Problemas Sociales
Aaron04039213 de Diciembre de 2011
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Gabriela De la Paz
Periódico El Norte / 2 de marzo del 2004
Mexicanos en EEUU
La última edición de la revista Foreign Policy muestra en su portada al nuevo rostro de Estados Unidos: un inmigrante de origen mexicano que porta una bandera de ese país y se lleva la mano al corazón, como cuando se canta "The Star-Spangled Banner", su himno nacional.
La fotografía apoya el ensayo de Samuel Huntington, el destacado profesor de Harvard y autor de "El Choque de Civilizaciones", quien desde noviembre de 2000 empezó a advertir sobre la amenaza que representan los inmigrantes mexicanos al estilo de vida, los valores y las instituciones estadounidenses.
La alarma está puesta desde que los censos han hecho oficial la abrumadora presencia de los hispanos en la Unión Americana y de cómo los mexicanos conforman el mayor porcentaje en esta aparente recolonización de los espacios perdidos hace 156 años. Por ejemplo, Huntington afirma que en 2000 el 69 por ciento de los inmigrantes ilegales en ese país era de origen mexicano. El segundo lugar le correspondió a los salvadoreños, con una cifra 25 veces menor.
En su ensayo, Samuel Huntington hace un recuento de cómo la inmigración europea configuró a Estados Unidos y cómo su identidad (y su fortaleza) radica en ser una nación fundada por colonos blancos, de nacionalidad británica y religión protestante. Años después, llegaron personas de otros países del norte de Europa y se asimilaron a los que ya estaban en el lugar. De ahí, la siguiente gran ola de recién llegados ocurrió a finales del Siglo 19. Curiosamente, el académico de Harvard no menciona que esta segunda ola migratoria estaba compuesta por gente de Europa del sur, principalmente, y muchos de ellos eran judíos o católicos que se asimilaron a la fuerza.
De ese tiempo son los barrios Little Italy (Nueva York) y Chinatown (San Francisco), creados tanto por la identificación racial y cultural como por el rechazo de los americanos a aceptar a quienes llegaban con idiomas, comidas, costumbres y religiones diferentes.
La reacción de los estadounidenses se dio en dos vertientes: una negativa, encarnada en los movimientos nativistas que atacaban a los inmigrantes porque les traían enfermedades, creaban inseguridad y les robaban los trabajos. Otra positiva, con el movimiento progresista, que pretendía corregir el impacto de la industrialización que atraía a estos inmigrantes y obligaba a buscar nuevos esquemas en la administración y la economía. El crecimiento de esta última ocasionaba flujos migratorios masivos hacia los núcleos urbanos donde estaban las fábricas y los barrios de inmigrantes. Así surgió la necesidad de organizar a los nuevos, sin perder la identidad estadounidense que se estaba consolidando.
En el ensayo, Huntington pasa por alto las influencias de los países que colonizaron a lo que hoy son México y Estados Unidos. Por un lado está España, un país fervientemente católico con estructuras socioeconómicas feudales, con una monarquía absolutista y una visión fatalista del destino, el adalid de la Contrarreforma que desde 1521 conquistó México con empresas unipersonales de saqueo.
Por otro lado está Inglaterra, uno de los primeros países que abrazaron las ideas de la Reforma al punto de ser anticatólicos, que seguían los dictados del mercantilismo, que se regían por una Carta Magna que ponía algunos límites al Rey y una misión predestinada por Dios, que llevó al establecimiento de una ética protestante de trabajo. Bajo este signo, a partir de 1603 fundaron colonias en Norteamérica sustentadas por empresas colectivas leales al Rey, pero que dejaban a los colonos la administración de los asentamientos.
De ahí nacen las diferencias que van a separar a México
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