MONOGRAFIA
mirele28 de Mayo de 2015
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En el transcurso de los siglos XIV al XVI, los hombres andinos, quechuas- incas, lograron constituir en la parte del mundo que hoy conocemos como América del Sur, una macro formación político-social, que en sus aspectos más esenciales, solo se puede comparar con los grandes imperios de la historia universal.
El presente artículo, no es en modo alguno, ni pretende ser, un resumen histórico respecto a dicha sociedad, conocida como Tahuantinsuyo, sino un esbozo de aproximación, desde una perspectiva político-jurídica.
En torno a las características socio-económicas de aquella sociedad, se discutió y aún se sigue discutiendo hoy en día, con mucho apasionamiento. Los intentos para definirlo en tales términos, oscilan, entre aquellos que lo encuentran esclavista, hasta los que lo llaman comunista, pasando por una serie de clasificaciones intermedias. Waldemar Espinoza Soriano[1], en una ya clásica compilación, consigna por lo menos siete caracterizaciones, diferentes y controversiales, sobre la sociedad inca, desde el punto de vista económico.
Si bien, ha sido y es difícil, encontrar homogeneidad en los investigadores, respecto al modo o sistema de producción que predominó en la sociedad inca; consideramos, que desde lo político y jurídico es posible hallar mayores coincidencias generales, en torno a lo que fue el estado llamado Tahuantinsuyo.
Primeramente, pocos dudan en identificar a la sociedad Inca que encontraron los españoles, como la expresión más reciente y centralizadora, de una antigua cultura matriz desarrollada en los Andes; a la cual, historiadores insospechables de parcialidad alguna, que han estudiado las diversas culturas producidas por el genio humano, como Arnold Toynbee, no vacilaron en denominar como: CIVILIZACIÓN ANDINA[2]
De acuerdo con Toynbee(3), la sociedad o civilización andina, había alcanzado ya la condición de Estado-universal, en el Imperio Inca, cuando éste fue destruido por los españoles.
Del mismo modo, pensadores peruanos, como Víctor Andrés Belaúnde o Luís E. Valcárcel, coincidieron desde distintas ópticas, en afirmar que el Tahuantinsuyo fue en efecto un estado imperial peculiar. Para el primero de los nombrados, el Imperio Inca es una creación de élites nativas geniales, que fundaron la unidad política y la eficiencia administrativa y económica en los Andes, a pesar de las dificultades geográficas y las diversidades étnicas[4]. Aunque subraya, que el impulso integrador Inca no llegó a configurar de ningún modo una nación; el legado de la unidad política relativa alcanzada bajo la dignidad imperial Inca, constituye para Belaúnde, uno de los componentes históricos de nuestra peruanidad, pero no el único ni el definitivo por supuesto.
VALCARCEL por su parte, remarca que el Estado Inca reunió en sí todas las características propias de los Estados Imperiales (reseñadas por Toynbee): existencia de comunicaciones, guarniciones, colonias, provincias, ciudad, capital, lengua oficial, sistema legal, calendario, ejército, servicios públicos, etc.[5] Para este notable indigenista peruano, el incario no es sino el sumun, la creación cultural máxima del mundo antiguo peruano, hecha posible debido a que los incas recogen y asumen -lo mejor- de los florecimientos culturales y regionales que les antecedieron o les fueron contemporáneos.
También BASADRE, en su obra Historia del Derecho Peruano, señala que el Tahuantinsuyo estuvo a la altura de los grandes Estados imperiales del mundo histórico-asiático, aunque no fue en modo alguno tan sangriento o despótico como aquéllos y no vivió despreocupado del pueblo y su bienestar.[6]
Trabajos como los de MARIA ROSTOROWSKI [7] (1983:105), seguían asignándole al Tahuantinsuyo la consideración de Imperio; y aún cuando esta investigadora pareció revisar
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