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Los Cuatro Mexicos


Enviado por   •  6 de Febrero de 2013  •  1.948 Palabras (8 Páginas)  •  347 Visitas

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Los cuatro Méxicos.

Veinte millones de mexicanos sostienen legalmente la economía del país; otros tantos viven en Estados Unidos y representan un híbrido con una cultura propia; 85 millones ganan un par de dólares al día o viven del comercio informal; y, un millón y medio forma parte de la delincuencia organizada. Son los cuatro Méxicos que coexisten para bien y para mal. El autor revisa la dinámica de cada uno para documentar la necesidad de reorientar la agenda nacional y la toma de decisiones.

México atraviesa por una etapa de pesada incertidumbre. El rosario de incógnitas y dificultades comienza a generalizar la noción fatalista de que en el año 10 de cada siglo sobrevendrá una transformación sangrienta, como lo fueron la guerra de Independencia y la Revolución. Pero, ante el escenario nacional que observamos a diario ¿cómo desmentir esta probabilidad?

Vivimos en ciudades con una frágil viabilidad, contrastes sociales explosivos y una calidad de vida cada día más precaria. Contamos con una clase política crecientemente cuestionada, escandalosamente corrompida, carente de visión y de propuesta para el país. Sin ideas y sin prestigio es imposible que posea capacidad de liderazgo. ¿Quién quisiera seguirlos? ¿Quién se siente inspirado por nuestros dirigentes como para adherirse a sus causas y a su ejemplo?

Tenemos un aparato económico que, a pesar de la diversidad y riqueza natural del país, ha sido apenas capaz de registrar un crecimiento ponderado del 1 por ciento en las últimas tres décadas. La poca riqueza que se genera está peor repartida, situando a México como el segundo país con diferencias sociales más marcadas en América. La educación hace muchos años que se convirtió en un botín político al más alto nivel y, más recientemente en un coto de dominación burocrática. Y quizá lo más serio y que se encuentra en la raíz de buena parte de estos problemas: México sigue siendo un país donde no impera el Estado de derecho. Las leyes son deficientes y barrocas, mientras que su aplicación es prácticamente nula y sumergida en un mar de corrupción. Así las cosas, lo sabemos todos, la impunidad es la norma y no la excepción. Así se aproxima inexorablemente el año 2010.

Este panorama, desde luego incompleto, ha derivado en que la sociedad, buscando alternativas, se haya dado a la tarea de construir cuatro Méxicos paralelos.

El primer México.

Está conformado por esos 20 millones de paisanos que viven en Estados Unidos. Constituyen en sí mismos un país con una cultura crecientemente diferenciada y alejada de la nuestra. Forman un híbrido que no acaba de insertarse en la sociedad norte-americana, ni ésta última termina por acogerles como parte de la diversidad que tanta riqueza y beneficios les ha dado.

Muchos mexicanos consideran una especie de bendición que se vayan del otro lado pues –según esto– reducen la presión para que se les eduque, se les presten servicios de salud o consigan un empleo. Con la novedad de que esos mexicanos, a pesar de que unos seis millones son actualmente considerados ilegales en Estados Unidos, son capaces de generar un producto similar a dos terceras partes de lo que 105 millones de mexicanos producimos aquí, al Sur del Río Bravo. Y eso que ellos no tienen el petróleo que tenemos de este lado, ni el idioma, ni la ley están de su lado. Pero gracias a su importante productividad pueden enviar anualmente más de 20 mil millones de dólares en remesas –esto es–, más del doble de lo que ingresa al país en forma de inversión extranjera.

Pero al igual que la riqueza petrolera, las remesas también se encuentran en etapa terminal. Los paisanos identifican cada día menos razones y menos personas a quién enviarles sus ahorros. La mayoría se las ha ingeniado para llevarse a sus familiares más inmediatos con ellos a Estados Unidos. Los que no han podido hacerlo, han formado una familia de aquel lado, olvidando paulatinamente a la que fuera su primera esposa, quizá su primer amor: “Ya cambié a la morena por la güera” –dicen por allá.

Y finalmente están los padres y los abuelos en Zacatecas o en Jalisco. Ellos son los últimos destinatarios de esas remesas, en proporciones cada día más escuálidas. Basta mirar el campo en Michoacán o en Puebla, carente de brazos jóvenes y, eso sí, poblado de ancianos y niños sin padre.

Dejamos que este primer México se distanciara de México. No supimos darle un sentido productivo a las remesas, que quedaron reducidas a un medio de subsistencia para las familias pobres del país. No se intentó que fuesen un mecanismo de inversión para detonar negocios y fuentes de empleo, y ahora ya se nos hizo tarde.

El segundo México

Es el más vasto de todos. Se compone de unos 85 millones de mexicanos que tienen como característica común pertenecer de una o de otra manera a la economía informal. Dentro de este México se encuentran los 40 millones que perciben menos de 770 pesos al mes, unos 25 pesos diarios (el parámetro mundial de la pobreza son dos dólares o menos al día).

Figuran también los otros 45 millones que tienen ocupaciones de subsistencia y que vemos en cientos de esquinas, estacionamientos y semáforos en decenas de ciudades a lo largo y ancho del país. También forman parte de este contingente quienes trafican con algo, mercancía de contrabando, discos pirata o falsificaciones de todo tipo. La calle es su oficina, no pagan impuestos y sus actividades dañan de uno u otro modo al comercio y a la industria establecidas.

Este segundo México es el reto más complejo que enfrenta el país, tanto por sus enormes dimensiones, como por la dificultad de integrarlos a la economía productiva del país, dados sus precarios niveles de preparación y por el hecho de que no resulta fácil convencerles de que abandonen el paraíso fiscal en el que viven para sumarles a un esquema donde paguen impuestos, cumplan horarios y tengan una rutina.

Desde hace tiempo aprendieron, también,

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