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La Era Porfirista


Enviado por   •  12 de Marzo de 2014  •  4.292 Palabras (18 Páginas)  •  745 Visitas

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LA ERA PORFIRISTA

Características generales

La etapa porfirista representa, en lo político, la era de un dictador decidido primero a imponer el orden y después a mantenerse en el poder, desdeñando el principio de no reelección que él mismo había institucionalizado.

En el aspecto económico, el porfiriato introdujo a México en el marco de la independencia imperialista, y dio comienzo a la industrialización.

En el ámbito social, el porfiriato se caracterizó por sus agudos contrastes; por un lado, las altas clases sociales y una clase media emergente, y por otro, los trabajadores obligados a trabajar en condiciones de severa explotación.

El aspecto cultural muestra, en el renglón educativo, la persistencia del positivismo como filosofía al servicio de la industrialización, exigiendo el requisito del orden para alcanzar el progreso.

Primer periodo presidencial de Porfirio Díaz

Política interna

El general Porfirio Díaz se hizo del poder ejecutivo en mayo de 1877. En su primera gestión administrativa, Díaz procuró apegarse a las normas legales y al principio de no reelección que lo había llevado al poder y que fue incluido en la constitución en el artículo 78.

A partir de este primer gobierno, Díaz empezó a dar muestras de su habilidad como estratega político. Entre los miembros de su gabinete destacaba Justo Benítez, hábil político defensor del liberalismo republicano, quien se valió de su amistad con Porfirio Díaz para dominar el escenario político, con la intención de preparar su propio camino al poder. Pero Díaz manejó hábilmente un doble juego; mantuvo una abierta autonomía del congreso, mientras dejaba que Benítez y su grupo se hicieran de enemigos políticos por discusiones acaloradas que les fueron restando popularidad.

Medidas de pacificación

Cuando Porfirio Díaz llegó al poder, la situación del país no podía considerarse estable; todavía existían las marcadas rivalidades políticas que habían perturbado la paz durante la república restaurada, y a ellas se habían sumado las acciones lerdistas e iglesistas contra las que habían luchada la revolución de Tuxtepec. Había además una rivalidad entre los viejos liberales de la etapa anterior y los jóvenes de ideas nuevas que deseaban desplazarlos. La unión de aquellos elementos desiguales eran imprescindibles para el presidente Díaz a fin de alcanzar la ansiada estabilidad política del país, condición necesaria para llevar a cabo la reforma económica, planeada pero no lograda por los gobiernos de Juárez y de Sebastián Lerdo de Tejada.

Ante la persistencia de rebeliones y disturbios, Díaz adoptó medidas represivas mediante las temidas guardias rurales.

Manuel Mier y Teran

La pacificación se fue logrando aunque las medidas fueron extremas en muchos casos, pues las tropas abusaron de su fuerza contra gente inocente. La paz porfiriana iba asiéndose sentir. De aquella campaña de pasificación sobresale una anécdota: las palabras supuestamente expresadas por Díaz en un intelegrama enviado como respuesta a la pregunta del gobernador de Veracruz Manuel Mier y Terán sobre lo que debía hacer con nueve comerciantes acusados de conspirar a favor de Lerdo. La respuesta de Díaz seria “Mátalos en caliente”. No hay certeza de que el presidente en verdad diera tal orden al gobernador; incluso, algunos historiadores hablan de una interpretación cablegráfica equivocada, pero cierto o no, ese suceso, ocurrido en el año 1879, quedó en la historia como en el símbolo de la represión porfirista. Practicada desde su primer mandato presidencial.

La estrategia porfirista de la “amificación”, derivada de la política de “pan o palo”, fue el medio más eficaz para la concentración del poder político y el logro del orden interno.

Sucesión presidencial en 1880

Díaz se puso a conjugar el peligro que representaban los caciques para el control del país, mediante la práctica de la amificación hacia quienes, en muchos casos, eran al mismo tiempo gobernador de su respectivo estado.

Tras el desprestigio de Benítez, algunos de sus seguidores propusieron la reelección de Díaz por una sola vez, pero este rechazó la propuesta porque, según dijo, iba en contra del espíritu de la revolución de Tuxtepec.

Presidencia exterior

En lo que se refiere a relaciones exteriores, Díaz enfrentó serios problemas al comienzo de su gobierno. Desde la restauración de la república, México Había roto relaciones con Francia, España e Inglaterra, y con las naciones que reconocieron al Imperio de Maximiliano. Esa ruptura persistía en 1877, y formaba parte del cúmulo de problemas que Díaz heredaba de sus predecesores.

La cuestión más delicada se centraba en el hecho de Estados Unidos Había suspendido las relaciones diplomáticas con México al caer Lerdo y ascender Díaz al poder, lo cual significaba que el gobierno estadounidense no reconocía al nuevo presidente lo cual significaba que el gobierno estadounidense no reconocía al nuevo presidente mexicano. El reconocimiento de Estados Unidos era imprescindible, pues era la única potencia occidental de México había mantenido relaciones después de la caída del Imperio de Maximiliano.

Porfirio Díaz tuvo cuidado de no dar pretexto al gobierno de Estados Unidos para la intervención del reconocimiento oficial de ese país.

Presidencia de Manuel González

Al comienzo de su gobierno, González había declarado que actuaría bajo la supervisión de Díaz, y su fidelidad hasta éste habría de mantenerse por todo el cuatrienio; pero en los primero meses la influencia de Díaz fue demasiado notoria. González le avía otorgado el cargo de secretario de fomento, y su presencia en el gabinete hacía tan obvia su intención de manipular al presidente, que provocó la sospecha de que Díaz su cargo para convertirse en el hombre indispensable de González y sucederlo en la presidencia. Las fuertes Críticas obligaron a Díaz a su puesto y aceptar la gubernatura de Oaxaca que se le ofrecía, cargo que desempeñó hasta 1883 cuando se retiró a la vida privada. Pero habría de regresar a la capital al acercarse el tiempo de la sucesión presidencial.

Desde los primeros meses el gobierno de González había de adquirir características propias, aunque siempre dentro de la línea marcada por su antecesor.

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