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Nacionalismo


Enviado por   •  29 de Octubre de 2013  •  2.991 Palabras (12 Páginas)  •  457 Visitas

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La investigación del Nacionalismo:

El nacionalismo ha determinado en gran parte la evolución de los Estados contemporáneos en sus procesos de modernización; bien de un modo positivo, en lo cultural y lo político, o de un modo negativo, siendo elemento directo de conflictos y catalizador de las mayores contiendas bélicas. La idea de nación, a menudo tenida por inaprensible, y su utilización por la ideología nacionalista [1] (sería más preciso hablar de las ideologías nacionalistas) han tenido desde su aparición una abundante producción publicística y apologética, pero no ha sido hasta las últimas décadas cuando se ha desarrollado una amplia rama interdisciplinar de estudios del nacionalismo.

No es empresa sencilla la de exponer en tan breves páginas la evolución de los distintos nacionalismos y de los modelos de investigación actuales; este propósito llena dos cursos de doctorado impartidos en este Departamento de Historia Contemporánea. El presente trabajo no pretende ser otra cosa que una aproximación inicial para toda persona interesada en el tema y sobre todo para los alumnos de los últimos años de carrera y de tercer ciclo que pretendan ampliar sus estudios en esta dirección e iniciar su actividad investigadora centrándola en alguna de las facetas del nacionalismo. Por ello se realiza primero una explosión somera de la evolución de la idea nacionalista; posteriormente se abordan los diferentes modelos de investigación, en particular desde los campos de la sociología, la politología y la historiografía; se realizará una exposición de las grandes cuestiones planteadas en la investigación del nacionalismo; y por último se exponen las principales líneas de estudio actual y de las necesidades prioritarias para los años venideros.

EVOLUCIÓN DE LA IDEA Y DEL MOVIMIENTO NACIONALISTAS

Existe una abundantísima producción sobre la historia de la idea de nación y los movimientos nacionalistas, muy diferenciada en cuanto a posicionamiento ideológico y reconocimiento académico [2]. Para partir de una mínima plataforma básica, se toma la definición del concepto nacionalismo realizada por Ernest Gellner como el «principio político que sostiene que debe haber congruencia entre la unidad nacional y la política», matizado por José Acosta al definirlo como «ideología y acción política dirigidas a construir la nación o a la defensa de la nación ya existente»[3].

El pensamiento ilustrado y la Revolución Francesa son tenidos como la época y el escenario del surgimiento del nacionalismo como movimientos sociales y corrientes ideológicas; Locke, Hobbes, Sieyés y Rousseau fueron sus principales pensadores. Este inicial nacionalismo sostiene el principio de soberanía nacional, la nación como consecuencia de un contrato social por el que la sociedad civil, poseedora de la soberanía, hace depositaría de ésta al Estado, que resulta ser la institucionalización de la nación. Este planteamiento hace surgir la nación de un acto de voluntad política y libre determinación de la sociedad y de cada uno de los individuos que la componen, que por ello alcanzan la categoría de ciudadanos.

Surgido como superación del localismo feudal y contra una identificación de la soberanía del estado con la gracia divina de los reyes, este nacionalismo de finales del siglo XVIII y primer tercio del XIX fue generalmente asociado a los principios y valores de la democracia y el liberalismo, siendo por tanto utilizado en la lucha contra el imperio napoleónico y en buena parte de las revoluciones de las décadas de 1820 y 1830.

Coetánea con la anterior visión de la nación se desarrolló una corriente ideológica —contraria a los «abusos de la razón»—, que alcanzó su máxima influencia con la Restauración; la re entronización del Antiguo Régimen necesitó de un bagaje ideológico que contrapesará la obra revolucionaria en general y la idea liberal de nación —basada en el principio de soberanía nacional— en particular. Herder, Schiegel, Fichte y Burke, entre otros, fueron los conformadores de una nueva identificación de la nación como ente en sí mismo, independiente de la intencionalidad de sus componentes. Este nacionalismo «germánico», imbuido del romanticismo e historicismo de la época, contrapone al principio ilustrado de la soberanía nacional el de espíritu del pueblo (Volkgeist), que alienta de vida propia a la nación, entendida como entidad autónoma, con un destino propio y por tanto necesariamente distinto al resto de naciones. Este nacionalismo identifica la comunidad política como totalidad cultural, que a su vez presenta la característica de poseer una esencia ancestral imperecedera y omnisciente. Esta idea esencialista de la nación portó a la ideología nacionalista importantes elementos identificadores: el particularismo o hecho diferencial, el idioma como arca telúrica del espíritu, la historia como prueba y testimonio de la existencia secular de la nación, la cultura —impregnada de las más altas cimas del pensamiento y la creación nacional a la vez que reunión de las costumbres y el folklore propios—, la religión —motivo de identificación contraria respecto al exterior— y, en su extremo más forzado, la raza o la elevación del particularismo de la nación a la categoría biológica.

Con esta nueva interpretación el nacionalismo, que hasta la oleada revolucionaria de 1848 había estado unido al liberalismo y la democracia, se fue impregnando de los valores de la tradición, al tiempo que buscaba en la monarquía la plasmación política de su unidad de destino histórico y en el ejército el brazo ejecutor de la voluntad nacional. Los dos casos más paradigmáticos de esta nueva interpretación del nacionalismo fueron los utilizados en las unificaciones de Alemania e Italia.

El triunfo del nacionalismo en la construcción de estos nuevos estados hizo que a partir de 1880 y hasta la primera guerra mundial tanto el concepto de nación como la práctica política a ella vinculada variarán hasta conformar lo que puede denominarse como segunda fase del nacionalismo. Se pueden señalar cinco características principales de esta segunda fase: la priorización del criterio étnico-lingüístico para definir la nación; la aspiración de constituir en cada nación un estado, es decir, la reivindicación del derecho de autodeterminación; el enfrentamiento entre el Estado nacional y los nacionalismos periféricos (con una muy diversa y en ocasiones contraria caracterización entre ambos grupos); la reacción el descubrimiento de la cultura popular y el derecho tradicional; y el desplazamiento hacia la derecha política del movimiento nacionalista.

Los cuarenta

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