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Sustentabilidas Esppiritualy Estudio


Enviado por   •  1 de Noviembre de 2014  •  1.724 Palabras (7 Páginas)  •  252 Visitas

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Siempre vemos a la educación como la fuente última de la transformación humana. La vemos como una respuesta, un instrumento o una solución de casi todos los desafíos que la humanidad confronta, uno de los cuales es la destrucción ambiental. Y es por eso que la mayoría de los debates nacionales e internacionales abraza la necesidad de cambiar o intensificar los procesos educativos. Alternativamente, dadas la destrucción ambiental, la pobreza, la inseguridad humana, las guerras, etc., se podría postular o concluir que la esencia de nuestros problemas se debe a una falta de educación (baja tasa de inversión en el capital humano), o a una educación incompleta o equivocada. ¿Es la educación parte del problema o de la solución?

LA “EDUCACIÓN”: ¿SABER O SER?

No hay duda de que la educación formal ha tenido impactos positivos importantes en la creación de una conciencia individual y colectiva. La educación contemporánea está basada generalmente en una regla operativa que se traduce así: “en la medida que sé, actúo”. El “saber” ha sido la esencia de la educación durante muchas décadas. Aunque el saber es importante –y juzgando por los resultados (destrucción ambiental) –, es claro que el saber no es suficiente. Más aún, en la mayoría de los casos la educación ha impartido un saber para “hacer” y” tener”. Este triángulo del saber, hacer y tener fue muy virtuoso durante varios siglos. Sin embargo, hoy en día pasamos a una nueva era de la humanidad en la que este triángulo ya no es tan virtuoso. Tenermás ha significado degradar más. Éste ha sido el caso del crecimiento económico material. La industrialización ha sido una gran fuente de degradación ambiental. También es claro que saber más no se ha traducido en bienestar para todos (igualdad económica o social). Finalmente, hacer más no ha dado nuevos rumbos a la humanidad. Hay muchos que piensan que ha llegado el momento del “no” tener o de “no” hacer (materialmente hablando). Esto implica dar un gran vuelco a la educación basada en el saber para hacer y tener.

Hoy estamos entrando en otra era, cuya regla de oro es: “en la medida en que me autorrealizo, actúo”. Esta regla demanda un cambio fundamental en la educación. Ésta debe pasar del triángulo del saber, hacer y tener a la esfera del ser. El énfasis en esta era es en el camino del Ser, a través de un proceso consciente de la autorrealización. Esto, aunque pareciera abstracto, es esencial para entender la naturaleza y el alcance de la transformación humana, y así poder definir las próximas intervenciones y políticas ambientales.

Hay una ley espiritual que refuerza la importancia del Ser. Ella postula que el medio ambiente externo es el fiel reflejo de nuestro medio ambiente interno, es decir que lo externo es como lo interno, y lo interno es como lo externo.[7]Que el jardín externo es el fiel reflejo de nuestro jardín interno, ambos de carácter individual y colectivo al mismo tiempo. Que los maremotos, terremotos y erupciones externos son el fiel reflejo de los maremotos, terremotos y erupciones internos. Es decir, las nuevas propuestas de reformas a los sistemas educacionales deben también crear y promover prácticas que ayuden a la autorrealización de los fenómenos ambientales en cuestión. Por lo tanto, la educación tiene que tomar esto en consideración.[8]

A pesar de que la educación moderna ha sido responsable de los grandes adelantos tecnológicos y de muchos avances en el ámbito del bienestar humano material, hay reformas profundas que se deben implementar.[9]]Las revoluciones tecnológicas en materia de transporte y comunicaciones son buenos ejemplos. Sin embargo, los sistemas educativos imperantes nos han volcado a mirar hacia afuera, motivando y enseñando a encontrar las causas y condiciones últimas de muchos fenómenos humanos allí afuera.[10] Conjuntamente, hemos buscado soluciones a través del uso de instrumentos materiales (el dinero). Y es así como la educación ha respondido al saber, hacer y tener, dentro de lo material y externo. Este paradigma educacional ha llegado a sus límites y no responde a las reales necesidades de la humanidad.

Es así como vemos el descubrimiento de nuevas tecnologías incubadas en niveles de conciencia muy asimétricos (bajos), y, por lo tanto, no estamos alcanzando los beneficios potenciales de dichas tecnologías. Dos ejemplos para ilustrar: la energía nuclear e internet. En cuanto a la energía nuclear, la humanidad puede utilizarla para curar un cáncer mamario, o para destruir a otros seres humanos; usarla para otro holocausto. Igualmente, internet ha sido, por una parte, un instrumento de gran democratización humana (a pesar de que no todos tienen acceso a ella) y, por otra parte, es usada para asuntos pornográficos, compra y venta de drogas, etc. Lo que falla no es el descubrimiento material externo en sí mismo, sino el espacio interior de nuestra conciencia individual y colectiva. Un gran maestro me enseñó que “el problema no es el vino, sino el que lo bebe”.[11]

Esto apela a otra ley espiritual que puede contribuir a las reformas de la educación ambiental. Dicha ley dice que “la transformación material, la evolución material y la revolución material deben ir siempre acompañadas de –o deben ser simétricas respecto a– la transformación, la evolución y la revolución espirituales”. Sin embargo, en el mundo de hoy se promueven sociedades materialmente ricas y espiritualmente pobres. Se invierten grandes sumas de dinero y recursos en la reproducción de nuestro capital material y muy poco en el crecimiento de nuestro capital espiritual.[12] En gran medida, lo anterior propone un nuevo horizonte tanto para

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