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Si las paredes de la casa de Montejo hablaran...


Enviado por   •  13 de Marzo de 2017  •  Reseñas  •  936 Palabras (4 Páginas)  •  221 Visitas

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Las gotas de una lluvia fina e inesperada caen en el patio, bañando las plantas y los mosaicos blancos y negros del piso.

Tras las columnas, me encuentro recargada contemplándolas y pensando en la cantidad de lluvias iguales que aquella casa colonial en que me encuentro ha visto en sus casi 500 años de existencia. Avanzo por el corredor, y subo los 3 escalones que me separan de entrar a lo que alguna vez fueron los aposentos de Don Francisco de Montejo El viejo y su hijo homónimo apodado El mozo. La humedad estival lo inunda todo desde el mármol de los peldaños hasta las vigas de madera del techo.

Me acerco a una ventanilla discreta al final de la escalera, firmo con mi nombre y mi edad para registrarme y comienzo mi recorrido. La lluvia repentina se ha deshecho de los asistentes o quizá era la hora la responsable de la poca concurrencia, pero cualquiera que haya sido la causa nos dejó solo a un puñado de personas además de mí misma para contemplar la magnificencia de la arquitectura victoriana del lugar.

Han pasado casi cinco siglos desde que Don Francisco de Montejo pusiera el primer pie en la arena blanca de las playas de Tulum, con el título de "Adelantado", actitud altiva y el apoyo de la corona española para conquistar la península de Yucatán.

Montejo, cautivado por las antiguas ruinas de la ciudad maya llamada T'Hó, decidió entonces edificar sobre ésta su propia ciudad, a la que llamó Mérida, debido al parecido de las ruinas mayas con las romanas de la Mérida española.

La arrogancia del conquistador español, lo llevó a edificar en el centro de esta nueva ciudad, la que sería su residencia, una imponente construcción que abarcaba toda la manzana, en estilo renacentista, culminada en 1549 y que hasta la fecha sigue siendo la única con ese estilo arquitectónico en el país.

Sin embargo, la belleza del exterior de la fachada, de las columnas, los frisos y las puertas labradas no reflejan más que una mínima parte de la horrible historia del edificio.

Casi 500 años no han bastado para extinguir por completo el hedor de la sangre inocente derramada en los patios o para sofocar el desdén de las risas burlonas de los conquistadores más sanguinarios que recibió nuestro país.

El viejo y El mozo, en su afán de "pacificar" y "civilizar" a los indígenas mayas (renuentes a adoptar la nueva religión y tan salvajes que ahuyentaron a los Montejo por espacio de 6 meses), los sometían a crueles castigos por desobediencia, exponiéndolos además como ejemplo de lo que la indisciplina podía acarrear a quien actuara de la misma forma.

Los castigos iban desde azotes y golpes hasta la amputación de manos o pies. También eran conocidos por aventar indígenas a los perros o arrastrarlos amarrados a

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