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Lucha, resistencia y descolonización en América Latina


Enviado por   •  11 de Abril de 2024  •  Ensayos  •  1.825 Palabras (8 Páginas)  •  26 Visitas

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Saúl A. Romero Arellano

Lucha, resistencia y descolonización en América Latina

América Latina se desangra, América Latina resiste

Una de las mayores inquietudes que me llevaron a estudiar antropología, fue la de no encontrarle sentido a la manera en que la mayoría de las personas entienden y organizan el mundo a nivel planetario. Me refiero a lo que se suele enmarcar en un plano nacional e internacional, aquella forma simplista de clasificar a las poblaciones y a los individuos en la que pareciera que solo existen dos posibilidades: o vives, afortunada y deseablemente, en un país de primer mundo, o te tocó en uno de tercer mundo porque ni modo, hay que echarle ganas. Y es por eso que México no avanza, porque su gente no le echa las ganas necesarias para levantar a este país, como brillantemente reflexionó el próximo gobernador de Nuevo León: en el norte trabajamos, en el centro administran, y en el sur, descansan.

Todo parece tener sentido; los países desarrollados y sus modelos económicos y de gobierno son la meta que alcanzar. Ojalá nuestro país fuera menos como Venezuela y más como Dinamarca o Suecia – y por qué no, como EEUU–, por supuesto, con toda la cultura de la blanquitud y patriarcal –pero LGBT friendly– y las prácticas extractivistas y colonialistas que ello implica. Seamos como Canadá, que ofrece una vida llena de lujos y comodidades, además con paisajes paradisiacos, mientras que, de este lado, sus mineras pulverizan incontables hectáreas, despojando y asesinando a toda la vida que se interponga, ya sean plantas, animales, o defensores del territorio. Eso es lo que buscan los megaproyectos impulsados por el actual gobierno –Tren Maya, Corredor Interoceánico, PIM, etc.–, la máxima ganancia a costa de la muerte y destrucción.

Entonces, ¿por qué América Latina, a pesar de tener territorios tan inmensamente ricos en recursos naturales, también es tan inmensamente pobre? En Las Venas abiertas de América Latina (2004), Eduardo Galeano se encarga de desenmascarar el verdadero significado del ‘desarrollo’ vs. el ‘tercermundismo’, a través de un recorrido histórico que permite entender que forzosamente, en la lógica del capitalismo, para que unos ganen, otros tienen que perder. Y no solo perder, también ser pisoteados, humillados, torturados y asesinados, y encima, culpados de su propia desgracia.

En el mundo en el que vivimos, la vida exitosa que nos venden se fundamenta en la obtención de la máxima ganancia, aunque haya que pasar por encima de otros seres humanos, otros animales, otras formas de vida, la tierra misma. Aunque ya existan conceptos comerciales para ocultar este sistema de muerte –ecosustentabilidad, inclusión, emprendimiento, etc.–, la explotación y la crueldad siguen ocurriendo en niveles similares, si no mayores, que durante la época colonial –en realidad, esa época aún está en curso–. Es precisamente este efecto el que tienen las categorías de ‘primermundismo y tercermundismo’, ‘desarrollo y subdesarrollo’; son simples eufemismos que silencian y legitiman saqueos y genocidios, imponiendo el discurso de una verdad histórica intrínsecamente racista y colonial en nuestro inconsciente, un discurso siempre reproducido por funcionarios políticos, magnates, y ahora por ‘influencers’ –pero también por nuestros familiares, amigos y conocidos–. ‘Porque de por sí aquí había puros indios, si no nos hubieran colonizado, cómo estaríamos.’ Porque resulta que los europeos nos trajeron ese desarrollo que paradójicamente nos hace falta, nos trajeron el castellano, las armas de fuego, la biomedicina, la ciencia y al mismísimo Dios-capital. No es raro escuchar estas ideas incluso entre estudiosos de la historia y la cultura, como alguna vez me tocó escuchar de un profesor de arqueología en cierta escuela de antropología.

Uno de estos sistemas coloniales y racistas que claramente se ha interiorizado en nuestra sociedad es el de la pigmentocracia y la blanquitud, el cual también fundamenta las divisiones estratificadas de las clases baja, media y alta. Más allá de los indicadores socioeconómicos que estas representan, en esta clasificación de clases se puede ver reflejada una relación de explotación, generada por los burgueses o empresarios, hacia el proletariado o trabajadores asalariados, de la misma forma que hicieron los colonizadores europeos con los pobladores nativos de las colonias que dominaron en todo el mundo, implementando la esclavitud.

De esta manera, un antecedente directo de esta explotación capitalista se puede encontrar en el auge comercial de Europa a partir del saqueo de recursos que ocurrió durante los procesos de colonización del siglo. El hecho de que la riqueza natural de la tierra es la maldición de sus pobladores nativos, parece un postulado infalible del capitalismo; como señala Galeano: “Cuanto más codiciado por el mercado mundial, mayor es la desgracia que un producto trae consigo al pueblo latinoamericano que, con su sacrificio, lo crea.” (2004, p. 85). Uno de los productos que produjeron ganancias exorbitantes para los colonizadores, fue el azúcar. Las plantaciones azucareras fueron despiadadas; la cantidad de esclavos que requirieron es gigantesca, mientras que la degradación de la tierra que provocaron fue una condena letal, aún después de las independencias latinoamericanas. Sin duda, el sufrimiento envuelto es difícil de dimensionar. Los países consumidos por la fiebre azucarera de los siglos XVII y XVIII son hoy países ‘tercermundistas’ porque los países que los saquearon fundaron su dominio económico sobre ese y otros recursos, como el oro y la plata, el café, el tabaco, o el algodón.

Lo mismo que Galeano, lo señaló Eric Williams décadas atrás, recordando a padre del liberalismo económico: “Según Adam Smith, la prosperidad de una nueva colonia depende de un simple factor económico: Abundancia de tierra buena.” (2011, p. 30). Evidentemente, los colonizadores no obtuvieron toda esa prosperidad con el esfuerzo de sus propias manos. Como relata Williams, cuando el sistema de opresión es tan brutal como el de las colonias, los de por sí ya oprimidos –habiendo sufrido ya su etnocidio–, son más oprimidos aún cuando se les esclaviza y explota para saciar la sed infinita de riquezas de los opresores. Primero, los colonos esclavizaron a los indios nativos americanos en las extenuantes plantaciones, después explotaron a sus propios compatriotas blancos, pobres y criminalizados, como en el caso de Inglaterra, y por fin, encontraron la solución definitiva para el duro trabajo de las plantaciones: la esclavitud de la población africana, la cual era abundante, fuerte y casi gratuita. “La servidumbre de los blancos fue la base histórica sobre la que se construyó la esclavitud de los negros” (2011, p. 49). Y esta explotación inhumana es la base del neoliberalismo que consume hoy nuestro planeta. E incluso de la racialización que tan violentamente ha justificado tantos abusos e injusticias sistemáticas, pues siguiendo el argumento de Williams, la rentabilidad de la vasta provisión de mano de obra de los negros justificó y naturalizó la esclavitud, el racismo y la ‘inferioridad de su raza’.

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