PROCESO HISTÓRICO DE LAS RELACIONES INTERÉTNICAS EN GUATEMALA
Thayrí MirandaDocumentos de Investigación24 de Junio de 2019
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PROCESO HISTÓRICO DE LAS RELACIONES INTERÉTNICAS EN GUATEMALA
La problemática de las relaciones interétnicas en Guatemala, no puede ser analizada sin una necesaria referencia a su carácter histórico sociológico, pues como afirma el autor Severo Martínez Peláez[1], "las causas que generaron al indio guatemalteco solo pueden encontrarse en el proceso histórico de la sociedad guatemalteca...Al momento de la conquista no se había configurado la realidad humana que llamamos el indio".Se trata de un problema que data de varios siglos y ha tenido diversas manifestaciones a lo largo de la historia de Guatemala. Por ello, el replanteamiento de las situaciones étnicas particulares en Guatemala, hace necesario el estudio sistemático del desarrollo de las relaciones entre indígenas y no indígenas como un fenómeno social que ha caracterizado, desde sus inicios, a la nacionalidad guatemalteca.
Tomando como base la teoría de las clases sociales, Severo Martínez Peláez, en su obra "La patria del criollo", describe inicialmente las relaciones entre peninsulares y criollos y entre ambos y los indígenas, caracterizando estas relaciones como contradictorias. Refiere la brutalidad de la primera etapa colonizadora, la defensa de los indios y las causas de éxito de dicha defensa, y el nacimiento de la encomienda como forma alternativa a la esclavitud.
Posteriormente, describe el desplazamiento y renovación en la clase criolla y las causas del menosprecio del español hacia los criollos y se refiere a “La patria del criollo” como una idea de contenido reaccionario.
Luego hace alusión a la negación del indio como necesidad de clase, a los prejuicios acerca del indio y a la falta de defensa del indio y sus motivaciones de clase.
Más adelante, el autor debate el tema del mestizaje y su relación con el surgimiento de las capas medias, enumerando a la capa artesanal proveedora, la capa media alta urbana y otros segmentos de clase, concluyendo con el papel de las capas medias en la patria del criollo.
Después se refiere a los pueblos de indios con sus características socioeconómicas y define el así llamado "problema del indio", como una cuestión que radica en el desarrollo histórico de las relaciones entre criollos e indios y de manera especial en la historia de aquellos factores que durante siglos han bloqueado el desarrollo de las facultades físicas e intelectuales del indígena, encerrándolo en una situación de esclavo, de siervo, o de trabajador asalariado semi-servil. Factores económicos, por supuesto: explotación, pobreza, fatiga; o derivados de los económicos: hambre, debilidad, enfermedad, ausencia de medios para evitarla y combatirla. O bien, factores que han existido en función de los económicos: coerción, terror, superstición, aislamiento cultural.
Esa explicación alcanza en muchos aspectos a la población indígena de hoy, que constituye aproximadamente la mitad de la población guatemalteca, y que, incorporada a la clase proletaria agrícola -los asalariados del campo en conjunto- se distingue del resto del proletariado, no obstante, por hondas características derivadas de la explotación colonial que, a juicio del autor, perdura hasta nuestros días[2].
Carlos Guzmán Bockler y Jean-Loup Hebert[3], también han profundizado en la interpretación histórico social de las relaciones interétnicas en Guatemala, desde la perspectiva del materialismo histórico, cuando afirman que la conquista española enfrentó a dos grupos humanos provistos, cada uno de ellos, de una concepción diferente del mundo y de la vida, de una capacidad desigual en el manejo de la técnica y de un sistema de valores divergente. El choque inicial dio como resultado la victoria militar española y el consiguiente aplastamiento del grupo autóctono. De este hecho violento nace una serie de relaciones que los envolverán a ambos, acercándolos y separándolos simultáneamente. A partir de entonces las mutuas relaciones descansarán sobre la fuerza del vencedor, quien tratará de imponer sus maneras de actuar y pensar, sobre todo con el afán de justificar el sistema desigual creado por él.
Ambos autores coinciden en formular la definición histórico social del "indígena" y el "ladino" como hermanos enemigos, productos ambos de esta dialéctica.
Hebert, al caracterizar la realidad social guatemalteca elabora una explicación teórica a partir de las siguientes proposiciones:
- La correlación total que existió a principios de la colonización entre el hecho de ser español y el pertenecer al grupo dominador y explotador por una parte, y, por la otra, el ser natural ("indígena") y sufrir la dominación y la explotación sigue siendo hoy en día esencialmente la misma para calificar los grupos ladino e indígena. El antagonismo entre esos dos grupos constituye la determinación primera de la estructura social guatemalteca: es el eje de la dialéctica, desde hace casi cinco siglos.
- Este antagonismo interno se origina en la expansión de la sociedad occidental -católica- capitalista; su formación y desarrollo están ligados a la intensidad de la dominación exterior (conquista, colonización, imperialismo, neocolonialismo); el ritmo de evolución de esta dominación, se inscribe en una tendencia creciente desde 1524 hasta la fecha y determina el ritmo y la intensidad de la evolución interna.
- La expansión colonial -es decir la integración al mercado capitalista en forma desigual- empieza con el colonialismo español, se intensifica con el inglés y culmina con el norteamericano; este largo y único proceso se basa en una transferencia (desviación) de la riqueza interna hacia una acumulación superior en la metrópoli, lo cual refuerza su poder de dominación y origina la fase superior en el proceso acumulativo de saqueo -empobrecimiento-, subdesarrollo corolario de la concentración del desarrollo, también acumulativo, en algunos puntos del mercado capitalista.
- El modo de producción colonial -proyección de intereses del mercado capitalista- da paso a la formación de dos configuraciones sociales específicas en las sociedades colonizadas: El monopolio de las buenas tierras en forma de latifundio, cuya producción es comercializada por el mercado capitalista, con su corolario, el minifundio, base mínima de subsistencia de la fuerza de trabajo necesaria al funcionamiento del latifundio; y la explotación máxima de la fuerza de trabajo autóctona con modalidades variables (esclavitud, feudalismo, salario).
Como conclusión de estas proposiciones, Hebert afirma que al antagonismo social en Guatemala está basado en el fenómeno de la colonización, hasta su culminación imperialista y en el sistema de tenencia de la tierra (lati-minifundio) y que, por esa razón, la forma concreta de la lucha de clases será una oposición colonizador- colonizado, que tiene una fuerte connotación racial.
Arturo Taracena, en un estudio más reciente[4] considera “oportuno estudiar al Estado con relación a su papel en la construcción de la identidad nacional y de su resultante en el manejo de la diversidad étnica”. Para ello recurre a las propuestas de Benedict Anderson, Ernest Gellner, Georges Burdeau y Eric Hobsbawm, en torno al análisis de la evolución de la idea moderna de nación y de la construcción y el desarrollo histórico de los Estados Nacionales. Citando a Gellner, señala que un grupo humano se constituye en Nación cuando sus integrantes “reconocen mutua y firmemente ciertos deberes y derechos en virtud de su calidad de miembros” de un Estado. Sin embargo, la adopción de “la nacionalidad no es una característica innata, sino el resultado de un proceso de aprendizaje social y de formación de hábitos”. Así, el deseo de construir un Estado Nacional sería casi siempre anterior al surgimiento de la nación y el Estado jugaría un papel primordial en la creación de dichos hábitos.
A partir de ese marco, el autor se interesa en observar “cómo el Estado guatemalteco moderno, fundado en 1823 cuando adoptó el sistema republicano de Gobierno, se ha encargado de la ejecución del contrato colectivo asumido, que conlleva la administración de las leyes e instituciones, de los ciudadanos y de sus bienes en general. Pues el sistema republicano exige que éste sea ejercido en todos los niveles donde la vida pública se condensa en actos colectivos, en responsabilidad de los electos, en los servicios que las localidades y sus habitantes exigen de la administración”.
Para Taracena, si bien el Estado está compuesto por un territorio, por una población y por un conjunto de leyes, es más que eso, pues debe favorecer el acercamiento y la igualdad de todos los individuos que lo integran. Es el regulador de la lucha por su control, que se desata en el marco de la acción política y que exige de sus miembros la existencia de una conciencia común de pertenencia al mismo. Retomando las propuestas explicativas de Eric Hobsbawm, se propone conocer cómo la idea moderna de nación se ha construido desde finales del siglo XVII por élites (intelectuales, económicas y estatales) para legitimar su poder dentro del contexto del desarrollo capitalista mundial. Sin embargo, queda claro que, aunque las élites sean las impulsoras, las ideas sobre la nación no son construcciones unidireccionales sino “fenómenos duales” que, si bien son edificados esencialmente desde arriba no pueden entenderse sin analizar su apropiación desde abajo. Es decir, desde los anhelos e intereses de las personas comunes y corrientes, que no son necesariamente nacionalistas al principio. Por ello, el autor llega a la conclusión que las ideologías nacionales de los Estados no expresan obligatoriamente el pensamiento de todos los ciudadanos y, muchas veces, pueden hasta excluir a una parte de ellos, corriendo el riesgo de no lograr el éxito de su propósito histórico de construir la Nación como una comunidad imaginada por y para todos sus habitantes, realidad que ha predominado en el caso guatemalteco.
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