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Reformas Urbanas 1811-1876

juanramon2221 de Mayo de 2012

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Reformas urbanas

1811-1876

Después de un receso de varios años por la guerra de independencia, la Academia de San Carlos regresa a sus actividades; en 1857 asumió el cargo como director de arquitectura el arquitecto y arqueólogo italiano Francisco Javier Cavallari, con él se introdujo el historicismo, modalidad estilística desarrollada principalmente por la cultura germano-sajona en contraposición al estilo neoclásico propio de los países del Mediterráneo. El neoclásico se mantuvo latente y reapareció eventualmente en el transcurso del siglo XIX, pero ya no como estilo distintivo del Estado sino como una alternativa para adecuar símbolos de determinados géneros de la actividad comercial y cultural, con el significado histórico-culterano de las formas greco-romanas.

Se integraron en el plan de estudios de la Academia materias técnicas afines al campo de las ingenierías, combinándolas con las artísticas, dando lugar con ello a la formación de la carrera de ingeniero-arquitecto, para la demanda de la Dirección de Obras Públicas del Gobierno Federal fundada en 1862, la carrera tenía una duración de siete años.

Poca obra se ejecutó en la ciudad de México durante la primera mitad del siglo, la mayor parte de los trabajos trascendentes fueron ejecutados por el arquitecto español Lorenzo de la Hidalga, quien arribó a México hacia 1838; proyectos suyos fueron el Teatro Nacional, el desaparecido Ciprés de la catedral de México y el pedestal de la estatua de Carlos IV, mejor conocido como “El Caballito” cuyo autor fue Manuel Tolsá.

Tadeo Ortiz tuvo la idea de reformar la plaza mayor de la ciudad de México y propuso un proyecto clásico cuyo elemento principal era una columna de bronce en el centro con trofeos y estatuas de los héroes de la independencia, el proyecto que no llegó a erigirse lo realizó el arquitecto Lorenzo de la Hidalga; solo se edificó el zócalo o basamento que iba a sustentar la columna por lo que el pueblo llamó a la plaza “zócalo”.

La expedición de las leyes de desamortización de los bienes eclesiásticos (1856) y la nacionalización de los mismos (1861) repercutió favorablemente en el mercado de trabajo arquitectónico; por lo que se refiere al campo de los particulares, se puso en circulación comercial cerca del 48% de la tierra urbana de la ciudad de México, porción que hasta antes del pronunciamiento de las leyes estaba en poder del clero. Esta decisión política motivó el inicio del fraccionamiento de extensas áreas citadinas con objeto de dar lugar a la construcción de nuevas colonias que, destinadas a las diferentes clases sociales, dieron cabida a la construcción de una cantidad importante de viviendas. Entre 1840 y 1910 aparecen en la ciudad de México, entre otras colonias, la colonia Francesa que junto con la Juárez, la Roma y la Condensa, se distinguieron como el asiento de las clases acomodadas, mientras que la Santa María y la San Rafael, alojaron a la clase media. El proletario formado por los trabajadores y los emigrantes de provincia, se concentró en las colonias Morelos, la Bolsa y Santa Julia.

El Gobierno de la ciudad de México en acatamiento de las leyes de desamortización, incautó y fraccionó las grandes propiedades eclesiásticas, originando un reordenamiento del espacio al romperse las grandes manzanas conventuales, los conventos se demuelen parcialmente para abrir calles y son divididos en lotes para su venta a particulares, ejemplos de ello fueron los conventos de la Concepción, Santo Domingo, San Bernardo y Capuchinas. Por disposición legal, los edificios religiosos que se mantuvieron en pie cambiaron su uso eclesiástico por el de tareas civiles, tan importantes para el programa de modernización del liberalismo, así algunos conventos se convirtieron en escuelas (San Lorenzo y la Encarnación), en cuarteles o prisiones militares (Santiago Tlatelolco

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