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Nieto Soria: “El Imperio Medieval como poder público: problemas de aproximación a un mito político”


Enviado por   •  16 de Octubre de 2019  •  Resúmenes  •  2.435 Palabras (10 Páginas)  •  171 Visitas

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Nieto Soria: “El Imperio Medieval como poder público: problemas de aproximación a un mito político”

El autor en un principio explica que se interesa especialmente en la investigación de los distintos modos de manipulación que el ejercicio del poder, sea público o privado, despliega en orden a hacerse más aceptable y, por ello, a consolidarse.

  1. El imperio medieval como realidad multiforme

La ideología política medieval tuvo como una cuestión recurrente el problema de la integración, es decir, de la unidad política de lo que ya se presentaba unido en lo religioso, y que no se podía entender sin ponerla en relación con el concepto de cristiandad, ni articular políticamente si se prescindía de la referencia al Imperio.

Estaban las aspiraciones integradoras del conjunto de cristiandad, las cuales, si se referían especialmente al Imperio como instrumento de realización de las aspiraciones de unidad política, podían constituir lo que podría valorarse como todo un sistema de creencias, cuyo núcleo sobrevivió a los vaivenes políticos y a las reformulaciones ideológicas.

Aunque el autor deja en claro que la interpretación del mito del imperio medieval es el objeto principal del trabajo, se propone reconocer algunas otras perspectivas de aproximación al problema medieval: la perspectiva historiográfica, ideológica y mítica.

  1. La perspectiva historiográfica

Una de las principales problemáticas es la historia del Imperio cristiano medieval. Las tradiciones nacionales han contribuido a fortalecer esa dimensión problemática, al favorecer enfoques diferenciados sobre el Imperio.

No es posible tratar de comprender en toda su complejidad la evolución política medieval si no se intenta valorar el distinto significado que el Imperio tuvo en cada momento de esa evolución política.

Una de las razones principales por las que esto es tan complejo es por la multiplicidad de imágenes que puede ofrecer la época, y en definitiva, la diversidad de perspectivas desde la que el fenómeno imperial se puede abordar a la hora de trazar un panorama.

Sin embargo, se puede advertir una imagen de aparente y simple descripción positivista que finalmente acaba ofreciendo una imagen destinada a provocar una influencia que puede propiciar un esfuerzo de reconstrucción: una imagen de tradición histórica, con unos efectos de justificación de actitudes actuales, o una imagen de idealización, cuando no de mitificación y sublimación, algo que siempre ha resultado particularmente afín al fenómeno del Imperio.

En esta diversidad de enfoques posibles sobre el Imperio, el mito imperial supone lo que tuvo de más permanente, lo que le dio en gran medida un halo de superioridad, y de hecho, una continuidad que en gran medida, le negaba la realidad. Para el Imperio, su dimensión mítica fue lo que le otorgó un lugar diferenciado, tanto en su presente histórico de cada etapa por la que hubo de pasar, como de cara al futuro, en tanto que fuente de inspiración.

  1. La perspectiva ideológica

La aproximación al fenómeno medieval no puede llevarse a cabo al margen de la consideración de algunos de los grandes ideales. Es precisamente en el contexto de estos grandes ideales donde el imperio adquiere su sentido y su razón de ser.

Dado que el Imperio se identificaba como una República Cristiana, se daba una muy estrecha relación entre lo político y lo religioso. Estaba el sueño de la cristiandad como unidad de significación a la par religiosa y política. Un sueño que, ha dominado la sensibilidad medieval.

Esta aspiración de unidad era afirmada sin cesar en las doctrinas, también era puesta en cuestión sin cesar por los acontecimientos.

Este sueño tendrá la capacidad de creación doctrinal, y sufrirá la refutación de los acontecimientos que, incluso también en el plano doctrinal, acabará traduciéndose en interpretaciones diferentes.

Se proponen dos modelos: el modelo monista y el dualista.

El modelo monista interpretaba a la cristiandad como una realidad global que daba origen a una unidad política de fundamentación religiosa cuya expresión y símbolo podía serlo el Imperio o el Pontificado, lo que ponía en manifiesto su doble significado, político y religioso.

El modelo dualista supone la distinción de dos poderes, el Papado y el Imperio. No son realidades igualitarias, sino que uno es poseedor de las auetorias y el otro de la potestas.

Mientras que el modelo monista se definía a favor de la absorción, el dualista respaldaba la diferenciación en niveles no igualitarios, quedando ambos abiertos a favorecer las posiciones de superioridad.

De este modo, lo que se planteaba como un sueño de unidad, acabó traduciéndose también en lo doctrinal, en un germen de confrontación.

El Imperio en la Edad Media es el más público de los poderes, puesto que se pretende aplicable a todo el conjunto de la cristiandad. Sin embargo, su significado como poder público sólo resulta plenamente coherente en el marco de la teología política cristiana. En este contexto, el poder público fue el Papado, teniendo en cuenta que la razón de ser de lo que pretendía entenderse como un poder público era la salvación eterna, siendo desde el concepto de salvación eterna como se llega al del bien común.

  1. La perspectiva mítica

Es posible advertir la presencia de algunas creencias esenciales para la propia idea de imperio, que manifiestan una extraordinaria resistencia al cambio y cuyos rasgos creo que responden a lo que puede definirse como mito político y nos permitiría hablar, en suma, del mito del imperio.

El mito constituye un sistema de palabras-símbolos, mediante el que se reactualizan unas realidades o unas ficciones anteriores, dando lugar a la sublimación de un terno ahora y siempre. Mediante este procedimiento se ofrece una representación organizada del mundo, justificando un cierto orden social o político, recordando el origen sagrado de las instituciones que lo gobiernan, proporcionando el conocimiento de las razones últimas de su microcosmos social, político, mental o religioso.

El mito juega unas funciones muy definidas en toda sociedad, pudiendo ser estas funciones de orden integrador, movilizador y esclarecedor, siendo resultado de ello su propia eficacia. La muerte de los mitos es el resultado de la ruptura de un equilibrio entre la comunidad humana y el mundo en que vive, produciéndose un replanteamiento de las “verdades” míticas. Esto suele tener lugar en el contexto de un cambio de civilización, en el que los propios hechos históricos acaban impugnando la perspectiva dada desde el mito, dando lugar a su sustitución por otro distinto o por su crítica desde el pensamiento racional.

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