ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

Reseña Antuguo Templo San Agustin

coyotus19 de Septiembre de 2011

3.943 Palabras (16 Páginas)1.038 Visitas

Página 1 de 16

Antiguo templo de san agustin

La vida de la vieja ciudad colonial se regía por el tañido de las campanas de la Catedral y de las muchas torres de sus iglesias. Las campanas anunciaban el perezoso amanecer con el toque melancólico de las Avemarías; llamaban nerviosas a las primeras misas; después alegres, a las fiestas titulares, y lánguidas a las 12, para comer; hora en que invariablemente se daba cuerda a los relojes y se sentaban todos a la mesa.

La historia de la ciudad de México se halla estrechamente asociada con las tres primeras órdenes religiosas establecidas en la Nueva España: los franciscanos, desde 1523, con la presencia de fray Pedro de Gante; los dominicos, desde 1526, y los agustinos, en 1523. Cuando llegaron a la ciudad para fundar sus casas escogieron los solares en los sitios principales.

Los edificios religiosos, hoy día semidestruidos, mutilados o arrasados, formaron parte importante de la vida de la capital, dieron una fisonomía a la ciudad y, en algunos casos, enriquecieron su nomenclatura. De todos ellos ninguno se encuentra completo.

Fundación y avatares del antiguo templo

Fueron los conventos de la orden de San Agustín de los más suntuosos que se levantaron en la Nueva España. El arte plateresco floreció en ellos de una manera no igualada por otras órdenes religiosas. Como no tenían la limitación del voto de pobreza de los franciscanos y la Corte los ayudaba ampliamente en sus tareas, pudieron realizar obras verdaderamente soberbias.

El 7 de junio de 1533 llegaron a México siete religiosos de la orden agustiniana. Bajo la advocación del Santísimo Nombre de Jesús se hospedaron en Santo Domingo hasta que tomaron posesión de un terreno donado que llevaba el nombre de Zoquiapán, que significa "el lodo", por la consistencia pantanosa del suelo, a la que se debió que la primitiva iglesia se hundiera repetidas veces, si hemos de creer al no siempre verídico Fray Tomás Cage, quien refiere que en 1625 reconstruían la iglesia por tercera vez poniendo los cimientos sobre las antiguas columnas hundidas.

La primera piedra de San Agustín fue puesta el 28 de agosto de 1541 por el virrey Antonio de Mendoza. La iglesia y el convento resultaron muy suntuosos; el arquitecto de la obra hacia 1567 fue Claudio de Arciniega. En 1587 fue concluida y su retablo mayor fue obra de Andrés de la Concha; las puertas de madera que daban a la calle se labraron en 1591, siendo sus autores Pedro López Pinto y Hernán Sánchez.

Por los diálogos de Cervantes de Salazar sabemos que en 1544 aún no estaba terminado el templo; que ostentaba un alfarje mudéjar de casetones, el cual descansaba sobre arcos de piedra, y que a los lados del templo se construían capillas para servir de entierro a la nobleza. El convento ofrecía su claustro con bóvedas de casetones y existían dos dormitorios con numerosas celdas igualmente abovedadas.

Un incendio en la época colonial era un acontecimiento que ponía en agitación y alarma a todos los habitantes de la ciudad de México, alarma y agitación sólo comparables a las que padecían los mismos habitantes por un tumulto, una inundación, un terremoto. Las campanas de las iglesias y conventos cercanos al lugar del incendio anunciaban con toques lúgubres el fuego. Los vecinos que andaban por las calles contiguas corrían apresuradamente hacia el sitio donde las llamas se levantaban, a fin de prestar auxilio o de permanecer como simples curiosos espectadores.

En diciembre de 1576 se incendiaron la iglesia y parte del convento, estando celebrándose las vísperas de la fiesta de la virgen de Guadalupe. Se salvaron algunos colaterales y pinturas -entre otras la Santa Cecilia de De la Concha, hoy en la Pinacoteca Virreinal- y gracias a don Juan de Chavarría se rescató la magnífica custodia.

Con gran actividad reconstruyeron los agustinos su iglesia, que quedó concluida y se estrenó el 14 de diciembre de 1692, siendo esta nueva fábrica de estilo y planta diferentes de la antigua, y techada de bóveda. Fue sin duda para esta iglesia, levantada a finales del siglo XVII, para la que se talló la magnífica sillería del coro, en madera de nogal, que hoy puede admirarse en el salón del generalito del Antiguo Colegio de San Ildefonso.

En esta etapa participaron fray Diego de Valverde, maestro de arquitectura, y Tomás Juárez, escultor y ensamblador, autor del retablo mayor. La iglesia estuvo adornada con retablos de Blas de los Ángeles, Miguel José de Rivera, Juan de Rojas y José Joaquín de Sáyago, autor del colateral de la Capilla del Tercer Orden en 1752.

Nacionalizado el convento de San Agustín por los hombres de la reforma, permaneció varios años abandonado e inundado, hasta que se decidió adaptarlo para la Biblioteca Nacional. El bello claustro fue mutilado y, si se conserva un fragmento, es por un milagro, ya que a lo que falta, así como a varias dependencias del convento, actualmente los sustituye un estacionamiento. El proyecto de la Biblioteca Nacional estuvo a cargo de los arquitectos Vicente Heredia y Eleuterio Méndez. Se suprimieron las torres, se agregaron nuevas fachadas, ventanales y estatuas.

El problema de los suelos del Centro Histórico

La Universidad Nacional Autónoma de México tiene bajo su custodia el antiguo templo de San Agustín y la Capilla del tercer Orden desde 1929. Construidos sobre el fangoso subsuelo de lo que hoy conocemos como el centro histórico, estas joyas de la arquitectura novohispana sufren un grave deterioro estructural ocasionado por los hundimientos diferenciales característicos en esta zona de la ciudad, que se han visto drásticamente incrementados en la segunda mitad del presente siglo a causa de la sobreexplotación de los mantos acuíferos. En 1952 las labores se suspendieron debido al mal estado del edificio, cuyas obras de reparación comenzaron en 1954 para que fuera reinaugurado en 1963.

Las diversas etapas de construcción del recinto agustiniano son clara muestra de la poblemática que implica desde tiempos inmemoriales edificar cualquier obra sobre el peculiar subsuelo del primer cuadro capitalino. La primera iglesia erigida por los monjes no permaneció en pie más de 13 años ya que los hundimientos obligaron a su clausura. La fábrica del segundo templo se inició en 1561 culminando 26 años después. "Para la construcción del convento dice Cervantes de Salazar que los frailes tuvieron que bombear el agua para asentar luego grandes piedras con mezcla". Después del terrible incendio que lo consumiera irremediablemente, su reedificación se inició al año siguiente. En esta etapa probablemente sólo se renivelaron los muros y se reforzó la cimentación, como consta en el libro de control de gastos de los agustinos. Las calas hechas en la cimentación nos muestran que ésta se compone por una retícula de arcos de mampostería que descansan sobre estacones. También en ese tiempo se construyeron los muros que sirven como contrafuertes para poder colocar la bóveda que sustituyó a la antigua techumbre de madera que se perdiera irremediablemente en el incendio. Al envolver el templo, estos muros han actuado estructuralmente como cinturón de contrarresto y han impedido el derrumbe del edificio, que se comporta como un bloque. Este comportamiento estructural es explicado por el doctor Fernando López Carmona en su estudio para la corrección geométrica de la catedral metropolitana.

Desde 1983, la Dirección General de Obras de la UNAM, junto con TGC Geotecnia, inició trabajos de medición y sondeos en diversos puntos del otrora convento agustino para conocer el estado real en que se encontraba y así poder sentar las bases sobre las que se plantearían las diversas propuestas de reestructuración. Este proyecto es dirigido por el arquitecto Fernando Pineda, quien cuenta con la asesoría de destacados investigadores de la Facultad de Arquitectura y el Instituto de Ingeniería de la UNAM entre los que se encuentran el doctor Fernando López Carmona y el ingeniero Enrique Santoyo.

El problema de los hundimientos diferenciales es un denominador común para todos los edificios que conforman el centro histórico. Además del proceso de descenso natural, el subsuelo en que se encuentran desplantados posee partes duras y blandas compuestas tanto por restos de edificaciones que datan de la época precolombina como por rellenos de todo tipo puestos en las diversas etapas del período virreinal. Esto, aunado al abatimiento de la presión en el agua del suelo producido por la extracción de los mantos acuíferos profundos, ha ocasionado los problemas estructurales que afectan no sólo a San Agustín sino a muchos inmuebles más, ya que la existencia de estas zonas duras frena el descenso natural de los edificios en esos puntos, mientras que el resto continúa con otra velocidad poniendo en peligro su estabilidad estructural.

Para garantizar la permanencia de nuestros monumentos se han utilizado varias técnicas que van desde el uso de pilotes que toman contacto con la capa dura existente a más de 45 m de profundidad hasta la técnica de subexcavación que ha dado excelentes resultados en la catedral y sagrario metropolitanos. Sin embargo, estos sistemas tienen un alto costo que los convierte en una posibilidad poco viable.

Durante la reestructuración de la catedral y sagrario metropolitanos se ha efectuado un arduo proceso de investigación del que surgió un nuevo sistema para abatir los hundimientos diferenciales, el cual consiste en inyectar mortero en las zonas blandas del subsuelo para frenar su velocidad de descenso e igualarla a la de las zonas duras. Con esto se logra que el proceso de hundimiento de las construcciones sea uniforme, y en el caso de que existan diferencias de nivel

...

Descargar como (para miembros actualizados) txt (24 Kb)
Leer 15 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com