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Pueblos Indígenas Historia


Enviado por   •  16 de Julio de 2015  •  13.657 Palabras (55 Páginas)  •  199 Visitas

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CAPÍTULO I : Definición de Pueblos Indígenas y su evolución en el contexto internacional

1. Definición de Pueblo Indígena

Considero necesario para una comprensión correcta de las ideas que se exponen en el presente trabajo, definir cada uno de los conceptos que intervienen en el título del mismo. Por este motivo, el primer capítulo está dedicado a definir al supuesto titular del derecho a la autodeterminación: Los Pueblos indígenas.

Para ello, primero descompondremos el término “Pueblo Indígena” en sus dos componentes: La categoría jurídica “Pueblo” y el significado jurídico del elemento indígena.

1.1. El Concepto Pueblo

Este trabajo trata acerca del derecho a la autodeterminación de los pueblos indígenas, y por lo tanto es necesario precisar qué entendemos por pueblos a fin de explicar posteriormente el carácter particular que toma este derecho, que en principio beneficia a todos los seres humanos, al vincularse a los pueblos.

El termino pueblos hace referencia a comunidades diferenciadas por sus características sociales, culturales, políticas, etc. Es necesario decir esto, dado que también se ha tendido a equiparar el término pueblo al de “población” el cual como sabemos, es uno de los cuatro elementos necesarios para la configuración de la personalidad jurídica internacional del estado . Un ejemplo de tal error es el que comete Biscaretti di Ruffia señala que el pueblo está formado “por el conjunto de personas que debido a su pertenencia al Estado (ciudadanía: establecida puramente en base a criterios fijados por oportunas normas jurídicas), están sometidas de modo permanente e institucional a la autoridad del Gobierno; pero no ya considerándolas individualmente en un momento determinado, sino estimulándolas a través de las continuas vicisitudes y sucesiones de las generaciones, en su multiforme y compleja unidad”. Se trataría, como veremos más delante de un error causado por la visión estatocéntrica que ha marcado el desarrollo del derecho internacional.

Tratándose esta de una tesis que pretende aportar a la concepción intercultural, descarto el uso equivalente de pueblo y población, ya que, como pretendemos demostrar en este primer capítulo, no tienen el mismo significado y considero que él único lugar donde estos pueden confundirse debe ser en el discurso de un político que se refiera al “pueblo peruano” como si este Estado que nos reúne a todos, fuera étnica, cultural, religiosa o al menos lingüísticamente, uniforme.

La definición de pueblo no es pacífica ni única en los distintos textos consultados, ya que aparentemente por cada autor que ha tratado el tema, existe una definición, de acuerdo a su inclinación por una definición política, sociológica o antropológica. Considero, como lo hiciera el Profesor Luis Lanegra en su tesis del año 1998, que probablemente las definiciones que toman como punto de partida las ciencias sociales tienen la virtud de basarse en criterios objetivos y en la “observación científica de situaciones de hecho y no de ficciones jurídicas o intereses políticos” . Sabemos que al incluirse este término en los Pactos Fundacionales de la Organización de las Naciones Unidas, no se dotó a este de una definición jurídica, por lo que trataré de llenar el contenido de este término apelando a la definición que nos proporcione las ciencias sociales. A pesar de todo ello, creo que la definición que pueda proporcionar siempre podrá ser reformulada.

Para definir el concepto pueblo, es necesario decir en primer lugar que se trata de una noción que ha ido forjándose a lo largo de tiempo, junto con los pueblos en sí. Los pueblos son las comunidades nucleares cuya aglomeración permite la conformación de los estados. Un pueblo, nos dice De Obieta , es antes que una comunidad política, una comunidad cultural. Posee su propia lengua y costumbres jurídicas y sociales. Se diferencia del estado en que esencialmente cuenta con un componente espontáneo, propio del espíritu humano, dada la tendencia innata del hombre a la sociabilidad. Junto con esta postura de De Obieta habría que mencionar la de autores que, desde las ciencias sociales, aportan visiones más complejas de los procesos que dan origen a estas entidades culturales llamadas “pueblos”.

Así, por ejemplo, Gellner reconoce que para el nacimiento de la identidad colectiva que denominamos “nacionalidad” en sociedades preindustriales convergen factores culturales tales como lingüísticos, culinarios, doctrinales, rituales, etc., pero además tal colectividad es conciente de su propia existencia y la “vuelve” concientemente política, dando lugar al fenómeno que llamamos nacionalismo, el cual utiliza esos rasgos culturales para establecer fronteras políticas, que tienden a excluir a los “extranjeros”. Así, para este autor la frontera cultural es espontánea, pero su utilización como delimitación de la identidad del grupo sirve para excluir a los foráneos de ciertas actividades económicas, sociales y por supuesto, por sobre todo, de los cargos de gobierno. Asimismo, Anderson , establece una evolución que parte de identidades más extensas a otras más pequeñas, de esta manera, de las grandes identidades religiosas (hace expresa mención de los enormes territorios cubiertos por las tres principales religiones mundiales) se pasa a una esfera más pequeña, la de los imperios, y dentro de ellos, a partir de una manera de “aprehender” el mundo , nacerían después las nacionalidades.

Vemos así que la visión “espiritualista” de De Obieta, se puede complementar comprendiendo que se trata en suma de un proceso que se da a lo largo de muchísimo tiempo y en el que intervienen factores económicos y políticos también. Sin embargo, espontáneo o no, lo que coincide en los autores consultados es que el nacimiento de un pueblo no lo determina, a diferencia de un estado, la voluntad de un soberano, o los ideales políticos de una clase social, sino la convivencia en un lugar determinado de un grupo de familias, permitiendo que surja una lengua original y costumbres que regulen la vida en común de los individuos que la conforman. Puede equipararse al término nación. De hecho, la nación puede ser considerada una forma de cultura pública, donde sus miembros son concientes de su unidad cultural e historia común y “cultivan su individualidad nacional en sus lenguas vernáculas, sus costumbres, artes y paisajes” .

Y tan fuerte acaba siendo esta identidad que determina que en un lugar determinado y bajo ciertas condiciones aparezca esta comunidad cultural, que, el estado, con

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