URBANISMO EN GRECIA Y ROMA
jordanvargas27 de Septiembre de 2012
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El Urbanismo en Grecia Y Roma
Introducción
El término Urbanismo procede de la palabra latina Urbs (ciudad), que en la antigüedad se refería por antonomasia a la capital del mundo romano, Roma. Sin embargo, no fue en Roma donde la ciudad, las aglomeraciones urbanas, tuvieron su origen.
El papel impulsor desempeñado por Mesopotamia sobre los valles del Indo, Nilo y Amarillo, con su irradiación de la cultura y el empleo y desarrollo de una tecnología incipiente, aparece hoy como indiscutido. Es posible establecer ciertos denominadores comunes a estos preludios urbanos de Mesopotamia y sus zonas de influencia. Eran pueblos y ciudades regidos por teocracias: autoridad reinante y sumo sacerdote eran una sola persona.
Por otro lado, desde sus comienzos, la ciudad ha sido una continua fuente de innovaciones técnicas como consecuencia de su papel de residencia permanente de los trabajadores especializados. En efecto, la aparición misma de las ciudades aceleró considerablemente los cambios culturales y sociales; se puede afirmar que la revolución urbana tuvo una importancia equivalente a la revolución agrícola que la precedió y a la revolución industrial que la seguiría.
Hay, como se ve, dos aspectos fundamentales que, alternándose como causa y efecto, producen organizaciones sociales muy parecidas: el perfeccionamiento de la tecnología y la división del trabajo. El hombre se asienta cuando cuenta con la tecnología necesaria para producir alimentos.
Supera así la profunda dependencia que para la subsistencia le obligaba a la recolección y, como consecuencia, al nomadismo. La producción queda en manos de los agricultores, y aparecen los organizadores de la distribución de este producto, de su almacenamiento, del trueque de los excedentes, del uso y destino de los productos del trueque. Surge la necesidad de los artesanos, de los funcionarios, de los sacerdotes, de los comerciantes, es decir, la división del trabajo. Los líderes, los jefes de todos estos sectores, se transforman en las clases dominantes que tienen su residencia próxima entre ellos. Este hecho constituye, una vez establecido, un factor de máxima importancia.
La división del trabajo y el intercambio o trueque favorecen fuertemente la productividad. Superar el problema del espacio es un objetivo que se aplica tanto a la producción agrícola (fijando límites a las distancias de los centros urbanos con sus tierras periféricas de influencia) como a la propia organización urbana. Así, artesanos que practican el mismo oficio se reúnen, viven y trabajan en las mismas calles o barrios; más aún, los factores de poder, los sectores dominantes económicos, políticos y religiosos, hacen lo propio: se concentran.
En definitiva, el nacimiento y desarrollo de la ciudad moderna, quedó patente de forma muy clara y precisa en dos de las más relevantes civilizaciones de la antigüedad: La Civilización Griega y la Civilización Romana.
GRECIA
Precedentes micénicos
Las ciudades micénicas que se han conservado tienen una serie de elementos comunes: situación elevada, preferentemente una colina, en cuya parte más alta - acrópolis - se construye la residencia del príncipe y el templo, amurallando especialmente este espacio; murallas exteriores construidas con grandes bloques de piedra sin tallar, denominado muro ciclópeo porque consideraban que lo habían realizado los cíclopes; acceso por rampas; entradas monumentales junto a otros accesos protegidos con torres. Las ciudades mejor conservadas son Tirinto, Micenas y Pilos. En Micenas se encuentra la llamada Puerta de los Leones construida por grandes sillares de piedra, cerrada por un grueso dintel cuya carga ha sido aligerada con un vano triangular en el que se introduce el relieve que le da nombre, donde se representan dos leones enfrentados teniendo como eje una columna. En Tirinto hallamos una excelente fortificación que se extiende a la acrópolis rodeada con otra serie de murallas. A la acrópolis se accede por una entrada monumental denominada propileos permitiendo el paso al palacio edificado sobre la base del megarón.
La ciudad griega
Por las circunstancias orográficas de Grecia, los núcleos de población (rodeados de los correspondientes campos de cultivos) están próximos al mar, que sirve de vía de comunicación entre ellos. El hombre griego entendía que la ciudad no debía ser demasiado grande para que sus miembros pudieran participar en la gestión de la misma. Se tendía a edificar en lugares altos para una mejor fortificación de cara a los frecuentes ataques de los invasores del interior y los piratas de la costa; esta protección se completaba con murallas, fosos, terraplenes, torres.
El acceso a la ciudad se hacía mediante puertas abiertas en la muralla que a menudo estaban compuestas por tres vanos: uno más grande para el paso de carruajes y caballos y los dos más pequeños situados a ambos lados para los peatones. Estos huecos se cerraban con puertas de madera recubiertas con planchas de bronce. A estas fortificaciones se las denomina acrópolis, “ciudad elevada”, y constituyen un primer elemento destacable de las ciudades griegas, siendo Atenas la principal de ellas.
Poco a poco la acrópolis se fue despojando de viviendas para albergar los templos y los edificios de uso civil. Al mismo tiempo muchos habitantes se trasladaban a vivir a las partes bajas que rodeaban la acrópolis dando lugar a una verdadera ciudad, más abigarrada que la acrópolis, más llena de vida y bullicio, constituyendo el segundo elemento destacable. Los habitantes de los diferentes núcleos de población dispersos en torno a su acrópolis acudían a la misma para sus actividades económicas, políticas y religiosas, lo cual les daba una conciencia de unidad frente a los griegos de otras acrópolis.
Atenas había crecido desordenadamente, sin un plan urbanístico, por lo que la mayoría de sus calles eran estrechas y retorcidas, con innumerables casuchas muy modestas, aunque si bien es verdad había algún barrio de cierto acomodo con viviendas más amplias. Pero los barrios de los artesanos padecían el hacinamiento motivado por pequeños talleres que estaban distribuidos en las calles por oficios; y mucho más el de las viviendas anejas que debían albergar a una población creciente sin posibilidad de ampliación: paradójicamente el desarrollo económico conducía a un empeoramiento de las condiciones de vida, agravado por la escasez de agua.
De todos modos, a causa del clima de Atenas, la gente hacía la vida fuera de las casas trabajando en la calle. Uno de los aspectos que caracterizaban el área urbana ateniense era el bullicio. Otro rasgo de la Atenas democrática era que el pueblo no mostrara reverencia alguna ante los personajes importantes, despreocupándose incluso de cederles el paso: Platón lamentaba que hasta los asnos circularan por allí a sus anchas como si creyeran tener también ellos derechos democráticos. En cambio, al llegar la noche las calles se volvían inseguras por carecer de iluminación; así los transeúntes procuraban circular en grupos portando antorchas por temor a posibles robos o ataques. Frente a este hormiguero urbano la Acrópolis ofrecía una magnífica imagen, por haber sido reconstruida tras la invasión del ejército persa.
El tercer elemento de la vida urbana ateniense era el ágora, centro de la vida económica, social y política. Los griegos construyen sus plazas públicas en forma cuadrada, con dobles y espaciosos pórticos, adornándolas con numerosas columnas, sostenidas con arquitrabes de piedra o mármol formando así galerías en la parte superior para pasear. En el caso de Atenas, estaba atravesada diagonalmente por la calle de las Panateneas (que partía del santuario de Eleusis y conducía directamente a la Acrópolis) dividiéndola en dos mitades: la occidental albergaba una serie de edificios y monumentos suntuosos e importantes para la ciudad, mientras que la oriental era el mercado propiamente dicho, con sus innumerables tiendas y talleres, instalados a la sombra de los árboles que formaban una especie de toldo para protegerse del sol.
La solución para aunar estos elementos y resolver los problemas de crecimiento fue el planeamiento: las ciudades crecían según un plan y bajo un diseño de tipo cuadrangular o hipodámico. Todas las calles debían de tener la misma anchura, y la distribución de oficios debería hacerse con criterios lógicos.
No podemos olvidar el elemento mítico o religioso que influía sobre el urbanismo en Grecia. Así, se suponía que las polis griegas siempre tenían a un fundador mítico y ese fundador mítico debía ser un héroe por lo que había que honrar su memoria, bien colocando su tumba en un lugar visible en la ciudad o bien levantándole un monumento conmemorativo donde no estaban los restos (algunos autores apuntan que el Lapis Niger de Roma posiblemente era griego).
Sin embargo, poco a poco el aspecto racional se iba imponiendo como nos cuenta Vitruvio, en “Los diez libros de arquitectura”, en los que establece las condiciones del asentamiento de la ciudad: “Antes de echar los cimientos de las murallas de una ciudad habrá de escogerse un lugar de aires sanísimos.
Este lugar habrá de ser alto, de temperatura templada, no expuesto a las brumas ni a las heladas, ni al calor ni al frío; estará además alejado de lugares pantanosos para evitar las exhalaciones de los animales palustres, mezcladas con las nieblas que al salir el sol surgen de aquellos parajes, vician el aire y difunden sus efluvios nocivos en los cuerpos de los habitantes y hacen por tanto infecto y pestilente el lugar. Tampoco serán
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