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Los Maestros

ErnestoRM6 de Marzo de 2013

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Los maestros

Dorothy Tanck de Estrada

Los preceptores compartían en ciertas ocasiones la visión idealizada de la educación que tenía el Estado. Cuando explicaban su propia labor a las autoridades, o insistían en la importancia del magisterio, usaban una terminología elevada e idealizada. Afirmaban, por ejemplo, que de la educación primaria dependía "la felicidad o ruina de la República", y que "un ministerio tan sagrado" era "nobilismo" e imprescindible para la sociedad: "Vosotros sois los legisladores, los jueces y gobernantes del inmenso y precioso pueblo de los niños". En varias ocasiones estos "amigos de los niños" presentaron folletos dirigidos al gobierno, con descripciones de su abnegada actuación en "su pequeño mundo de la escuela".

En cambio cuando describían sus sufrimientos y carencias diarias, hablaban con más realismo, en un tono que oscilaba entre el lamento y la reclamación. Espinosa de los Monteros recomendaba que los gobernantes bajaran de sus despachos y entraran en las escuelas para reconocer la realidad. "El que habla quisiera sentar a cada uno en la Escuela para dirigir a tanto niño y otra cosa muy distinta sentiría". Ya en praxis del salón de clase, los tiernos arbolitos se convertían en "troncos inflexibles llenos de torpes durezas que sólo sirven para el fuego". En vista de que los niños no respondían a los esfuerzos de los preceptores, resultaban "tierra estéril de la que no se coge fruto por más que el labrador se empeñe en cultivárselo". Y hablando aun más claramente, los discípulos eran "un fardo insoportable, un peso que nos agobia, una carga que nos abruma".

¿A qué se debían estos sentimientos tan vividos de resentimiento y sufrimiento? Los maestros se quejaban de falta de un ingreso adecuado, de falta de reconocimiento por parte del Estado, y de falta de respeto de parte de los niños y de sus padres.

Estas tres quejas fueron constantes en el periodo de cincuenta años entre 1786 y 1836. En cada época, un maestro expuso los problemas del magisterio al gobierno: Rafael Ximeno, José María Espinosa de los Monteros y Francisco Zapata describieron largamente sus dificultades y sirvieron de representantes de los demás preceptores. El tono de los maestros era el siguiente: "No todos los pagos son puntuales, es lo que puedo decir". "Ordinariamente pagan con repugnancia la Escuela" y "tienen al Maestro en la expectativa de que se trasladen a otra Escuela sin pagarle, como regularmente acontece", y "cuando logro que todos me paguen saco la mesada miserable de treinta y cinco pesos que no me alcanzan ni para mis más preciosos alimentos" "Esta necesaria dedicación me ha contraído una enfermedad nerviosa que ciertamente conozco que cada día me debilito más y son

frecuentes los ataques que padezco, y que si continuo en este trabajo tendré que perder la vida y que dejar a mi pobre familia sin amparo y sin subsistencia".

Las dificultades en el pago de la renta, del alimento de sus familias y el cuidado de su salud eran parte de la vida diaria de la mayoría de los preceptores. El aprecio del gobierno y la sociedad les hubiera ayudado a aguantar sus sufrimiento pero esto también les era negado a los maestros de primeras letras. El Ayuntamiento colonial, en el momento más amargo de su disputa con el gremio, atacó dura y sarcásticamente a los maestros: "Por lo regular los sujetos que se han dedicado y dedican a poner Escuela, son unos infelices, que no han podido lograr colocarse en ninguna oficina, ni en un Estudio de Abogado, por su mala letra, o tal vez por no ser de la más arreglada conducta." Ximeno se lamentaba que "Se hallan entregado en México los Maestros al mayor ultraje, abatimiento no solos de dicho Ayuntamiento sino también por este

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