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La Vuelta A Las Raices- Jean Franco


Enviado por   •  4 de Noviembre de 2014  •  2.960 Palabras (12 Páginas)  •  291 Visitas

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LA VUELTA A LAS RAICES: EL NACIONALISMO CULTURAL. JEAN FRANCO.

La generación arielistica se concebía a si misma como la minoría selecta necesaria para conducir a a sus semejantes hacia un modelo de civilización europea. Pero hacia 1918, la creencia en la superioridad de los sistemas culturales y sociales de Europa se había desvanecido. Después de 1918, cuando se produce el fracaso por parte de Europa de continuar como ideal de los artistas latinoamericanos, volcándose éstos a enrolarse entre sus propias raíces. Es en la década del 20", cuando músicos, escritores, pintores y otros artistas, comenzaron a encontrar en sus tierras y en los pueblos indígenas los caracteres que estaba perdiendo Europa. La fecha de 1918, como comienzo de las nuevas búsquedas de los artistas latinoamericanos en sus propios orígenes, no es ajena a lo que significaba el término de la primera guerra mundial. El socialista argentino José Ingenieros (1877-1925) calificaba el final de ésta como "una lucha entre fuerzas reaccionarias, cuya destrucción era el heraldo de una nueva Era de justicia social" Pues, con razón, en su desenlace se encontraba el germen de un nuevo porvenir en el espacio del pensamiento latinoamericano.

El periodo posbélico fue, tanto para Europa como para Latinoamérica, de gran agitación social: En Perú, Chile y Brasil había mucha convulsión entre las clases obreras, a las que se sumaban escritores e intelectuales; en Argentina, un movimiento de reforma universitaria nacida en la provincia de Córdoba que se extendió a Chile, Uruguay y Perú, unificaba a los estudiantes contra los viejos sistemas de enseñanza; en México, se había realizado una revolución social importantísima; en Chile, había subido al poder Jorge Alessandri (1896-1986) con un amplio programa de reforma social; en Uruguay, tomaba fuerza la política reformista; y en Brasil, un ciclo de significativas revoluciones en 1922, 1924 y 1925 que convulsionaban al país (aunque con el infortunio de ser aplastadas por el poder gobernante). Los años veintes, dice Franco, fueron años de esperanza para Latinoamérica, esperanza que se mantenía viva gracias al triunfo de la Revolución Mexicana.

El Nacionalismo Cultural Mexicano

La Revolución Rusa de 1917 se reflejó en el arte latinoamericano tardíamente en los años treinta. En la década del ‘20 fue la Revolución Mexicana la que proporcionó el nuevo ideal. La Revolución Mexicana no estaba inspirada con base ideológica, como sí lo estaba la Revolución rusa, pero contaba con nuevos personajes: la figura del campesinado, indígenas y de los obreros, que dejaron intranquilos a la opinión pública internacional. México no se colocaba como modelo revolucionario a seguir, sino como un ejemplo de un nuevo nacionalismo basado en una estructura social equitativa (justicia social). Este nacionalismo mexicano no era como el tradicional nacionalismo político, sino era más "espiritual", penetrante en el arte y en las ideas, era un nacionalismo cultural, deseoso de integrar en sus filas a todo aquél que quisiera participar en la vida nacional. Tanto así, que posteriormente la misma élite buscaría en la cultura popular, en los pueblos indígenas y en su tierra, los valores que primeramente había aceptado de Europa sin cuestionárselos.

Franco considera como "arquitécto del nacionalismo cultural mexicano" a José Vasconcelos (1882-1959), un variado filósofo y escritor, que se unió a la revolución mexicana desde las filas de Francisco I. Madero (1873-1913). Madero era el principal opositor al dictador Porfirio Díaz y representaba al sector más moderado de la revolución, en contrapartida con los radicales Francisco "Pancho" Villa y Emiliano Zapata. Éstos no gozaban de la completa simpatía de Vasconcelos. Este personaje activo de la casta política mexicana trabaja en la filas del presidente Obregón tras el asesinato de Madero en 1913, desempeñando la función de Ministro de Educación, e impulsando un excelente programa de nacionalismo cultural que lograron "cambiar el rostro de México".

Vasconcelos consideraba que América Latina sería la civilización que dirigiría al mundo, por lo que los latinoamericanos debían abandonar la idea de que eran "siervos espirituales" del pensamiento europeo. Vasconcelos tenía un profundo convencimiento de que la sociedad latinoamericana progresaba hacia la fusión de todas las razas creando una "raza cósmica" encargada de dirigir el pensamiento y el arte mundial. De esta manera, colocaba los intereses raciales por encima de cualquier nacionalismo estrecho, mostrando una gran tolerancia a las expresiones de todas las razas y sus culturas. En la práctica mostró ello dándole trabajo en el ministerio al dirigente estudiantil peruano Víctor Raúl Haya de la Torre (1895-1979), que se encontraba exiliado de su país por los continuos enfrentamientos con el dictador peruano Augusto Bernardino Leguía (1863-1932); e invitando a la poetisa chilena Gabriela Mistral (1889-1957) a enseñar en México.

En el escenario nacional, Vasconcelos llevó a cabo un ambicioso proyecto cultural popular, estimulando a la creación de bibliotecas y escuelas y alentando las bellas artes. Los indios fueron introducidos en el sistema de escuelas, para incluirlos de pleno en la sociedad y se distribuyó en toda la población diccionarios de lengua española y clásicos de literatura griega. Así, se convirtió muy pronto en el promotor de la famosísima Escuela Mexicana de Pintura Mural. Es en esta rama donde su efectivo programa de nacionalismo cultural adquiere éxito: en la pintura

El Muralismo mexicano adquirió fama mundial y sus figuras más destacadas fueron Diego Rivera (1886-1957); José Clemente Orozco (1883-1949); y el más tarde importante dirigente comunista, David Alfaro Siqueiros (1896-1974).

Los murales poco a poco irían adquiriendo un considerable sesgo revolucionario, representando el nuevo espíritu que identificaba a la nación con el pueblo, en donde los verdaderos héroes eran las masas anónimas combatientes contra la opresión de los déspotas (la lucha de clases). Así, se fetichizó la figura del indio, del campesino y del trabajador. Se había gestado un verdadero arte nacional-revolucionario, había una manifiesta identificación entre lo nacional y lo indígena, y también una clara tipificación del enemigo: el blanco extranjero, español o yanqui, que simbolizaba al explotador y avasallador.

La Revolución repercutió en la actividad artística, impulsando ésta una revolución cultural, abriendo los horizontes de todas las disciplinas y desarrollando un nuevo concepto de nacionalismo, en el cual todos los sectores estaban invitados a participar. El gobierno, el pueblo

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