Los hornos de Hitler
JHIRYSReseña18 de Abril de 2023
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“Los hornos de Hitler”
No puedo acallar mi remordimiento por ser, en parte, responsable de la muerte de mis padres y de mis dos hijos. Corría el año 1944, casi cinco después de que Hitler invadió Polonia. La Gestapo lo gobernaba todo, y Alemania se estaba refocilando con el botín del continente, porque dos tercios de Europa habían quedado bajo las garras del Tercer Reich. Los alemanes eran los amos, y aunque
apenas era posible abrigar esperanza ninguna, no sentíamos, si no rezábamos porque el día de la justicia no se retrasase.
"Doctor Lengyel", moderno establecimiento de dos pisos y setenta camas, que habíamos construido en 1938. Cluj y me consideraba con méritos para ser la primera asistente quirúrgica de mi marido. Ya en el invierno de 1939, observamos un indicio de lo que estaba ocurriendo en los territorios ocupados por los nazis, por entonces, brindamos refugio a numerosos fugitivos polacos, que se habían escapado de sus hogares después de haberse rendido los ejércitos de su patria. Pero, a pesar de todo, no éramos capaces de dar crédito total a lo que nos contaban.
Hasta 1943 no nos llegaron relatos estremecedores de las atrocidades que se estaban cometiendo dentro de los campos de concentración de Alemania. Seguíamos considerando a Alemania como una nación que había dado una gran cultura al mundo. Ni siquiera cuando un comandante alemán de la Wehrmacht, a quien habían aposentado en nuestra casa, nos hablaba de la ola de terror que su nación había desencadenado sobre Europa, fuimos capaces de darle crédito. Por lo visto, no buscaba más que tener alguien con quién hablar, pero cuantas más cosas nos contaba, mayor era el rencor y la amargura que dejaba en nuestras almas.
Nos habló del sistema alemán, que estos aplicaban en cada país que ocupaban, con bastante éxito. Empezaban a aplicarlo con los hebreos, haciendo creer a los cristianos que la Gestapo perseguía únicamente a los judíos. También hacían creer a la gente que aquel que cooperara con los alemanes podía quedarse con las pertenencias de los judíos. Pero una vez que los hebreos eran deportados a los campos de concentración, los alemanes, se apoderaban de todos los bienes que encontraban en sus casas, y en camiones enviaban todo a Alemania, olvidándose sencillamente de lo que habían prometido a sus colaboradores.
Seguía diciendo que después de la ocupación de los primeros países europeos, los alemanes temían que al saber lo que les había ocurrido a sus vecinos, los habitantes del país recientemente ocupado se resistirían a caer en su señuelo, pero la realidad comprobó que la gente no siempre daba crédito a los "cuentos fantásticos" que le contaban, y creían con optimismo que lo que pasó en otro país no les podía suceder a ellos. Decía que la persecución de los hebreos se hizo
abiertamente, pero a los cristianos se les persiguió usando cierta discreción. Los representantes de estas secciones operaban conjuntamente con el ejército de ocupación como operaban también los
representantes de la "Solución Final", en la eliminación de hebreos y elementos políticos indeseables. Wotan, el horrible dios tuerto pagano de los alemanes, era muy celoso y no toleraba la competencia de un Dios cristiano.
Eran acusados de sabotaje, actividades antigermanas, etcétera y la Gestapo les llamaba a declarar. Una vez en manos de la Gestapo, nunca se les daba la oportunidad de probar su inocencia. Europa ocupada, o simplemente enviados directamente a la muerte. Nos decía que los alemanes nunca usaban las palabras asesinato, o muerte por gas.
Con este sistema, miles de cristianos civiles desaparecían semanalmente de los países ocupados en Europa. No se hacía ninguna publicación respecto de las actividades de la Gestapo. Quizás para justificar la matanza de millones y millones de inocentes en países ocupados en Europa, el mayor alemán nos contaba por qué y cómo Hitler mataba alemanes arios. De acuerdo con la ideología Nazi,3 los alemanes eran Arios, descendientes de una raza Caucásica superior sin mezcla alguna, especialmente con la raza arábiga o judía.
Una nación "superior racialmente" con aspiraciones como la alemana, no podía aceptar un Dios que es bondadoso, generoso y tolerante. Los germanos necesitaban un dios pagano que aceptara los crímenes, las torturas e inhumanidades, un dios que hiciera de sus acciones bárbaras, su doctrina. De acuerdo con estas doctrinas, fundadas en las tradiciones de los antiguos dioses paganos, los alemanes de Hitler celebraran sus ritos bajo el cielo abierto. Con objeto de conservar una nación fuerte, Hitler usó un antiguo sistema griego.
Hitler se convirtió en su director desde 1921. Nazismo, representa las doctrinas económicas y políticas establecidas y llevadas a efecto por el Partido Nacional Socialista de los trabajadores alemanes en el Tercer Reich. El gobierno totalitario de Alemania reconocía solamente un Partido, el Partido Nazi versión moderna de este método entre los adultos de los alemanes arios. El mayor decía que todos aquellos incapacitados para el trabajo, o inválidos, o que padecieran serias enfermedades como tuberculosis, cáncer, o los enfermos, mentales, eran declarados incurables y enviados al "Tratamiento de Recuperación" a diferentes hospitales.
La oficina central de los médicos encargados de estos tratamientos estaba en un hospital situado en Brandenburg, cerca de Berlín. Ya en el hospital, eran sometidos a la eutanasia, muerte producida inyectándoles veneno. Por orden especial de Hitler, la práctica de la eutanasia fue declarada legal en Alemania y en los territorios ocupados por los alemanes. Hacia finales de la década de los años del 30, alrededor de 100,000 alemanes arios fueron exterminados con veneno inyectado.
Se indicó una feroz persecución contra los "Mischlings", que eran mitad judíos. Miles y miles de ellos fueron castrados, o enviados a campos de concentración o asesinados. La Iglesia protestó ante la práctica de la eutanasia. El temor se adueñó de la población al saber que los asesinados eran arios puros y alemanes.
No por temor a la Iglesia, sino por pura conveniencia, el gobierno alemán suspendió temporalmente los asesinatos con veneno inyectado, y reanudó más tarde secretamente estas prácticas.
Escuchando las interminables historias terroríficas que el mayor nos relataba, me pregunté qué sería exactamente lo que este hombre quería de nosotros. Esbozando una sonrisa diabólica, mencionó una lista que vio en el cuartel general de la Gestapo en la que aparecía el nombre del doctor Lengyel. Mencionó que al lado del nombre de mi esposo había una nota especial, escrita por el Jefe de la Gestapo, que decía que mi esposo debía ser prontamente "eliminado", así como aquellos señalados por la "Quinta Columna".
El mayor también mencionó que el doctor Osvath, médico que prestaba sus servicios en nuestro hospital también "prestaba sus servicios" a los alemanes. Sus miembros obtenían información acerca de gentes importantes, sus opiniones y actividades con respecto a los alemanes, previamente a la ocupación de algún país. Entonces recordé que el doctor Osvath frecuentemente tomó parte en las discusiones que diariamente tenían lugar en la sala de preparación previa a las intervenciones quirúrgicas. En esa sala el doctor Lengyel y sus ayudantes se aseaban y desinfectaban, un procedimiento que les tomaba bastante tiempo. Hablaban de sus problemas médicos, pedían consejo al doctor Lengyel para el tratamiento de sus pacientes, y también hablaban de política. En dichas ocasiones, el doctor Lengyel con frecuencia sugirió que se boicotearan los productos alemanes, y que los médicos no compraran medicamentos, equipo médico o instrumental de los alemanes. Él también expresó que esperaba que nosotros los húngaros nos uniríamos para luchar contra los nazis, como lo habían hecho siempre en el pasado cuando Alemania trató de esclavizarlos. Oyendo hablar al mayor, me pregunté cómo y por qué mi esposo había sido incluido en la lista de "Quinta Columnistas".
Osvath tenía relaciones amistosas con nosotros y nos hería profundamente la forma en que el mayor se expresaba de él, sin explicarme qué razones tenía para mentir así acerca del colega de mi esposo. Cuando él siempre le demostró lealtad y respeto al doctor Lengyel. El doctor Osvath era un buen médico, a quien mi esposo ayudó grandemente en su profesión. Tenía cuatro niños, su esposa esperaba al quinto, era definitivamente un respetable hombre de familia.
Y estaba muy lejos de parecerse a la imagen de bajeza que el mayor nos había trazado de él. Parecía que el mayor alemán nunca terminaría de hablar, y lo que es peor, yo tenía que seguirle escuchando. Llegué a pensar que este hombre estaba ebrio o loco, aun cuando sabía que no era así. Cuando finalmente el mayor alemán se puso de pie, nos sentimos aligerados de la tensión que nos embargaba, pero no dio por terminada su visita, y nos pidió algo para beber.
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