Mis abuelos, inmigrantes italianos

Mis abuelos, inmigrantes italianos

Este relato se basa en la historia de mis abuelos maternos, Vitó D´agostino y Rosaría Cantale. Dos jóvenes enamorados, con tres hijos y un cuarto por venir.

Uno de los primeros momentos más difíciles, es cuando se recibe la noticia que mi abuelo Vito iba a ser soldado de guerra. La guerra se aproximaba y los miedos eran inevitables.

Llega el momento, y mi abuelo tiene que partir, quedando mi abuela Rosaría sola con sus 3 hijos, casi todos niños y uno en camino. Donde el mayor solo tenía 9 años de edad. Escapando de los bombardeos se refugiaban donde podían. La comida era escaza y el miedo inevitable.

Ante la desesperación y el susto de escuchar los bombardeos, ver las casas como se destruían, mi abuela decide irse al campo de sus padres.  

Costo mucho que llegara a destino, ya que el campo quedaba a las afueras de la ciudad. Pero con mucho esfuerzo y fortuna lo lograron y pudieron estar un poco más a salvo.

Una vez instalados, mi abuela se sentía más aliviada, aunque el peligro siempre estaba latente, los bombardeos no eran tan frecuentes como en la ciudad, contaba con sus padres para que también puedan cuidar a sus hijos  y la comida no le faltaba, ya que se habían previsto de comida.

Fueron años de mucho miedo, y aunque en el campo se sentían más protegidos, la presencia continua de los alemanes no los dejaban tranquilo.

Al ser una familia todos rubios de ojos claros, los alemanes los confundían con ingleses y les regalaban comida y chocolates. Eso hacía que el susto disminuyera y sintieran un poco más de alivio. Aunque el miedo a que sepan que eran italianos estaba latente.

Paso el tiempo y la guerra parecía que se acababa. Se podía apreciar la felicidad que todo podía terminar y ellos estaban todos a salvo. Mi abuela contenta, todos los días cambiaba a sus hijos de forma elegante esperando que en cualquier momento llegara su esposo y pueda ver a sus hijos. Los días se hacían largos, la preocupación crecía constantemente. Los niños pasaban noches enteras mirando por la ventana de la casa, esperando con ansias ver llegar a su padre.

Aunque lograron pasar los malos momentos de la guerra, no todo fue color de rosa. Ante tanta espera, una noche uno de los niños empieza a levantar mucha temperatura. Con el paso de los días y con la fiebre que no bajaba, deciden llevarlo a la salita más cercana. A los días el niño muere por una enfermedad causada por la guerra.

Fue un golpe muy duro, sobre todo para mi abuela ya que deseaba que cuando mi abuelo vuelva vea a la familia sana y salva y además ver a su hijo que no lo había llegado a conocer.  

Al regresar mi abuelo, no todo fue felicidad, uno de sus hijos ya no estaba, y lo más doloroso que nunca lo pudo conocer.  Pero tenían que seguir adelante por sus otros hijos.

Las secuelas de la guerra estaban latentes y casi no había trabajo. Mi abuelo la lucho, pero veía que el futuro se estaba complicando. La plata no alcanzaba y cada vez costaba más sobrevivir económicamente.  

Unos meses más tarde, mi abuelo y su hermano decidieron viajar a la Argentina en busca de un estilo de vida mejor.

Ya instalado en la Argentina se empezó a dedicar a la construcción, pasaba el tiempo y afortunadamente el trabajo y la economía crecían. Enviaba dinero a Italia para su familia y el resto lo guardaba. A los seis meses aproximadamente logro una economía estable, consiguió una vivienda digna y llamo a su familia para que viaje a la Argentina a vivir con él.

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