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Libertad De Expresion


Enviado por   •  17 de Abril de 2013  •  1.888 Palabras (8 Páginas)  •  285 Visitas

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I Libertad de expresión

Casi todas las constituciones de los Estados que se reclaman democráticos reconocen el derecho de sus ciudadanos a expresar y difundir libremente sus ideas y opiniones. La actual Constitución española lo hace en su artículo 20. Más aún, en su apartado d) reconoce el derecho “a comunicar o recibir libremente información veraz por cualquier medio de difusión”.

Pues bien, si se tienen en cuenta las posibilidades materiales de ejercer estos derechos, uno no tarda mucho en descubrir que son muy pocos los que pueden hacerlo. Tan sólo quienes disponen de medios para expresar y difundir sus opiniones y para acceder a las informaciones. No es necesario argumentar largo y tendido para afirmar que la libertad de expresión y de información se reduce, en las sociedades burguesas, a la libertad de acceso, tanto a los medios como a las fuentes de información.

Como se trata de medios, la diferente posesión de los mismos constituye la desigualdad. La persona que carece de medios, o, más exactamente, de medios de in­tercambio comunicativo, no puede hacerse entender. Es el perjudicado en el intercambio social, si es que llega a parti­cipar en él. Y no se trata de ninguna metáfora. Hay que imaginarse al disminuido físico o psíquico, al ciego o al sor­domudo, al analfabeto, y compararlo con el político, sobre el que se concentran cámaras y micrófonos, cuyas palabras se difunden a los cuatro vientos y penetran el pensamiento, las emociones y la acción de la gente. Si Marx tenía razón cuando decía que la emancipación era la reducción de las relaciones al hombre, la investigación de los medios resulta entonces una tarea científica emancipadora. Su material no permite más tratamiento que el de reducir el mundo humano al hombre mismo, ya que los medios de información y co­municación no se conciben de otra manera.

El estudio de los medios debe entenderse, por consi­guiente, como un campo de trabajo que aspira a una mayor precisión en la comunicación y a un conocimiento más pro­fundo de sus causas. Su objetivo estriba en descubrir las condiciones de la libertad, o falta de libertad, concreta de los seres humanos en la comunicación pública.

Hoy día la comunicación se ha convertido en un sector estratégico de la economía, la cultura y la política. Y, como en las demás industrias, durante los últimos decenios se ha efectuado un acelerado proceso de concentración que ha dejado la comunicación y la información en manos de unos cuantos productores privados que pueden contarse con los dedos de una mano, y sobran dedos. Baste recordar los nombres de R. Murdock, Berlusconi o Polanco, que el 95% de las imágenes difundidas por los medios de comunicación las suministra una agencia yanqui o que el 90% de los conocimientos almacenados en los bancos de datos son de propiedad privada usamericana.

En suma, que estos pocos tienen el poder de definir la realidad para los muchos, de decirles lo que pasa, lo que es bueno y malo, lo que hay que hacer y no hacer, cómo hacerlo, etc. Este poder de fijar el programa social de cualquier comunidad es la clave del control social. Lord Nordcliffe, dueño de uno de los consorcios más poderosos de periódicos de principios del siglo XX, lo explicaba así, sin pelos en la lengua: "Dios enseñó a los hombres la lectura para que yo pueda decirles a quién deben amar, a quién deben odiar y lo que deben pensar."

Y lo que nos cuentan suele ser casi siempre la historia de los otros, no la nuestra. Y si estamos ocupados en vivir la historia de los demás no tenemos tiempo de preocuparnos de la vida propia. Pues si nos ocupásemos de ella y descubriéramos cómo la determinan otros, no nos quedaríamos de brazos cruzados e intentaríamos cambiarla a mejor.

Como se sabe, bajo las condiciones del capitalismo, la libertad se entiende fundamentalmente como libertad de comprar y vender. La libertad de circulación es para las mercancías, sobre todo las suyas. Pero no así para las personas, que si quieren moverse también se convierten en mercancías. Eso es lo que ocurre con el tráfico entre lo que políticamente se conoce como el Norte y el Sur.

La retórica de la libertad se ha utilizado en la historia para justificar la represión de las libertades. La tan cacareada “sociedad de la información” a la que, según nuestros políticos nos llevan las TIC, se ha traducido en la “sociedad de la manipulación”, como la denomina Julián Marcelo. El libre flujo de las comunicaciones se aplica únicamente a las suyas, a sus películas y a sus agencias de noticias, lo mismo que a sus residuos tóxicos, sus medicamentos y sus semillas transgénicas. Libertad para la contaminación de las mentes, de los cuerpos y de la naturaleza. Se obstaculiza o se impide el acceso a quienes necesitan conocimientos que sirvan a su emancipación y desarrollo espirituales y materiales. Y se prohíben las informaciones que cuestionen el sistema de dominio.

De ahí que, al mismo tiempo, se ejerza un control rígido de la producción de información. Así, el ejército usamericano sólo permite que informen de sus acciones periodistas previamente seleccionados por ellos, encastrados en su maquinaria de guerras, los embedded journalists.

A finales de la década de 1970 la UNESCO encargó a una Comisión, presidida por el irlandés Sean McBride, el estudio de los problemas de la comunicación en el mundo. El Informe McBride se presentó a la Asamblea General en 1980. Poco después, el Gobierno estadounidense, encabezado a la sazón por Reagan, retiró a su país de dicho organismo por interpretar que la reclamación de los países pobres del Tercer Mundo a disponer de sus propias fuentes de información y a producir los conocimientos y medios necesarios para satisfacer las necesidades de sus sociedades era una limitación al libre flujo de la información y la comunicación. Se consideraba que este afán era lesivo para los intereses nacionales de los EUA, es decir,

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