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NACIONALISMO


Enviado por   •  5 de Septiembre de 2013  •  9.846 Palabras (40 Páginas)  •  289 Visitas

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TRADICIÓN Y NACIONALISMO EN LAS OBRAS DE ERIC HOBSBAWM,

BENEDICT ANDERSON Y HAGEN SCHULZE

Rubén Vicente Luis BEVILACQUA

UNS

La nacionalidad, como tópico histórico, ha sido reiteradamente abordada, en los dos últimos siglos, tanto por historiadores como por antropólogos, sociólogos y filósofos de la historia. Si bien las conclusiones arribadas no siempre han sido coincidentes, la mayoría de los investigadores han insistido en destacar la gran dificultad y complejidad que presenta su temática. Dentro del marco de las diversas interpretaciones, me propongo presentar las conclusiones de tres de estos eminentes pensadores que han trabajado minuciosamente el tema. Tanto Eric Hobsbawm como Benedict Anderson y Hagen Schulze han resaltado los diversos aspectos que presenta la problemática de la tradición y de la nacionalidad en sus diversas manifestaciones.

El planteo de Hobsbawm se centra básicamente en afirmar que las tradiciones, que semejan o reclaman ser antiguas, son a menudo muy recientes en su origen e, incluso, a veces llegan a ser inventadas. Se trata, por consiguiente, de representaciones recientemente elaboradas, muy probablemente en pocos años, que lograron instalarse en el imaginario colectivo con suma rapidez. El historiador británico lo define con particular precisión al indicar que “implica un grupo de prácticas, normalmente gobernadas por reglas aceptadas abierta o tácitamente y de naturaleza simbólica o ritual, que buscan inculcar determinados valores o normas de comportamiento por medio de su repetición, lo cual implica automáticamente continuidad con el pasado”1. El autor, hace hincapié en los siguientes elementos que debe contener toda “tradición inventada”: 1) son ficticias, 2) están compuestas por reglas aceptadas abierta o tácitamente, 3) tienen naturaleza simbólica o ritual 4) su propósito es lograr la aceptación de determinados valores o normas de comportamiento, 5) el método utilizado para este objetivo sería la repetición sistemática. Por ello, imponer tradiciones sería esencialmente un proceso de formalización y ritualización, caracterizado por la referencia al pasado, aunque sólo sea por el hecho de imponer la repetición.

A pesar de su reciente creación, estas tradiciones necesitarían remontarse forzosamente a un lejano pasado imaginado y esto es así incluso para aquellas revoluciones recientes que, a pesar de su intencional quiebre con lo anterior, tratan de vincularse con alguna tradición que les dé continuidad a fin de conseguir consolidar su legitimación. Esta relación se lograría naturalmente a través de una vinculación ficticia o creada. Esto no significa que toda tradición sea inventada, pues existirían tradiciones genuinas en aquellos lugares donde aún perduran los modos de vida antiguos.

A fin de aclararnos su concepto, Hobsbawm establece una clara diferencia entre la tradición por una parte y la costumbre y la convención o rutina por la otra. En la tradición, el pasado, ya sea real o ficticio, impone sus reglas fijas a través de la repetición. En cambio, la costumbre no se opone a la innovación, pudiendo por consiguiente carecer de un origen histórico. Su objetivo sería deshacer un equilibrio de fuerzas en la lucha constante de las masas oprimidas contra sus señores. Con respecto a la convención o rutina, la función, y por lo tanto su justificación, sería más bien técnica que ideológica. “Están diseñadas para facilitar inmediatamente operaciones prácticas definibles y se modifican o abandonan rápidamente para enfrentarse a necesidades prácticas cambiantes”2

La invención de una tradición se produciría con más frecuencia en momentos en que una sociedad debilitada sufre una rápida transformación o bien destruye las estructuras sociales para las cuales ya había elaborado las viejas tradiciones. Esto también sucedería cuando estas viejas tradiciones y sus defensores son eliminados.

El autor destaca especialmente el uso de materiales antiguos para la construcción de tradiciones inventadas, de género reciente, y para nuevos propósitos. Esto no supondría ninguna dificultad ya que para ello existiría una gran reserva de materiales acumulados en el pasado de cualquier sociedad, disponiéndose también de un elaborado lenguaje de práctica y comunicación simbólicas. Suele suceder que las nuevas tradiciones se puedan injertar en las viejas o que consigan concebirse mediante el préstamo de los depósitos, bien surtidos, del ritual oficial, el simbolismo, la exhortación moral, la religión, la pompa principesca, el folclore y la francmasonería.

En otro intento de clasificación, el investigador establece que “estas tradiciones inventadas parecen pertenecer a tres tipos superpuestos: a) las que establecen o simbolizan cohesión social o pertenencia al grupo, ya sean comunidades reales o artificiales; b) las que establecen o legitiman instituciones, estatus, o relaciones de autoridad, y c) las que tienen como principal objetivo la socialización, el inculcar creencias, sistemas de valores o convenciones relacionadas con el comportamiento”3. De todas ellas, la primera aparece como la dominante mientras que las dos últimas se presentan como creaciones artificiales, manifestándose en funciones implícitas o surgidas de un sentido de identificación con una comunidad o institución que la representan. De esta manera, las mismas expresarían y simbolizarían a una nación.

A su vez, nos aclara que las dos primeras terminaron generando dificultades por los conflictos sociales y las desigualdades jerárquicas formales que provocaron, con lo cual concluyeron por obstaculizar la aplicación universal de las tradiciones. Esto no afectó demasiado a las de tipo c) pues la socialización general logró inculcar los mismos valores en cada ciudadano, integrante de la nación y súbdito de la corona, sin que dichas socializaciones se interfirieran entre sí.

Hobsbawm plantea una diferencia entre las tradiciones reales y las ficticias, correspondiendo las primeras a prácticas antiguas y las segundas a rituales inventados. Las primeras serían específicas y cumplirían la función de establecer fuertes lazos sociales mientras que las segundas serían en esencia vagas o muy generales, como lo son la naturaleza de los valores, los derechos y las obligaciones que implican la pertenencia al grupo que las inculca, correspondiendo las mismas a los valores tan difundidos del patriotismo, la lealtad, el deber, el espíritu de una institución, etc.. Destaca y reconoce la fortaleza de estas últimas debido a su asociación con el componente sentimental de los seres humanos ya que “el factor crucial parece

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