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Lambayeque, Un Pueblo Mochica En La Colonia


Enviado por   •  31 de Julio de 2014  •  9.812 Palabras (40 Páginas)  •  242 Visitas

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Lambayeque,

un pueblo mochica en la colonia

En este trabajo, presentamos el proceso de la historia del común de indios de Lambayeque colonial, tal como es posible reconstruir a partir de las fuentes disponibles.

1. El pueblo de Lambayeque colonial: Siglo XVI

La actual ciudad de Lambayeque, se inició como simple reducción indígena, fue organizada a partir del agrupamiento de algunas parcialidades indígenas por el Oidor de la Audiencia de Lima, Doctor Gregorio González de Cuenca, en su visita que con intenciones de reordenamiento jurídico y administrativo, hiciera al norte de la audiencia de Lima, en la segunda mitad de los años sesenta del siglo XVI.

El Oidor Gregorio González de Cuenca fue el “fundador” de Lambayeque, aunque estrictamente este adjetivo no es correcto en este caso, ya que la “fundación de ciudades” es un proceso que tanto ritual como sustancialmente es muy diferente a la de creación de una reducción o pueblo indígena, como fueron los casos de Chiclayo, Lambayeque, Ferreñafe y tantos otros antiguos “comunes de indios” del actual departamento de Lambayeque.

Desde mediados del siglo XVI (1566) ya existía el fundamento legal de la fundación de los pueblos de Lambayeque, por las Ordenanzas de los indios dictadas por el Doctor Cuenca en agosto de 1566. Cuando Toledo dicta sus Ordenanzas sistematizadoras a partir de 1571, en Lambayeque ya estaban estructuradas las poblaciones de Lambayeque, Ferreñafe y Chiclayo, probablemente desde 1566 ó 1567. Así, la población de Jayanca que según Sebastián de la Gama estaba dispersa en más de 200 aldeas y ranchos, fue distribuida y reducida por Cuenca en tres grandes centros urbanos indígenas: Jayanca, Pacora, Mochumí. Dentro de la lógica de la labor de González de Cuenca, y de acuerdo a las órdenes que cumplía en su visita, instituyó la organización municipal en Chiclayo, dado el éxito de modelo ensayado en el Valle de Jayanca, y que luego sería difundido en el Perú por Toledo.

El proceso de formación urbana que fuera uno de los pilares de la reestructuración de lo que sería el sistema colonial hispanoamericano, y hoy América Latina se realizó por dos formas urbanas excluyentes, antagónicas, y sin embargo complementarias de acuerdo a la racionalidad colonial: la ciudad de españoles y el pueblo de indios. La ciudad es un núcleo mixto de población, que reúne al europeo, al africano y al aborigen, y tiene una tipología fácilmente discernible: funcionalmente podían ser centros administrativos, políticos, militares; productivamente podían ser ciudades mineras, agrícolas o ganaderas; por último, una tipología de función regional las clasificaría en centros de relación, comercio y de mercado (Cf. GUARDA 1972, HARDOY 1979).

Las reducciones indígenas o pueblos de indios serán el complemento rural que entorne el núcleo medular, con la participación de la población autóctona, regido por sus propios pobladores a través de autoridades elegidas entre ellos, y gozando de cierta autonomía. De este modo, desde el siglo XVI se instaló en América un ordenamiento espacial y una jerarquía urbana que perduraría por varios siglos, hasta la actualidad (SIMPSON 1970). Hay, por supuesto permanencias de espacios económicos y culturales que en alguna medida son recogidos por los conquistadores: la presencia de núcleos de población susceptibles de ser aprovechados como mano de obra y fuente de tributo es uno de los requisitos importante de la instalación de las encomiendas.

Hay varias etapas del proceso urbanizador de la población indígena. El primero es el período entre 1492-1519, caracterizado por una intensa actividad desplegada en torno al Mar Caribe y por la necesidad del contacto permanente con España y Santo Domingo, así como por la incertidumbre por el riesgo que implicaba el absoluto desconocimiento geográfico, obligaron a la fundación de los centros urbanos en las costas o cercanos a ellas. Estos centros urbanos representan el tránsito de la factoría al propio núcleo urbano, pero además son focos desde los que se comienza la colonización agrícola, ganadera o/y minera de cada zona y sirven de base de aclimatación del europeo, de sus animales y plantas, así como de aprovisionamiento. Ejemplos: Navidad, Isabela, Santa María de Urabá, San Germán y Caparra, Santo Domingo, Santiago de Cuba, La Habana, Nombre de Dios, Panamá, entre otras.

Los sistemas tradicionales de cultivo de los aborígenes les llevaba a un poblamiento disperso, por lo que se estructuró su concentración lo más cercanamente posible a las ciudades y villas, por razones económicas y algo que es recurrente en la historia colonial de América: La necesidad de facilitar la aculturación. Como decían las Ordenanzas para el buen tratamiento de los indios (Valladolid, 23 de enero de 1513, conocidas como “Leyes de Burgos”).

“El principal estorbo que tienen los indios para enmendar sus vicios y que la doctrina no les aproveche, ni en ellos imprima, es tener sus asientos y estancias tan lejos como los tienen y apartados de los lugares donde viven los españoles”.

Otra disposición dada en Madrid el 13 de setiembre de 1516 (Instrucción dada a los Jerónimos), señala que “debéis mirar la disposición de la tierra, especialmente la que es cerca de las minas de donde se saca el oro”. Puntualiza esta disposición la manera precisa en que deberían estructurarse los pueblos indígenas:

“...débense hacer los pueblos de trescientos vecinos, poco más o menos, en el cual se haga tantas casas nuevas fueren los vecinos, en la manera que ellos las suelen hacer, aunque se aumente la familia, como Dios, mediante se aumentará, puedan caber todos ellos.

Que se haga una iglesia, lo mejor que pudieren, y plaza y calles en tal lugar. Una casa para el cacique, cerca de la plaza, que sea mayor y mejor que las otras, porque allí han de concurrir todos sus indios, y otra casa para un hospital; (...) en cada pueblo, término conveniente apropiado a cada lugar, antes más que menos, por el aumento que se espera Dios mediante; término que habéis de repartir entre los vecinos del lugar, dando de lo mejor a cada uno de ellos parte de tierra donde pueda plantar árboles y otras cosas y hacer montones para él y su familia, y al cacique tanto como a cuatro vecinos, lo restante quede para el pueblo para tejidos y pastos y estancias para ganados”.

Estas disposiciones incluían el mando del cacique sobre todo el pueblo, pero eran complementadas con el régimen municipal para que los indígenas “vivan y estén seguros y de la manera que tienen los vecinos de estos Reinos”. La catástrofe demográfica de la zona del Caribe evidentemente rompió

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