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LA PESTE BUBONICA EN MAZATLÁN


Enviado por   •  4 de Marzo de 2014  •  3.290 Palabras (14 Páginas)  •  495 Visitas

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LA PESTE BUBONICA EN MAZATLÁN

En la siguiente lectura se da un breve descripción de lo que fue un mal momento para el puerto de Mazatlán. La significación social de la epidemia de peste en los estados de Sinaloa y parte de Baja California, en 1902-1903, así como la campaña sanitaria organizada para combatirla, que fue la primera en México, basada en los emergentes campos científicos de la microbiología, la inmunología y la medicina tropical, y también la primera en que un estado cedió la dirección de las actividades sanitarias al Gobierno Federal, quiere decir que la burocracia sanitaria y las autoridades políticas recurrieron a la persuasión, pero sobre todo a la compulsión, y sobre todo a las formas de resistencia con que la población se opuso a las medidas sanitarias. Se puede mencionar que la campaña en 1902-1903 contra la peste sirvió de modelo para las campañas sanitarias posteriores en el país.

La epidemia hizo que todos los ojos se volvieran hacia las condiciones higiénicas de Mazatlán. Decía un periódico: “La fatalidad, más bien dicho, la falta de higiene pública, hizo que una epidemia aún no definida se enseñara en la población” .Responsabilizaban al gobierno federal por la falta de drenaje en la ciudad, ya que Mazatlán pagaba a aquel por derechos de importación más de un millón de pesos anuales, gran parte de los cuales se empleaban para obras de ornato en la capital.

En Mazatlán la clase privilegiada vivía en zonas que contaban con red de agua potable, planta de energía eléctrica, servicio de teléfono y transporte colectivo de mulas o de vapor; pero en otras áreas, las habitaciones se habían extendido entre cerros y marismas, rodeadas de lagunas, esteros y muladares; las calles eran estrechas y sucias; la mayoría de las casas eran oscuras, húmedas y mal ventiladas, y muchas viviendas tenían albañales que echaban sus desechos a la playa.

El medico Leopoldo Ortega, Martiniano Carbajal, y sus colegas Hatton, Urrea, Moya entre otros quien se convocaron a una junta privada, para preguntarles su opinión sobre la enfermedad reinante.

La reunión se realizó el 12 de diciembre, y los médicos, que decían haber visto 19 casos, concluyeron que se trataba de “paludismo de forma insólita” y como tratamiento, propusieron baños fríos e inyecciones hipodérmicas de quinina.

A diferencia de los médicos, la población reaccionó con alarma. El 10 de diciembre, El correo de la tarde informo que había preocupación en la ciudad por una epidemia que la gente denominaba “chaquetilla”; y unos días después, aseguraba:” Los vecinos ven con lente de aumento la enfermedad y se imaginan que somos presa de la terrible peste de Oriente”. En realidad -aclaraba- se trataba de “casos de paludismo que reviste una forma diferente”. Según el periódico, hacía mas estragos el medio que la enfermedad; sólo debían preocuparse aquellos que no seguían las reglas de la higiene, y ponía como ejemplo la entonces reciente epidemia de fiebre amarilla en Orizaba, que -decía- no había atacado sino a los deseados. El popular comentaba que se había extendido la alarma por la presencia en el puerto de un fiebre que habían dado en llamar bubónica, y proponía poner en cuarentena a los rumores.

¿ESTADO DE PESTE O DE SITIO?

En 1902, Mazatlán – que contaba con 18 000 habitantes – era el principal puerto de Sinaloa, y el que representaba la mas importante fuente de ingresos para el estado. Había en él una numerosa colonia extranjera, integrada por empresarios, banqueros, comerciantes, industriales y profesionistas. De 1877 a 1902, el valor de las exportaciones en el puerto había aumentado 120%. por el puerto de Mazatlán salían exportaciones de metales preciosos, azúcar, tabaco labrado, mantas y jabón; y se importaban textiles, vinos ,loza, papel, abarrotes, maquinaria y material ferroviario. La epidemia de fiebre amarilla de 1833 (durante la cual falleció la cantante de ópera Ángela peralta) había cegado la actividad comercial del puerto, y éste había tardado mucho en recuperarse. Por eso, los comerciantes estuvieron muy atentos al desarrollo de la enfermedad y los facultativos no creían que la enfermedad reinante fuese la peste.

Aunque las autoridades políticas tampoco reconocían que la peste hubiera invalido la ciudad , con la finalidad de calmar los ánimos, desde principios de diciembre nombraron a dos médicos responsables para cada uno de los seis cuarteles en que estaba dividido Mazatlán, demandaron a la abastecedora de agua en el puerto que limpiara las tuberías, desecaron pantanos, destinaron lugares para el lavado de cabellos, y organizaron faenas con reos criminales custodiados por agentes de policía que se ocuparon de limpiar las calles .

ORDENES SUPERIORES

ANIQUILAR LA ENFERMEDAD

La primera noticia sobre la existencia de peste en la República Mexicana la tuvo Eduardo Liceaga (presidente del Consejo Superior de Salubridad de México, entonces máximo organismo sanitario) en Nueva Orleáns, donde se estaba llevando a cabo la reunión de la Asociación Americana, Canadiense, Mexicana y Cubana de Salubridad Pública. Walter Wyman (cirujano general del Departamento de Salud Pública y del Servicio de Hospitales de Marina de Estados Unidos) le comunico el 11 de diciembre que en Ensenada de Todos los Santos, de la Baja California, había aparecido la enfermedad, y propuso que Samuel B. Grubbs (médico del Laboratorio de Bacteriología de aquel Departamento) fuera enviado a Ensenada. El gobierno Mexicano accedió.

A pesar de de la opinión de los médicos de Mazatlán, José María Dávila (médico delegado del Consejo de Salubridad den el puerto), envió el 13 de diciembre un telegrama al doctor Liceaga: “[...] han aparecido algunos casos con infartos ganglinares inflamatorios, terminados algunos por superación, ora en la ingle, ora en la axila o en el cuello [...] Por carta recibida hoy de Ensenada sé de manera fidedigna que ahí existe enfermedad igual”. Liceaga le respondía de inmediato que, cualquiera que fuera la afección a que aludía, se pusiera de acuerdo con las autoridades locales para hacer aislamiento rigurosísimo de los enfermos y de quienes hubieran estado en contacto con ellos, sin tomar en consideración sexo, edad o condición social; desinfección de habitaciones, ropas de uso y de cama; combate a ratas, ratones y pulgas; aseo de la ciudad y de las casas, y cremación de la basura; inspección domiciliaria para buscar a los enfermos; incineración de casas susceptibles de desinfección perfecta, y enterramiento de cadáveres de epidemiados -como entonces

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