se han derrumbado.

La humanidad se enfrenta hoy a problemas de gran complejidad generados por el llamado proceso “civilizatorio”, propio de la racionalidad moderna, cuya solución es de gran trascendencia para el presente y las venideras generaciones. El paradigma racionalista de la modernidad nos ha sumido en una profunda crisis y falta de una etica reguladora, por tanto, es preciso su cuestionamiento; sin duda que el término crisis es el que mejor define nuestro presente histórico. Los numerosos conflictos de orden económico, social, educativo, político, ambiental, ideológico y cultural, interactuando unos sobre otros.

Si bien es cierto que la razón, elevada a suprema fuerza emancipadora, ha permitido secularizar la cultura y la sociedad, liberando al hombre del oscurantismo opresor, también es verdad que el conocimiento científico técnico se ha venido convirtiendo en la razón instrumental, guiada por los únicos criterios de eficacia y éxito, en los que el hombre es entregado al imperio de poderes burocráticos y económicos.

En esta perspectiva, la crisis de la educación es una crisis fundamentalmente humana, que se manifiesta en un proceso paulatino de desensibilizacion a lo humano.

Marco teorico

Para tratar la pedagogía de Immanuel Kant es imprescindible introducirse a ella desde la perspectiva de la Ilustración con la que Kant coincide.

Kant, contemporaneo de la Ilustración, autor del ensayo ¿Qué es la Ilustración? de 1784, que puede considerarse el manifiesto del proyecto iluminista. Sin embargo, es necesario decir que si bien la inclusión de Kant dentro de la Modernidad es necesaria, su figura no es suficiente para abarcarla, debido a la variedad de ideas que circulaban durante la época que provocan problemas de definición y periodización del momento histórico. Por eso en primer lugar es necesario introducir los conceptos de disciplina y libertad desde la perspectiva moderna, para lo que se requiere buscar una lista de características determinantes de la Ilustración que sirvan de denominador común a todos los temas que se trataban en el período.

Una de las características determinantes de la Ilustración es el impulso universalista. Éste tiene implicanciones para el juicio práctico, es decir, en lo que tiene que ver con lo moral y social, y para la teoría sobre la naturaleza humana. Las personas o agentes morales son definidos en términos de ciertas características universales que comparten. Los derechos del individuo dependen entonces del reconocimiento de un yo universal, es decir, lo que pueden esperar de los otros individuos se basa en esas características universales que saben que posen en común. a su vez ese yo universal tiene como rasgo distintivo la libertad, que permite esa universalización a través del uso de la razón libre.

Por otra parte, en la Doctrina de la virtud de la Metafísica de las Costumbres[1] Kant presenta a la disciplina como una virtud que implica la autocoacción, es decir, la imposición del propio sujeto a sí mismo de la ley moral. Kant concibe a todo ser racional, en virtud de esta condición, como poseedor de una voluntad autónoma, capaz de autolegislar en concordancia con la ley moral. Eso es lo que la distingue como voluntad libre, debido a que es capaz de someterse a sus propias leyes. De esta manera, disciplina y libertad se presentan como dos conceptos mutuamente requeridos. El deber, núcleo deontológico de la ética kantiana, solamente es posible como consecuencia de la libertad; la autonomía que asegura la autocoacción es una manifestación de la libertad, como se muestra en la Crítica de la Razón Práctica[2] y en la Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres[1]. Pero en la medida en que como producto de la libertad el sujeto tiene la capacidad de proponerse fines, se vuelve necesario poder discriminar entre los fines que son propios de la naturaleza del hombre y los que surgen de una constricción de la voluntad. Solamente estos últimos califican como morales ya que son fruto de la capacidad autolegisladora del hombre. La libertad implica autocoacción, el dominio de las inclinaciones como forma de alcanzar los fines propios de la razón[2] y en esto consiste la disciplina, por eso es posible decir que en la filosofia de kant sin una no existiria la otra.

La posibilidad de discernir entre los fines que la libertad se propone requiere una diferenciación inherente a los fines, ya que de no ser así todos los fines valdrían por igual, y sin fines que valieran en sí no sería posible la constricción a través del imperativo categórico. La razón busca defenderse de la influencia de las inclinaciones sensibles que nos impulsan a ciertos fines, por lo cual es necesario que proponga su propio fin, un fin moral, un fin de la razón pura, objetivamente necesario. Según Kant, existen fines que tendrían esta característica de valer en sí, y por lo tanto serían objetos del libre arbitrio que debemos proponernos; éstos son fines que a la vez son deber. Esos fines son los seres humanos, porque cada uno de ellos debe tratarse a sí mismo y tratar a todos los demás, nunca como simples medios, sino como fines en sí mismos. El imperativo categórico, entonces, convierte a la humanidad en fin moral En este momento se introduce la dimensión teleológica de la ética kantiana en la Metafísica de las costumbres. donde se presenta este fin propio de la razón. Esto permite hablar de una teleología eleuteronómica como parte de la ampliación de la ética kantiana desde la deontología a la teleología, es decir, de una ética puramente del deber a una ética de fines.

Aqui queda todo en manos de el sujeto, porque es él quién debe decidir cómo y cuándo se debe obrar con vistas al fin que es a su vez deber, y será él también quien en caso de conflicto entre máximas positivas decida por cuál optar. El principio rector de la teleología será entonces: “obra según una máxima de fines tales que proponérselos puede ser para cada uno una ley universal”[1]. El fin deja de ser meramente limitativo para ser propositivo, y este humanismo eleuteronómico de la Metafísica de las Costumbres convierte a la ética kantiana en una verdadera

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