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Mapa físico de la ética

gargola125125Tutorial9 de Septiembre de 2012

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1. MAPA FÍSICO DE LA ÉTICA

1.1 Tanteando el terreno

La ética es una parte de la filosofía que reflexiona sobre la moral y por eso recibe también el nombre de "filosofía moral". Igual que hay dimensiones de la filosofía que tratan sobre la ciencia, la religión, la política, el arte o el derecho, también la reflexión filosófica se ocupa de la moralidad y entonces recibe el nombre de ética .

Ética y moral se distinguen simplemen¬te en que, mientras la moral forma parte de la vida cotidiana de las sociedades y de los individuos y no la han inventado los filóso¬fos, la ética es un saber filosófico; mientras la moral tiene "apellidos" de la vida social, como "moral cristiana", "moral islámica" o "moral socialista", la ética los tiene filosóficos, como "aristoté¬lica", "estoica" o "kantiana".

La verdad es que las palabras "ética" y "moral", en sus respectivos orígenes griego (êthos) y latino (mos), significan prácticamente lo mismo: carácter, costumbres. Ambas expresio¬nes se refieren, a fin de cuentas, a un tipo de saber que nos orienta para forjarnos un buen carácter, que nos permita enfrentar la vida con altura humana, que nos permita, en suma, ser justos y felices. Porque se puede ser un habilísimo político, un sagaz empresario, un profesional avezado, un rotundo triunfador en la vida social, y a la vez una persona humana¬mente impresentable. De ahí que ética y moral nos ayuden a labrarnos un buen carácter para ser humana¬mente íntegros.

Precisamente porque la etimología de ambos términos es similar, está sobradamente justificado que en el lenguaje cotidiano se tomen como sinónimos. Pero como en filosofía es necesario establecer la distinción entre estos dos niveles de reflexión y lenguaje -el de la forja del carácter en la vida cotidiana y el de la dimensión de la filosofía que reflexiona sobre la forja del carácter-, empleamos para el primer nivel la palabra "moral" y reservamos la palabra "ética" para el segundo. Precisamente por moverse en dos niveles de reflexión distintos -el cotidiano y el filosófi¬co- José Luis Aranguren ha llamado a la moral "moral vivida", y a la ética, "moral pensada" .

1.2. ¿Qué es eso de lo moral?

La moral del camello

Por las playas valencianas, hace ya bastantes años, se paseaba un cuerpo de policía a caballo, velando por la decencia de los trajes de los bañistas. La gente les llamaba "la Moral". Con esos antecenden¬tes es fácilmente comprensible que la pobre moral no tuviera muy buena prensa entre las gentes de a pie y que la identificaran con un conjunto de prohibiciones, referidas sobre todo a cuestio¬nes de sexo.

Para qué decir si recordamos aquel personaje representado por el actor Agustín González en la película La Corte del Faraón: el clérigo y profesor de ética, escandalizado ante las ingenuas alusiones de doble sentido que salpican la obra y que él califica de "contumaz regodeo en la concupiscen¬cia".

Parecía, pues, que la moral debía consistir en mandatos, encarga¬dos de amargar la existencia al personal prohibiéndoles cuanto pudiera apetecerles: cuanto más a contrapelo el mandato, más mérito en cumplirlo. ¿Adónde iba la pobre moral con este cartel?

Naturalmente, no era esto la moral, ni lo es tampoco actualmente, pero así lo entendía la gente por razones sociales de peso, entre otras, porque así se lo habían enseñado. Por eso, cuando oían la palabra "moral" se les venían a las mientes la policía de la playa, el inquisidor de turno, o la imagen de ese camello cargado con pesados deberes, que es como Nietzsche describía gráficamente la moral tradicional del deber. No es extraño que, al oir hablar de moral, la gente se pusiera inmediatamente en guardia.

La verdad es que si la moral fuera esto, no merecería la pena dedicarle tantos libros, ni se entendería tampoco por qué está tan de moda hablar de ella, a no ser que la humanidad sea masoquista o ya no tenga en qué entretenerse. Pero como no parece que la humanidad en su conjunto esté por el masoquismo, y motivos de entretenimiento le sobran, habrá que pensar que la moral es otra cosa y por eso nos preocupa.

Estar en el quicio

Decía Ortega -y yo creo que llevaba razón- que para entender qué sea lo moral es mejor no situarlo en el par "moral-inmoral", sino en la contraposición, más deportiva, "moral-desmoralizado"

"Me irrita este vocablo, 'moral' -nos dice en "Por qué he escrito El hombre a la defensi¬va". Me irrita porque en su uso y abuso tradicionales se entiende por moral no sé qué añadido de ornamento puesto a la vida y ser de un hombre o de un pueblo. Por eso yo prefiero que el lector lo entienda por lo que significa, no en la contraposición moral-inmoral, sino en el sentido que adquiere cuando de alguien se dice que está desmorali¬zado.

Entonces se advierte que la moral no es una performance suplemen¬taria y lujosa que el hombre añade a su ser para obtener un premio, sino que es el ser mismo del hombre cuando está en su propio quicio y vital eficacia. Un hombre desmora¬lizado es simplemente un hombre que no está en posesión de sí mismo, que está fuera de su radical autenticidad y por ello no vive su vida, y por ello no crea, ni fecunda, no hinche su destino" .

Decir de alguien que es inmoral es acusarle de no someterse a unas normas, de lo cual puede incluso sentirse muy orgulloso si no las reconoce como suyas; pero a nadie le gusta estar desmorali¬zado, porque entonces la vida parece una losa y cualquier tarea, una tortura.

Por eso, está alta de moral una persona o una sociedad-seguía diciendo con toda razón Ortega- cuando "está en su quicio y en su plena eficacia vital", cuando le sobran agallas para enfrentar la vida; está desmoralizado, por contra, el desquiciado, el que ha perdido la medida humana.

Hoy la moral es un artículo de primera necesidad precisamente porque nuestras "sociedades avanza¬das", con todo su avance, están profundamente desmoralizadas: cualquier reto nos desborda. No sabemos qué hacer con los desempleados, con los inmigrantes, con los ancianos y los discapacitados; la corrupción acaba pareciéndonos bien con tal de ser nosotros quienes la practiquemos y, por supuesto, que no se nos descubra; no sabemos dónde situar a los enfermos de sida ni cómo valorar la ingeniería genética. Y todo esto es síntoma de la falta de vitaminas y de entrenamiento, propia de equipos que ya sólo saben jugar a la reacción, a la defensiva, pero se sienten incapaces de atacar porque están bajos de forma, les falta una buena dosis de "moral del Alcoyano"; de esa alta moral de un defensa del Alcoyano que, perdiendo por nueve a cero, pidió prórroga para ver de empatar.

1.3. Moralita: no "moralina".

¿Y por qué no nos entrenamos? En definitiva, porque aunque la ética está de moda y todo el mundo habla de ella, nadie acaba de creerse que es importante, incluso esencial, para vivir. Sea por lo de la policía de la playa o por la moral del camello, en el fondo a la gente le parece que eso de la moral es simple "morali¬na", sermones aburridos y aguafiestas.

Otros vocablos terminados en "ina"

En realidad "moralina", si miramos el diccionario, viene de "moral", con la terminación "ina" de "nicotina", "morfina" o "cocaína", y significa "moralidad inoportuna, superficial o falsa". A la gente le suena en realidad a prédica empalagosa y ñoña, con la que se pretende perfumar una realidad bastante maloliente por putrefacta, a sermón cursi con el que se maquilla una situación impresentable. Y es verdad que la moral se puede instrumentalizar, convirtiéndola en "moralina", pero también es verdad que es posible instrumentalizar la política, convirtiéndola en "politiquina", la ciencia en "cientificina", el derecho en "juridicina", la economía en "economicina" y, sin embargo, no se han creado esos vocablos.

¿Hay cosa más falsa y nociva que la "politiquina", ese dar a entender que la salvación viene de la política y de los políticos, que por eso se arrogan poderes casi omnímodos y acaban devorando a la sociedad civil?

¿Hay cosa más engañosa que la "cientifina", esa fe ciega e irracional en las palabras de los científicos, buenos o malos, como si "fuera de ellas no hubiera salvación"?

¿No huele bastante mal una realidad que se trata de encubrir únicamen¬te con la colonia del derecho, como si crear leyes sin cuento, juridificar la sociedad hasta las entrañas, fuera la solución a todos los males?

¿Y no es una droga bien dura la "economi¬ci¬na", esa cháchara petulante de economistas de pacotilla, que nos quieren hacer creer que su ciencia es lo único serio en el mundo, y que todo lo demás -la solidaridad, la justicia, la esperanza- son ñonerías de subnorma¬les, pura moralina?

Ciertamente, a todos los saberes humanos se les puede añadir la terminación "ina" cuando se les instrumentaliza para conseguir prebendas individuales o grupales y, por contra, todos tienen mucho que aportar cuando se intenta alcanzar, con toda modestia, aquello que cada uno puede ofrecer. Pero no deja de ser curioso que sólo a la moral se le añada esa humillante terminación, como si sólo ella pudiera degenerar en un producto pernicioso. ¿No será que, tomada

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