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La postura de Cucuzza y lo que sostienen los demás autores: Carr y Cardoso y Pérez Brignoli.

Alejandra AlvarezApuntes27 de Junio de 2016

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  • La postura de Cucuzza y lo que sostienen los demás autores: Carr y Cardoso y Pérez Brignoli

Cucuzza; sostiene que la Historia de la Educación, surgió como una especie de confrontación ideológica; no siempre explicitadas.

 La demanda por docentes formados debido a la expansión de los sistemas educativos euro- occidentales, además la necesidad por construir una conciencia y comportamiento estabilizador de la emergente sociedad, llevaron a incluir a la historia  dentro de los programas de las escuelas normales. En este sentido la historia jugaba un rol de legitimación del poder político.

 Una concepción más optimista sostenía que los docentes debían apropiarse del pasado para lograr los fundamentos teóricos de su inserción en el presente; es así que la historia se ve recortada, como también el interés por el historiador, como profesional.

En este sentido, la historia debe legitimar los discursos pedagógicos del momento.

Esta situación condujo a recortar de la misma manera al objeto de estudio de la historia. Es así que la escuela va a cumplir un papel de absoluto monopolio en la transmisión de los saberes.

La historia contada desde concepciones hegemónicas se va  a contar a través de los próceres, leyes y decretos; basadas en batallas y efemérides.

Cucuzza; sostiene que es imprescindible la redefinición y reflexión del objeto de estudio y  sus metodologías sobre los conflictos.

Sostiene, además que el estudio de la historia debe ser a través de una lectura sobre los procesos sociales, económicos, políticos, etc. Observar el objeto de estudio como un punto de partida  para encarar a posteriori, la cuestión de la selección del o de los métodos, procedimientos, técnicas, instrumentos, etc. Para la investigación.

Carr; agrega además de lo mencionado por Cucuzza; que el investigador de la historia de la educación, forma parte del grupo de individuos de una sociedad a la que él mismo pertenece. Su saber es un saber creado por varias generaciones que han contribuido a su acumulación. Los hombres cuyos actos estudia no fueron individuos aislados que obraron en el vacío; actuaron en un contexto, y bajo el impulso de una sociedad pretérita. Para Carr; la historia es un proceso de interacción como un diálogo entre el historiador presente y los hechos pasados.

El historiador, es un ser humano individual, lo mismo que los demás individuos, es también un fenómeno social, producto a la vez que portavoz consciente o inconsciente de la sociedad a la que pertenece, en concepto de tal, se enfrenta con hechos del pasado histórico.

Carr, utiliza la metáfora de “un desfile en marcha” para referirse al historiador como un oscuro personaje más que marcha en otro punto del desfile. Y conforme pasa el desfile, fluctuando ya a la derecha ya a la izquierda, hasta doblándose a veces sobre sí mismo, las posiciones cambian de continuo. Se refiere a que a medida que el desfile avanza y con él  el historiador, este es parte de la historia. Su posición en el desfile determina su punto de vista sobre el pasado.

En este sentido, Carr habla de dos verdades importantes: la primera, que se puede comprenderse o apreciarse la obra de un historiador sin captar antes la posición desde la que él la aborda; la segunda, que dicha posición tiene a su vez raíces en una base social e histórica.

Ciro Cardozo y Pérez Brignoli; parten de la premisa que el hombre y su actividad creadora son el objeto de la historia, el eje de las preocupaciones del historiador. El hombre considerado en el seno de los grupos de que es miembro.

La historia que los fundadores de los Annales contribuyeron decididamente a crear una historia del hombre y de su grupo social, en suma “historia de la sociedad en movimiento”; consistió en no considerar a la historia social como una especialización con el mismo status de la historia económica, demográfica, etc.

La diferencia de status entre la historia social y la historia demográfica, política, etc. Tiene que ver, en el caso de la “escuela de los Annales” de Marc Bloch y Lucien Febvre más concretamente, por una lado con el llamado a la colaboración entre las distintas ciencias sociales para el estudio del objeto común a todas ellas (el hombre en sociedad); por otro lado con el espíritu de síntesis que los animaba. Lucien Fabvre, al explicar por qué habían elegido un vocabulario como “social” para titular los Annales.                

La historia social, por su naturaleza misma y por la evolución de su metodología, manifiesta una vocación de síntesis, resultará indispensable plantear los requisitos metodológicos necesarios para llevar a feliz término dicha vocación. No podemos conformarnos ya, simplemente, con que el vocablo “Social” es conveniente porque es lo suficientemente amplio como para llamar a la discusión interdisciplinaria, reconociendo que después de todo, toda historia es social. ¿Cómo encarar pues el estudio de la historia social como síntesis que debe integrar los resultados de la historia demográfica, de la historia económica, de la historia del poder, de la historia de mentalidades?

  • Historia Social

En los años treinta la mayor influencia sufrida por los historiadores en cuanto a metodologías y técnicas de investigación y elaboración de datos vino de parte de la economía, lo que como es lógico, provocó un fuerte desarrollo de la historia económica. Es recién en el Congreso de Ciencias Históricas de Roma, en 1955, cuando se plantea por primera vez de manera sistemática una metodología de investigación referida al estudio de la estructura y las relaciones sociales.

Así se constituyó una “Historia Social” que justamente es una especialidad más al lado de la historia demográfica, económica, política, etc. Su objeto parece estar delimitado al estudio de grandes conjuntos: las clases, los grupos sociales, las categorías socio- profesionales.

La historia social no es solamente un estado de espíritu, quiere ser también una disciplina particular dentro del conjunto de las ciencias históricas. En un sentido más preciso, aparece vinculada al estudio de la sociedad y de los grupos que la constituyen, en sus estructuras como desde el ángulo de la coyuntura; en los ciclos como en la larga duración.

Ningún historiador podría negar hoy que la estratificación social, la constitución de los grupos humanos, la estructuración de las relaciones sociales entre grupos e individuos, puedan estructurarse, siquiera, comprenderse, sin tener en cuenta las bases materiales de la producción y distribución del excedente económico.

El problema que se plantea es ¿con qué criterios definir las clases sociales o estratos en que clasificamos una población? Las alternativas son dos. Una de adoptar una teoría determinada respecto de las clases y someterlas a una suerte de verificación histórica. Otra, empírica, prefiere buscar la definición en la propia sociedad estudiada, considerando como anacronismo toda tentativa de encontrar clases, por ejemplo, una sociedad medieval –considerada como una sociedad de “ordenes, o estamentos”--.

Otro problema que se plantean es el de relaciones de fuerza entre los distintos grupos sociales. En la base de la mayor parte de los conflictos sociales se encuentran razones de tipo económico; sin embargo estas no explican la totalidad del conflicto ni su desarrollo. Enriquecimientos o empobrecimientos, ascensos y descensos en la pirámide social, serán temas de gran importancia.

Ernest Labrousse, lanzó las bases de lo que sería una historia social cuantificada, aunque limitándose a uno de sus aspectos fundamentales que es la historia de la burguesía occidental entre 1700 y 1850. Planteando el principio de que una definición de la burguesía debería ser el resultado y no el punto de partida de la investigación. Para alcanzar tal resultado preliminar, Labrousse indicaba tres grandes categorías de fuentes: fuentes electorales, fuentes fiscales y fuentes demográficas.

Siguiendo los pasos de Labrousse; F. Fauret y Adeline Daumard, se dedicaron al estudio de la sociedad parisiense en los siglos XVIII y XIX, perfeccionando los métodos de tratamiento cuantitativo. Las fuentes que les permitieron obtener los resultados más interesantes  fueron las de los archivos notariales (contratos de matrimonios, testamentos, etc.), los inventarios  de los bienes de personas muertas, los registros de las declaraciones de sucesión. Sus esfuerzos se orientaron sobre todo a estratificación social según las profesiones y las fortunas, a percibir el juego de las alianzas y de la movilidad geográfica (migraciones). Robert Mandrou, impugnó hasta cierto punto la elección de F. Fauret y Adeline Daumard; considerando que hubieran debido tomar más bien los inventarios post mortem, que permiten obtener una muestra más completa de la población; debido a que en la parte más pobre de la población se casaban sin contrato notarial, ya que este tenía como finalidad el arreglo de las cuestiones relativas a los bienes de los cónyuges.

Adeline Daumard, sostiene que en la historia social como en la historia general, el método cuantitativo tiene sus límites; es necesario insistir más sobre la importancia de la “documentación cualitativa”; el conocimiento de los testimonios de toda especie es indispensable pues solamente ellos pueden aclarar las estadísticas y datos cuantitativos que han sido reunidos. Además, en muchos dominios son los únicos que pueden proveer una respuesta a la pregunta del historiador.

En los siglos XVIII y XIX, el pensamiento racionalista es el que sistematizará el conocimiento y la explicación de dicha jerarquización social con el concepto de clase social. El propio Marx, al convertir el concepto en pieza fundamental de su sistema teórico reconoció haberlo tomado de dos vertientes diferentes: 1) la obra de historiadores como Thierry y Guizot; 2) la economía política clásica, especialmente de Ricardo.

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