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PRESOS Y LOCOS EN EL PORFIRIATO


Enviado por   •  25 de Noviembre de 2012  •  1.585 Palabras (7 Páginas)  •  530 Visitas

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PRESOS Y LOCOS DE LA “EFIMERA ETAPA PORFIRIANA”

En la actualidad un preso no es, sino la autentica imagen de un individuo que ha violentado las leyes impuestas en nuestra actual constitución, ya que la culpabilidad del acto infringido por éste (no siempre se puede afirmar quién es realmente el autor del delito) no puede remitirse a una simple multa; merece ser privado de su libertad, y un loco no es, sino aquel individuo sujeto a las leyes de lo inverosímil, pequeños cuerpos inadaptados que no siguen lo que emana de la razón (se debe entender como lo que la mayoría piensa). ¿Qué es un preso en el siglo XIX o un lunático de la misma época?

La moral y la ética son dos factores que determinan el camino del bien que un hombre debe seguir a través de la conciencia; la primera es el conjunto de lineamientos empíricos que el sujeto se atribuye de forma autónoma; la segunda los deberes que impone la voluntad general y a los que el individuo no está sujeto porque éste es libre de ejecutarlos o no, pues su razón es la única que importa para sí mismo, ¿Acaso esta particularidad merece ser tratada como anormal? ¿Qué es lo que realmente nos hace diferenciar a un “cuerdo” de un lunático? Los conceptos de moral y ética junto con otros son determinantes para que la sociedad funcione de acuerdo a su fin.

En la sociedad porfiriana se tienen en cuenta como principios el orden y el progreso, es claro que para que haya un orden todos los conjuntos de gremios deben estar acomodados como cajitas de zapatos, que mantengan una posición firme y que no hagan el más mínimo ruido, e inminentemente, el progreso se conjuga con la correcta función del orden ya impuesto. Aplicado en términos humanos porque es así como funciona la sociedad y no como la gran empresa que se ha mirado, se puede decir que, las élites en que se concentraba el poder en la etapa porfiriana manipulaban a su antojo los diferentes sectores en que se dividía la población, de tal manera que, mientras en unas cuantas manos convergía el poder, en el resto (mayoría) se fortalecía la miseria, las deudas, el hambre, y hasta mugre porque no era posible darse un baño antes o después de trabajar ya que las condiciones en que laboraban la mayoría de la “carne de cañón” los mantenía ocupados desde tempranas horas de la mañana hasta largas horas noche.

El panorama grisáceo del “régimen perfecto” no dejaba mirar cualquier tipo de suciedad, a los trabajadores se les perdonaba porque eran quienes labraban la tierra y aquellos espolvoreados de carbón eran quienes laboraban en minas, a las mujeres no tenían tiempo de mirarlas siquiera pues se creían objetos del marido. Todo era tan funcional, los hombres en el campo y las minas, las mujeres consideradas como un cuerpo sexual debían: obediencia, amor, abnegación y fidelidad a sus parejas, y su única función era la de “amas de casa”. Pereciera todo tan bueno, ¿Dónde nacía la necesidad de cometer algún delito? Tenemos que rescatar dice Hobbes el hombre por naturaleza posee pasiones de ambición, necesidades que tiene que cubrir mediante actos que lo llevan a la guerra de todos entre todos; mismas que necesitan ser frenadas.

Lo anterior aplica a la clase alta y a la clase baja, la intermedia estaba en un trance neutro donde se manifestaban ideales de doctrinas liberales. En la clase alta, las ambiciones cada vez crecían más y en la baja las necesidades cada vez aumentaban, como resultado, una combatiente guerra de unos cuantos mendigos que no han tenido más que tierra en las uñas; aquellos que han sido despojados de lo que les pertenece. Es ahí cuando se da la hurtacion de bienes materiales, asesinatos y esa latente búsqueda de riqueza mediante actos delictivos, pues en ese entonces era la única forma de regular el pago de las deudas adquiridas, era la forma de ascender cuando de un sujeto ajeno a la nobleza es de quien se habla.

La prisión se confirmó con el propósito de ejercer el control, la vigilancia y la corrección primordialmente entre los sectores pobres de esas sociedades y alcanzo carácter universal al generalizarse sus usos y sus fines. Dicho periodo coincidió con un conjunto de protestas, amotinamientos, revueltas y rebeliones de clases populares y del proletariado, resultado del proceso de expropiación de sus bienes, así como de nuevas formas de acumulación y distribución de la riqueza.

Como ya se mencionó, el régimen de días pedía orden, aquellos periodistas que mostraban datos curiosos eran susceptibles de ser aprisionados, los borrachos que quedaban tirados en las calles eran mal vistos por la “buena sociedad” pues consideraban a éstos de baja ética: (aunque éstos explotaran a la clase obrera, campesina, y minera; eso era normal) bandoleros,

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