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La crisis de la agricultura en Nariño


Enviado por   •  20 de Agosto de 2014  •  Trabajos  •  2.208 Palabras (9 Páginas)  •  270 Visitas

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En contraste, solo a partir de 1932 la carretera con Popayán permite a Nariño conectarse con el mercado de Cali y el centro del país, mediante la provisión de papa, hortalizas, cebada y trigo. No obstante, el balance no es prometedor ya que se trata de artículos en los que Boyacá y Cundinamarca son fuertes competidores, por vender a precios más baratos debido a su cercanía con los mercados consumidores y una red vial excelente en comparación con el estado de la carretera Pasto - Popayán.

En suma, Nariño queda marginado del modelo exportador y tampoco puede intervenir con eficiencia en los mercados nacionales, tanto por la distancia, como por su estructura productiva que desestimula la inversión estatal o privada. La baja capacidad de consumo de sus habitantes y ausencia de desarrollo urbano, expresan una economía precapitalista que descarta cualquier proyecto de mercado sostenido. Al entrar en la mitad del siglo, 80% de la población se compone de campesinos minifundistas e indígenas que aún viven en 88 resguardos, sin relaciones de salario; pues su característica es el autoconsumo que hace inexistente la participación en el mercado regional.

Pese a estas limitaciones la aparición del comercio desencadena para la década del 40, una serie de hechos que rompen parcialmente con tradiciones ancestrales. El comercio de productos agrícolas valoriza algunos espacios y conduce a la abolición de los resguardos en el Valle de Atriz, de donde se desprende la liberación de fuerza de trabajo indígena y mayor incorporación de la agricultura local al mercado nacional.

Obviamente la participación de Pasto se realiza en el marco del desarrollo regional desigual y la lógica de la economía de mercado, cuya regla fundamental es minimizar costos y maximizar ganancias, mediante el apoyo tecnológico y una rápida conexión entre el área de producción y el mercado de consumo. Entonces, el desarrollo regional no es espontáneo ni promovido por un sentimiento de solidaridad nacional; por el contrario, surge de la acumulación de ventajas comparativas que a partir de la renta diferencial del suelo encadenan las inversiones. Los alcances y funciones asignadas a los territorios son selectivos, según como se articulen al modelo económico imperante.

Vemos entonces que con la apertura de la vía a Popayán, Pasto se enlaza a la economía capitalista pero en el marco de la división territorial del trabajo; pues una vía divide y une al mismo tiempo las regiones polarizantes con la periferia. Divide con relación a la esfera de producción y consumo dándole a cada región un papel específico; a su vez articula e integra estas regiones a través de la economía de mercado y la red urbana, pero de manera asimétrica debido a la explotación de la región menos desarrollada; en este caso Nariño, por la gran ciudad (Cali) y la región agroindustrial (Valle).

En este sentido, la clasificación funcional de ciudades y el entramado de la red urbana, es en esencia una visualización socio - espacial de la división territorial del trabajo, en la cual cada centro urbano da cuenta del papel que cumple en la creación, apropiación y circulación del valor excedente. Cada ciudad participa de manera complementaría en este proceso y por la misma razón adquiere características particulares, que sólo son explicables en razón de su interacción en el marco regional y nacional.

Dentro de este contexto, Cali lidera el desarrollo del sur occidente de Colombia acorde con la esencia de la ley de acumulación y Nariño se especializa en la provisión de fuerza de trabajo y alimentos como única forma de integrarse al circuito de la economía nacional. En un primer ciclo, la ciudad y región cabeza de la red urbana (Cali - Valle), extraen del campo y pueblos pequeños de Nariño, fuerza de trabajo por la vía de las migraciones, productos alimenticios, materias primas, lucros comerciales y renta del suelo.

Dentro de este esquema, las crisis de la economía campesina en Nariño se asocian a la fuerte emigración, que alcanza la cuota más alta desde el final de la década del cincuenta hasta la década del setenta. Como prueba de esta relación, el censo nacional agropecuario (DANE 1974) demuestra que entre 1960 y 1970 disminuyen las explotaciones menores de 5 hectáreas, tanto en superficie (-3.2%) como en número (-1,8%); en cambio las propiedades mayores de 50 hectáreas aumentan más del 60% en superficie y más del 44% en número. Esta disparidad es mayor en el eje de Túquerres-Cumbal, que para 1970 alberga el 22% de la población ganadera del departamento, demostrándose una proporción directa entre el incremento de esta actividad y una tasa migratoria negativa, ya que la ganadería exige ampliar las unidades de explotación; por este motivo hay una rápida concentración de la tierra cuyo efecto es la emigración.

Los problemas son de tal magnitud, que por primera vez Nariño se convierte en preocupación nacional, especialmente porque se agravan en el país las movilizaciones campesinas, motivadas por los logros alcanzados en la revolución Cubana y el auge de las ideologías revolucionarias que reclaman reforma agraria en toda América Latina. Con el ánimo de controlar el problema y orientarlo por la vía reformista, aparecen múltiples escritos, la mayor parte de ellos elaborados en INCORA (Instituto Colombiano de Reforma Agraria) y centrados alrededor del Proyecto NARIÑO I (Cerón 1985:176 -177).

Las políticas de INCORA fracasan y las escasas adjudicaciones de tierra se realizan en áreas no aprovechables, excepto la parcelación de la Hacienda de Bomboná y otras muy reducidas en el altiplano sur: Así la emigración se convierte en una alternativa; unos encuentran en la colonización la opción de continuar ligados a la tierra en calidad de propietarios; otros se dirigen a los centros agroindustriales y ciudades en calidad de obreros, expresando a través de estos flujos de población, los alcances espaciales asociados a los problemas de Nariño.

Las áreas de colonización según el proyecto INCORA, se establecen en territorios baldíos aledaños a las regiones minifundistas; de esta suerte el diseño espacial colonizador sigue el modelo clásico, en el cual la distancia se comporta como variable fundamental para elegir el área del destino.

En un lapso de 18 años (1944 - 1962), el número de predios aumenta de 2.544 a 21.886 y su avalúo pasa de $3.067 Ha. a $40.096, lo cual refleja aumento vertiginoso de la demanda de tierra, que se hace inaccesible para el campesino pobre. Acorde con lo expresado, el trabajo del IGAC manifiesta que 42% de estos colonos corresponden a antiguos minifundistas, 26% a jornaleros y 10 a aparceros. En cuanto a las causas para abandonar sus lugares origen, 82% manifiesta haber tenido razones vinculadas con la escasez de tierra (1971:4).

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