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Trabajo Practico

yesicaybauti13 de Mayo de 2015

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SEGUNDA PARTE: DEL VIRREINATO A LAS PROVINCIAS UNIDAS DEL RIO DE LA PLATA

I. LA CRISIS DEL ORDEN COLONIAL

a) La guerra y el debilitamiento del vínculo imperial

La guerra a escala mundial se instala de modo progresivo en la estructura imperial española a lo largo del siglo XVIII. La decisión con la que la España borbónica se alinea en la lucha contra la creciente hegemonía británica impone a la nación un esfuerzo cada vez más vasto.

El orden imperial en su conjunto sufre pronto las consecuencias de esta política ambiciosa, en el sector rioplatense, en cambio, ésta comienza a consolidarlo; una mayor atención que la habitual por parte de la corona lleva a que en esta zona el esfuerzo de renovación administrativa, económica, militar se ejerza con particular intensidad. Es en esta zona donde las tentativas de erigir una defensa contra el avance del bloque británico tienen un éxito relativamente amplio.

En el Rio de la Plata la crisis será más abrupta, se trata de un poder que ha venido dando muestras de creciente vigor el que comienza a agotarse de modo inesperadamente rápido.

Sin embargo comienzan a “dibujarse” algunos de los temas que luego de la disolución del orden imperial se harán dominantes. Son las innovaciones introducidas en el sistema mercantil para adaptarlas a la coyuntura de guerra. A partir de 1791 un conjunto de medidas de la Corona acrecentaba la autonomía del centro comercial porteño respecto de la metrópoli. Debían necesariamente provocar tensiones entre quienes se disponían a aprovechar sus ventajas y los emisarios locales del orden metropolitano, temerosos de las consecuencias que les acarrearía cualquier atenuación de la hegemonía metropolitana. La existencia de ese hiato entre la cada vez más insegura hegemonía mercantil española y la imposición de la que habrá de sustituirla es decisiva.

Manuel Belgrano desde su posición como secretario del Consulado, observaba que la acción de la Corona era la aplicación de 2 directivas fundamentales: el mantenimiento en lo esencial del pacto colonial y su atenuación en algunos aspectos para que sobreviva mejor a los peligros que lo amenazan.

Belgrano no creía posible un rápido derrumbe del poder monárquico y español, el orden colonial no era una ocupación extranjera; había echado fuertes raíces locales.

Comienza a mostrarse la capacidad de la economía local para transformarse bajo el estimulo de cambios de coyuntura debidos a menudo aun a causas políticas, pero causas ajenas a las decisiones de la Corona.

Belgrano consideraba indispensable el arbitraje del poder político por sobre el despliegue de las fuerzas económicas.

De esa perplejidad frente a los resultados de un orden económico, liberado de toda tutela externas, surge la subordinación de la economía política al pensamiento de la ilustración rioplatense, compatible con el liberalismo económico.

El propósito de la Corona era la sustitución de un pacto colonial ya agotado en sus posibilidades por orto que ligue a la metrópoli comerciante e industrial con colonias orientadas a la producción primaria. Este proyecto fue demasiado ambicioso y fracasó.

Sin embargo, pese a su debilidad y ambigüedad de orientaciones, la Corona sigue teniendo en el pensamiento de la ilustración rioplatense un papel necesario. Cuando años de experiencia revelan la incapacidad creciente de la Corona para cumplir su papel director, cuando el poder monárquico se desvanezca en la crisis de 1808, la adaptación al nueva clima político impondrá un acercamiento a las posiciones de un liberalismo económico ortodoxo; ese acercamiento es el reconocimiento del papel decisivo de las fuerzas económicas que ahora se reconocía impotente para gobernar con medidas políticas.

El derrumbe de la autoridad monárquica provoca que los instrumentos de transformación preferidos pasen a ser aquellos que se insertan en las líneas de intereses de las fuerzas socio-económicas dominantes. En la Representación de los hacendados de 1809, la Corona es sólo un fantasma. La confianza en el poder regulador y director de la Corona se desvanece. La confianza de un dominio de las fuerzas económicas con medios políticos se desvanece progresivamente.

Sin embargo, los economistas ilustrados tenían conciencia de la dificultad de reemplazar ese instrumento de trasformación tan insuficiente por otro más eficaz.

La coyuntura guerrera debilitaba el vínculo económico que en las relaciones entre metrópoli y colonia se superponía al político.

La crisis política tiene un ritmo más rápido: a partir de 1806 sus etapas de suceden vertiginosamente.

Antes de esa fecha el aparato imperial tiene en el Río de la Plata una muy intensa gravitación. Sin embargo, existe ya una crisis más secreta del lazo político colonial. Un aspecto de esa crisis aún larvada es el que se conoce como nuevas influencias ideológicas, a lo largo de la segunda mitad del siglo XVIII, y cada vez más rápido, la curiosidad por las novedades político-ideológicas se difunde hasta los más inesperados rincones. Pero esto no es una innovación radical, ya antes de que los aporte ideológicos ilustrados contribuyeran a socavar el sistema de ideas en que se apoyaba la monarquía absoluta, éste ya tenía algo de incongruente que no había restado nada al vigor da la institución. Desde la Contrarreforma, las virtudes republicanas fueron largamente veneradas durante la monarquía absoluta.

La creciente difusión de innovaciones ideológicas adquiere relevancia práctica una vez desencadenada la revolución misma. Es más significativa la crisis de las instituciones que el ciclo revolucionario europeo está provocando en la monarquía española.

En 1790 España no ha hecho más que comenzar a sufrir el impacto de la coyuntura revolucionaria; lo que ésta le depara es la alianza con la Francia republicana, el desprestigio creciente de esta monarquía aliada con la república regicida. El desprestigio en las áreas coloniales venía dado por el hecho de que España constituía el eslabón más débil de la alianza y que el vínculo con sus territorios ultramarinos se revelase particularmente vulnerable.

La existencia de adversarios secretos del régimen colonial en las mismas Indias españolas adquiría ahora importancia en la medida en que la crisis del vínculo colonial parecía abierta por los hechos mismos. La crisis en el equilibrio de las castas representada por las rebeliones peruanas, que no dejo de alcanzar eco. Pero en el Litoral rioplatense la disidencia era sobre todo alimentada por lo contactos con ultramar.

El desarrollo de la economía local y la dislocación de las rutas comerciales normales contribuían a intensificar la presencia de extranjeros en Bs. As.

El poder colonial no tiene nada inmediato que temer de este sector; ocupado sobre todo en especulaciones que requieren el favor del poder político. Pero apenas el orden colonial se debilite este sector podrá acelerar eficazmente su disolución. Contra ella puede muy poco el celo con que el poder colonial intenta asegurar la ortodoxia ideológica. Si las amenazas que pesan sobre él son a pesar de todo ínfimas, su autoridad está minada por la evolución mundial a la vez que local.

b) Las invasiones inglesas abren la crisis institucional

En 1805 España y Francia habían perdido en Trafalgar hasta la esperanza de disputar el dominio oceánico a su gran enemiga isleña. Las consecuencias de ese nuevo equilibrio nabal debían hacerse sentir en un sistema colonial al que sólo el océano vinculaba con la metrópoli. En Bs. As. la escasez de tropas regulares era mal compensada por la existencia de milicias locales; la ineficacia de éstas no era vista con malos ojos por las autoridades. Lo más importante de esta escuálida organización militar había sido volcado hacia la campaña y la frontera indígena, lo que disminuía aún más la capacidad de resistencia a una incursión británica.

Todo esto, bien conocido en Madrid lo era bastante menos en Bs. As. La pérdida del dominio de la ciudad, tomada el 27 de junio de 1806 por el breve ejército de Beresford, es un escándalo que espera ser explicado. La fragilidad del orden colonial se ve bruscamente revelada. Las corporaciones de la ciudad no tienen reparos en avanzar en sumisión. El cabildo civil, los altos funcionarios, las dignidades eclesiásticas, se apresuran a jurar su fidelidad a quien los gobierna en nombre del rey de Inglaterra.

El virrey Sobremonte abandona Bs. As. y le encarga a los oidores dirigir su última resistencia; ni ellos ni el cabildo habían deseado afrontar un combate destructor, prefiriendo otorgar su sumisión al vencedor.

Desde junio de 1806 las instituciones coloniales han adquirido un poderío que ya no perderán a manos de la Corona. El sistema dentro del cual han surgido, que ha sabido fijar límites a sus pujos de insubordinación, comienza a disolverse por la cima. La conquista británica enseño a magistrados y funcionarios un nuevo tipo de relación con la autoridad suprema en la que es ésta la que solicita una adhesión que antes ni se había discutido.

Desde 1806 hasta 1810 la cautelosa política seguida por la Audiencia de Bs. As. se orientaba sobre todo a detener el deterioro de un sistema institucional que parece disolverse en fragmentos rivales. En la administración civil es sobre todo el Cabildo el que cree llegada la hora de una reivindicación esperada. Mientras el esfuerzo de la administración borbónica lo supeditaba progresivamente al control de funcionarios de carrera y de designación regia, la prosperidad creciente transforma a la corporación mendiga del siglo XVII en un cuerpo capaz de apoyar en ciertos respaldos

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