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La escuela bíblica para mujeres

VANESAMOLINExamen22 de Enero de 2014

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EJEMPLOS:

La escuela bíblica para mujeres

San Jerónimo, siendo ya un reconocido maestro de las Sagradas Escrituras, llega a Roma como secretario del Papa Dámaso en el año 382.

Ya hacía algunos años que allí en Roma, impulsado por la noble viuda Marcela, existía un fuerte movimiento religioso por el cual varias viudas y vírgenes jóvenes se habían unido a Marcela constituyendo una especie de monasterio[1]. Marcela deja la vida que llevaba como mujer de la aristocracia romana, y junto con estas otras mujeres, comienzan una vida de trabajo, oración y estudio de las Sagradas Escrituras.

Al enviudar Paula, también mujer de la nobleza y acompañada de una de sus hijas, Eustoquia, que se consagra como virgen, se unen al estilo de vida propuesto por su amiga Marcela.

San Jerónimo se dirige todas las mañanas a la casa de Marcela en el Aventino, y allí imparte enseñanza bíblica a estas mujeres (tarea que le valió el reproche de más de un clérigo y bastantes críticas). Marcela, como “abadesa” del monasterio, dirige las tareas de lectura y estudio que se realizan en su casa.

Vale notar que este primer grupo está compuesto por mujeres nobles, y, al menos en lo que hace a Marcela, Paula y su familia, han aprendido a leer y escribir desde pequeñas, tanto el latín, su lengua materna, como el griego de las obras clásicas. Junto a Jerónimo aprenden la lengua que completará su formación bíblica, el hebreo.

Sobre el nivel alcanzado en el manejo de las tres lenguas por estas mujeres, escuchemos al mismo Jerónimo hablar de sus alumnas:

Sobre Bresilla, hija de Paula: Si la hubieras oído hablar en griego, creerías que no sabía latín… En pocos, no diré meses, sino días, de tal modo había vencido las dificultades del hebreo, que competía con su madre Paula en aprender y cantar los salmos. (…) tenía siempre entre manos al Profeta o al Evangelio. (carta 39)

Sobre Paula: Otra cosa voy a decir que acaso a los émulos parezca increíble: la lengua hebrea, que yo con mucho trabajo y sudor aprendí en parte en mi mocedad y que no dejo de meditar infatigablemente por miedo de que me deje ella a mí, la quiso aprender Paula, y hasta tal punto lo logró, que cantaba los salmos en hebreo sin un resabio de latinismo. (carta 108)

Sobre Marcela, digamos simplemente que Jerónimo la llama philoponotate, incansable en el estudio (carta 127).

La traducción de la Biblia

El Papa Dámaso encarga a Jerónimo una traducción revisada de toda la Biblia, Antiguo y Nuevo Testamento, a la lengua latina[2]. La mayor parte del Antiguo Testamento se halla escrito en hebreo, y todo el Nuevo Testamento en griego. En época de Jerónimo circulaban algunas partes de la Biblia traducidas al latín, versión conocida como Vetus Latina. Los textos más copiados eran los de los Evangelios, debido a la gran importancia que tenían en la predicación cristiana, y los Salmos, que, continuando con la tradición judía, constituían la base de la oración personal y comunitaria.

Los sucesivos copistas habían introducido modificaciones y armonizaciones del texto, por lo cual era necesaria una revisión de las traducciones existentes.

Existían ya varias versiones en griego del Antiguo Testamento[3], y algunas traducciones latinas que se utilizaban se habían hecho tomando como base ese texto griego, con lo cual eran la traducción de una traducción.

Por todo esto, el Papa encarga a Jerónimo la tarea de elaborar un texto en latín. Con los años, esta versión será la más divulgada durante la Edad Media, por lo que se llamará finalmente Vulgata.

Habitación de San Jerónimo en Belén.

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