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La Subcultura Del Narco


Enviado por   •  28 de Mayo de 2015  •  3.073 Palabras (13 Páginas)  •  603 Visitas

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La subcultura del narco: La fuerza de la transgresión

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El narcotráfico en nuestros días se ha convertido en un símbolo de Sinaloa, tanto es así que esto ha llegado a crear una cultura dentro de nuestra sociedad y en la forma en que se vive en Sinaloa no solo es que el narcotráfico además de ser algo inmoral, no por las olas de crímenes la inseguridad la delincuencia y todo lo que proceda a el narco tráfico a sido motivo de que la población viva en un miedo y se turbe al ver a alguien que realiza esta profesión llámese; sicarios, narcomenudeo, o todo tipo de trabajos que obren estas personas de los altos mandos ya que el narcotráfico no atribuye significativamente a Sinaloa si no que se expande a nivel global no es solo a nivel estado si no que en todo el mundo existen personas que llevan a esto, induciendo a los jóvenes a la drogadicción reclutando personas para realizar venta de drogas y/o asesinar a alguien por dicha suma, es menester destacar que aunque este problema el gobierno busca ponerle fin existen personas corruptas dentro del mismo que trabajan junto a estas personas impidiendo facilitar la captura de un capo o uno de los líderes de algún cartel, algunos cuentan que dichos carteles son tan poderosos que prácticamente tienen invulnerabilidad diplomática en su país para operar libremente, en torno a los plantíos de mariguana y del tráfico de estupefacientes, se ha llegado a construir en esta región una especie de nueva cultura fincada en las tradiciones populares locales. Paulatinamente grupos de bandas organizadas fueron fortaleciendo sus intereses y ampliando sus áreas de arraigo, fuerza, poder e influencia.

El narcotráfico no es un problema que se erradique de la noche a la mañana más sin embargo, al arrestar algún líder de algún cartel las mismas personas solicitan su liberación algún motivo tendrán estas personas para apoyar a este tipo de personas la voz del pueblo se hace sonar en todo momento tanto como el desprecio o el apoyo a estos líderes del narcotráfico.

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Durante casi todo el siglo XX paulatinamente se fue ampliando en México el poder de bandas organizadas dedicadas inicialmente al plantío de mariguana y luego de amapola, así como al tráfico de estupefacientes, localizados en algunos estados principalmente en Sinaloa, que luego se extendieron a otros territorios. Los intereses de tales actividades necesariamente implicaron el fortalecimiento de las bandas o carteles y la ampliación de sus áreas de arraigo, de fuerza, poder e influencia, lo que trajo aparejado y de manera simultánea una interrelación con las comunidades donde ha operado y opera habitualmente.

Evidentemente se ha ido moldeando y estructurando toda una configuración social entre los narcos y las comunidades que sirven a sus intereses, particularmente agricultores dedicados a la siembra de mariguana y amapola, y demás pobladores que directa o indirectamente dependen de tales actividades. Tal red de dependencias mutuas e interacciones, que implican relaciones de poder y fuerza, intereses económicos y comerciales, patrones de vinculación y socialización, valores y conductas, hábitos y costumbres, también se manifiesta en sus representaciones culturales y religiosas.

Aparte del confinamiento geográfico que dificulta el acceso a muchas de esas poblaciones serranas, cada habitante puede ser un vigilante, un correo y un defensor que suele advertir sobre ciertos peligros para los demás, que son igualmente riesgos para sí mismos, y para los grupos familiares incluidos mujeres y niños, vinculados a la siembra de marihuana o amapola.

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En las pequeñas poblaciones de la zona serrana de Sinaloa (a lo largo del complejo montañoso de la Sierra Madre), marginadas y distantes de los principales centros urbanos, tanto en el sur como en centro y en el norte, los habitantes, unidos en general por la cercanía espacial, por la vecindad, por los lazos sanguíneos y los vínculos sociales de amistad y compadrazgo, las prácticas sociales y laborales van enfocándose hacia la construcción de estamentos cerrados, a los que luego, difícilmente, otros individuos podrían acceder. Y se van aprendiendo y compartiendo acciones, labores, tendencias, ideas y metas, por elementales que éstas puedan ser.

En las faenas de la siembra, el cuidado de la misma y las cosechas, que ocurren una, dos e incluso hasta tres veces por año dependiendo de las características orográficas, pluviales, la calidad de la tierra y los implementos tecnológicos, los habitantes de las rancherías y pequeños poblados, empero, viven en constante tensión, dada la naturaleza de su actividad. El acecho y el asedio de brigadas policíacas y militares son una permanente amenaza, algo que los pobladores tienen siempre presente. Aunque también confían en que sus líderes, sus “patrones”, los “financieros” o sus representantes internos y externos hayan podido prever y arreglar con anticipación los vínculos con los jefes de las corporaciones oficiales.

En este el que están latentes las delaciones, las traiciones y los “agandalles”, para los pobladores, además de los riesgos compartidos, el esfuerzo común, la solidaridad y la “secrecía”, se van solidificando valores como los de la valentía, la

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lealtad y el honor, los cuales se ponen a prueba en los difíciles trances frente a las fuerzas del orden (policías municipales, estatales, federales, además de los militares), o frente a otros grupos de productores de los poblados vecinos.

Quizá los narcocorridos constituyan la expresión más notoria de la subcultura del narco, probablemente por la enorme popularidad alcanzada gracias en buena medida a los mass media, particularmente la radio y los videos, pero también podemos identificar otras manifestaciones en el culto a Jesús Malverde o a la Santa Muerte a través de sus creencias sincréticas mágico-religiosas y la iconografía simbólica que las acompaña. Asimismo, la manera de vestir, ataviarse, tatuarse y adornarse, constituye una moda narco, así como los giros del lenguaje o comunicación gestual que emplean, las armas doradas y enjoyadas que se mandan hacer y otras tantas representaciones que forman parte de su subcultura y folclor, cada vez más extendidos en el país y allende sus fronteras.

"Como una hiedra florida, el mundo de las drogas, en tanto fenómeno social, histórica y políticamente construido, ha terminado por invadir múltiples escenarios y la mayor parte de los territorios significativos de la vida regional.”

En esta historia, en el estado del noroccidente de México, distintos agrupamientos transgresores y decenas de líderes facciosos se constituyeron en expresión de su

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hábitat sociocultural, en afiches de su propio campo social delictivo y

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