La arquitectura romana

La arquitectura romana es una de las arquitecturas que sus cimientos se encuentran, aún hoy en día, dentro las bases básicas para esta profesión. Durante siglos ha sido objeto de admiración para todas las culturas que la rodean.

Al principio, se observaba a ésta como una degeneración de la arquitectura griega clásica; sin embargo, solo estaban influenciados por ella y los etruscos. Haciendo que adquirieran costumbres, métodos constructivos y para así poder adaptarlas a su forma de vida y conocimientos. A diferencia de la arquitectura griega, la arquitectura romana se rige por organizar la planta a través de una base axial rígida.

El eje, aún que presente en las arquitectura griega y egipcia, es una de las propiedades más distintivas de la arquitectura romana. Los elementos ortogonales y rotatorios forman una totalidad compleja que se organizan a partir de los ejes, con referencia a los puntos cardinales, y así creando el “cardo” la calle principal; la secundaria, “decumanus”.

Por igual, en ésta es la primera vez que se introduce la relación de vastos espacios interiores aislados o en grupo. Éstos muestran una gran variedad de formas y a veces techados con cúpulas.

La arquitectura romana tiene un objeto de admiración que se conforma por diferentes estilos, materiales y órdenes, haciendo que sea una arquitectura más espacial que plástica. Al tener el centro, el recorrido y los ejes principales como base de su arquitectura, hace reflejo hacía su deseo del encuentro entre fuerzas exteriores e interiores. Para ellos, su mundo siempre se centro a partir de la capital, así creando una red de centralizada de caminos comenzando con los dos ejes centrales.

Es interesante notar como en la arquitectura romana todos los edificios se basan en los mismos principios espaciales, representando un orden cósmico que se determinaba con base en fenómenos naturales, como los puntos cardinales, la verticalidad (hacia el cielo y los cosmos), la horizontalidad, el recorrido y el centro. Desde una casa “Palacio de Diocleciano, a la Basílica, a el Panteón, a Las Termas de Caracalla y Las Termas de Pompeya, hasta la Fortuna Primigenia.

Los romanos tenían sus principios muy rígidos así que se puede tomar a la misma Roma, su capital, como el centro con recorridos que iban subdividiendo zonas para la creación de ciudades, las cuales se pueden tomar como microestructuras o cosmos (pensando que Roma es el macrocosmo o el “universo”) y de ahí el edificio como una unidad individual, todas repitiendo en su escala los mismos principios. Los romanos no sentían la necesidad de acorralar la perfección igual que los griegos. A cambio, ellos buscaban la conformidad a través de un “plan divino” para así poder participar siempre en la historia.

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