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Textos Arábigos


Enviado por   •  2 de Mayo de 2013  •  620 Palabras (3 Páginas)  •  343 Visitas

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A finales de 1690 Carlos II se dirigió por carta a la colegiata de Antequera (Málaga) en demanda de cuantos libros en árabe tuvieran en la biblioteca. En la misiva se explicaba el motivo: tras la rendición de Larache habían quedado cien soldados españoles cautivos del rey de Marruecos, y este ofrecía liberarlos a cambio de «quinientos Moros y çinco mil libros Arávigos, o, mil Moros si no se hallaren los libros».

Dos siglos antes, tras la toma de Granada por los Reyes Católicos, ardieron en la plaza Bibarrambla de esta ciudad millares de manuscritos árabes, a resultas de la política anti-islámica del cardenal Cisneros y del celo de El Zegrí, tornado no hacía mucho al cristianismo. No era la primera vez que se destruían libros con pretextos religiosos en la península Ibérica: a comienzos del siglo xii el emir almorávide Ali ben Yúsuf ordenó, aconsejado por ciertos alfaquíes, que se quemaran las obras del teólogo Algazel.

Muy distinta de la política de Cisneros fue la de Felipe II, gracias al cual la Corona española comenzó a acopiar ejemplares árabes, que se depositaron en la biblioteca de El Escorial. Esta se incrementó mucho en 1612 con los fondos del sultán de Marruecos, Muley Zidán, que llegaron España en peregrinas circunstancias. Ello es que el sultán hubo de trasladar sus pertenencias, incluida su biblioteca, a la ciudad de Agadir. Para ello fletó un barco francés, cuyo capitán escapó con toda la carga rumbo a Marsella. Pero a poco lo asaltaron dos navíos de guerra españoles. Así pasaron a manos españolas casi cuatro mil libros árabes, lo cual motivó una serie de reclamaciones por parte de los sucesivos sultanes marroquíes. Y en el año 1690, el mismo en que Carlos II dirigió la carta antes citada, llegó a Madrid un emisario de Marruecos para negociar la restitución de la biblioteca de Zidán.

Quemar libros o tratar de canjearlos por vidas son indicios fiables del gran valor que en otros tiempos se les concedió. Del trato que la España contemporánea ha dado al patrimonio escrito árabe islámico solo podemos estar en parte satisfechos. Aún nos faltan versiones castellanas de muchas obras importantes. Por ejemplo, de la monumental historia de la España islámica de al-Maqqari, compilación de gran número de textos andalusíes de los más diversos temas. Queda mucho por hacer.

Sin embargo, hay que reconocer que el trabajo de edición y traducción de libros árabes medievales durante los siglos xix y xx, en España, ha sido muy notable. Y ese esfuerzo ímprobo, generalmente no remunerado, de tantos traductores nos lleva a pensar, de nuevo, en el canje de vidas por libros arábigos.

La carta de Carlos II a la colegiata de Antequera se halla en el Achivo Histórico Diocesano de Málaga, Sección Antequera. De los cautivos españoles en el norte de África habla Ellen Friedman: Spanish Captives in North Africa in the

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