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La libertad de expresión


Enviado por   •  17 de Mayo de 2012  •  Ensayos  •  1.409 Palabras (6 Páginas)  •  473 Visitas

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algo decepcionada de su psicólogo. En cambio, los más jóvenes se limitaban a

reafirmarla: “Claro. Eso es así. No cabe duda. ¡Hay que desapegarse para no

sufrir!”

Equivocadamente, entendemos el desapego como dureza de corazón,

indiferencia o insensibilidad, y eso no es así. El desapego no es desamor, sino

una manera sana de relacionarse, cuyas premisas son: independencia, no

posesividad y no adicción. La persona no apegada (emancipada) es capaz de

controlar sus temores al abandono, no considera que deba destruir la propia

identidad en nombre del amor, pero tampoco promociona el egoísmo y la

deshonestidad. Desapegarse no es salir corriendo a buscar un sustituto

afectivo, volverse un ser carente de toda ética o instigar la promiscuidad. La

palabra libertad no asusta y por eso la censuramos.

Declararse afectivamente libre es promover afecto sin opresión, es

distanciarse en lo perjudicial y hacer contacto en la ternura. El individuo que

decide romper con la adicción a su pareja entiende que desligarse

psicológicamente no es fomentar la frialdad afectiva, porque la relación

interpersonal nos hace humanos (los sujetos “apegados al desapego” no son

libres, sino esquizoides). No podemos vivir sin afecto, nadie puede hacerlo pero

sí podemos amar sin esclavizarnos. Una cosa es defender el lazo afectivo y

otra muy distinta ahorcarse con él. El desapego no es más que una elección

que dice a gritos: el amor es ausencia de miedo.

Un adolescente que había decidido “desprenderse amando”, le envío una

carta a su novia contándole la noticia, la cual ella devolvió en una pequeña

bolsa de basura vuelta añicos. Cito a continuación un trozo de la misma: “… Si

estás a mi lado, me encanta, lo disfruto, me alegra, me exalta el espíritu; pero

si no estás, aunque lo resienta y me hagas falta, puedo seguir adelante. Igual

puedo disfrutar de una mañana de sol, mi plato preferido sigue siendo

apetecible (aunque como menos), no dejo de estudiar, mi vocación sigue en pie

y mis amigos me siguen atrayendo. Es verdad que algo me falta, que hay algo

de intranquilidad en mí, que te extraño, pero sigo, sigo y sigo. Me entristece,

pero no me deprimo. Puedo continuar haciéndose cargo de mí mismo, pese a

tu ausencia. Te amo, sabes que no te miento, pero esto no implica que no sea

capaz de sobrevivir sin ti. He aprendido que el desapego es independencia y

ésa es mi propuesta… No más actitudes posesivas y dominantes… Sin faltar a

nuestros principios, amémonos en libertad y sin miedo a ser lo que somos…”

¿Por qué nos ofendemos si el otro no se angustia con nuestra ausencia?

¿Por qué nos desconcierta tanto que nuestra pareja no sienta celos?

¿Realmente estamos preparados para una relación no dependiente? ¿Alguna

vez lo has intentado? ¿Estás dispuesto a correr el riesgo de no dominar, no

poseer y aprender a perder? ¿Alguna vez te has propuesto seriamente

enfrentar tus miedos y emprender la aventura de amar sin apegos, no como

algo teórico sino de hecho? Si es así, habrás descubierto que no existe

ninguna contradicción evidente entre ser dueño o dueña de tu propia vida y

amar a la persona que está a tu lado ¿verdad? No hay incompatibilidad entre

amar y amarse a uno mismo. Por el contrario, cuando ambas formas de afecto

se disocian y desequilibran, aparece la enfermedad mental. Si la unión afectiva

9 es saludable, la conciencia personal se expande y se multiplica en el acto de

amar. Es decir, trasciende sin desaparecer E.E. Cummings lo expresaba así:

“Amo mi cuerpo cuando está con tu cuerpo, es un cuerpo tan nuevo, de

superiores músculos y estremecidos nervios”.

El apego desgasta y enferma

Otra de las características del apego es el deterioro energético. Haciendo una

analogía con Las enseñanzas de don Juan, de Carlos Castañeda, podríamos

decir que el adicto afectivo no es precisamente “impecable” a la hora de

optimizar y utilizar su energía. Es un pesimismo “guerrero”. El sobregasto de un

amor dependiente tiene doble faz. Por un lado, el sujeto apegado hace un

despliegue impresionante de recursos para retener su fuente de gratificación.

Los activo-dependientes pueden volverse celosos e hipervigilantes, tener

ataques de ira, desarrollar patrones obsesivos de comportamiento, agredir

físicamente o llamar la atención de manera inadecuada, incluso mediante

atentados contra la propia vida. Los pasivo-dependientes

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