“1100 días después.”
Nancy FIResumen14 de Mayo de 2018
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“1100 días después.”
Sus oídos fueron acuchillados por el punzante sonido que lo despertaba todas las mañanas, Tony se movió un poco, ojos cerrados, el sonido continuaba.
Luchando contra la densidad y el peso de su cuerpo, estiró su brazo, alcanzando hacia la nada. Con movimientos lentos y aturdidos, su mano cogió un aparato que vibraba, el mismo aparato que emanaba aquel ruido tan insoportable.
Al mover sus dedos que eran guiados por la rutina, por fin se detuvo su alarma. Con sus ojos entre abiertos miró la pantalla de su celular, la única luz en la oscuridad de su habitación.
“5:35AM”: Pospuso la alarma y cerró los ojos una vez más, su cuerpo volvió a ser tan ligero como una pluma.
Sin embargo, de un momento a otro sintió como si un tren lo atropellase, la vibración de su celular, seguido de aquel “ahora despreciable” tono.
“6:05AM”: -¡Mierda! – Se escuchó entre la oscuridad.
De manera torpe y lenta se arrastró a la orilla de su cama, dejando caer sus piernas por el borde, despertándolas con el roce del helado suelo de su departamento, recordándole que se trataba de una fría mañana de un otoño que se acababa.
Sin percatarse, hacia girar la perilla que se encontraba dentro de su ducha, arrojando sus prendas fuera del baño, se metió bajo el chorro de agua caliente, cambiando así de piel. Cerró los ojos y tan solo escuchó el suave y dulce murmullo que hacían las gotas al caer, sin embargo, no podía darse el lujo de vagar a algún lugar lejano y desconocido al cual solo sus pensamientos y memorias podrían llevarle. Fue salvado por la alarma de su celular, en su mente se presentó la hora, muy irónico debía de admitir.
“6:15AM”: Cerró la perilla de la ducha y regresó como una persona distinta a su habitación. Una vez más.
“6:25AM”: Tony se afeitaba con sus manos torpes, cortándose un par de veces por debajo de la nariz, formando un pequeño bigote rojo. De un momento a otro, la pasta dental viajaba de un lado a otro dentro de su boca. Como si estuviese burlándose de él, sonó una vez más.
“6:35 AM”: Cogió su celular y desactivó la alarma.
-Carajo- Murmuró para si mismo.
Tony cogió su trípode y su cámara con sus respectivos estuches. Salió de su edificio, encontrándose frente a un viejo Tsuru que contaba con más años que él, viéndolo con ojos de espectador ajeno, le venían un sinfín de palabras a la mente “triste” “carcacha” “vejestorio”
Sin embargo, al recordar que se trataba de su propio automóvil, soltaba una risita irónica que compartía tan solo consigo mismo.
“6:49AM”: El reloj de su automóvil se burlaba de él, mientras daba la vuelta a la llave y sentía la vibración del motor. Abrió la guantera y sacó un pequeño papel decorado, se trataba de la invitación. La aventó con un suspiro al asiento del copiloto y salió de su estacionamiento maldiciendo entre dientes.
“7:03AM” Leía en su celular, mientras le tenía una llamada entrante. “CARLOS-TRABAJO.” se leía en letras mayúsculas.
-¿Qué pasión Carlos? – Dijo con un tono de amigo.
A través del otro lado del auricular, una voz enfadada no se hizo esperar.
-¿Qué chingados Tony? Ya empezó la recepción wey, era a las 6:50 nosotros wey. – Vociferó Carlos.
-Sí, no se me olvidó wey, pero ¿Quién la organiza a las 7 de la mañana de un sábado?
-¿Por dónde vas? – Preguntó, ignorándolo.
-Ya voy por el crucero.
-Apúrale, no puedo solo.
-Seh – Contestó indiferente Tony.
Su pequeño y viejo Tsuru por fin se encontraba corriendo por los caminos empedrados perfectamente de una pequeña comunidad burguesa.
Se guiaba a si mismo con un croquis hecho por Carlos, sin embargo, un edificio de arquitectura renacentista con una cruz de 6 metros sobre ella era difícil de ignorar.
Un puñado de gente con traje, smokings y vestidos de todo tipo de índole, se agrupaban en la entrada del edificio. Gente bajaba de automóviles lujosos, mientras un joven con chaleco rojo, se los llevaba sin cruzar la mirada con sus dueños.
Tony guío su Tsuru hasta la puerta de entrada, esperando el mismo trato del muchacho de chaleco rojo, sin embargo, solo recibió miradas extrañadas y un disgusto del mismo.
De entre la muchedumbre, surgió Carlos, con su mirada cansada y ese aire de muerto que siempre se cargaba, Tony lo saludó , pero él agitó sus manos en el aire con pánico.
-¿Qué? – murmuró.
-¡Muévete! – Gritó Carlos
Como si se tratase del “cue” de entrada del teatro, su grito fue seguido por un bombardeo de pitazos, provenientes de los cláxones. Por instinto Tony aceleró y dio la vuelta al edificio, ocultándose a un costado.
Él despreocupado fotógrafo, lograba distinguir los gritos de su compañero de trabajo, a pesar de que pareciesen un simple eco, gracias al filtro que los separaba.
-¡Bájate!
Tony lo miró sin sobresaltarse, cogió el estuche de su cámara y buscó sin prisa.
-¿Qué haces? ¡Bájate!- Escuchó Tony una vez más. Sin siquiera mirarlo, continuó su búsqueda en una de las bolsas exteriores, por fin las yemas de sus dedos encontraron una textura tan familiar.
Sacó el pequeño cigarrillo blanco y sin filtro, un gusto adquirido, la llama de su encendedor apareció, al principio escondida tras su chaqueta de cuero.
Los gritos de Carlos retumbaban dentro del Tsuru, Tony miró sobre el hombro de su enfadado compañero, se encontraban unos niños con traje que miraba en la distancia. Probablemente el que más perjudicaba su trabajo era el mismo Carlos.
Sobreviviendo a los reproches de su desesperado socio laboral, entraron a aquella construcción centenaria.
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-Mami ¿Cuánto falta? – Preguntó un niño pelirrojo y con pecas a su madre.
-Ya solo faltan diez mi amor. – Contestó la señora con un tono dulce, maternal.
La resta mental soltó un resultado en la cabeza de Tony “7:50AM”… le esperaba un largo día.
La parte más agradable de su trabajo era cuando podía contemplar las mentiras de las personas a través de un lente ,ya fuese de 35 a 300 milímetros, las mentiras se veían igual.
Al ser el fotógrafo de un evento, nadie suele notar su presencia hasta que desean aparentar algo a través de una foto. Deseaba tener un lado más optimista, sin embargo, sabía que el optimismo en esta ocasión solo sería una excusa para evitar la verdad que él ya conocía tan bien.
Podía escuchar cuchicheos entre las amigas de la novia, enterándose de los novios pasados, infidelidades, hasta casi un aborto. Aunque, cuando la novia decidió darles el gozo de su presencia, el cuchicheo cesó y el camuflaje de Tony desapareció.
Entre sonrisas espontáneas se escuchaban adulaciones en tonos agudos “Estás preciosa” “¿Dónde conseguiste el vestido?” Mientras la inundaban con palabras banales, pidieron una foto y a pesar de estar entradas bastante en sus veintes, posaron como simples colegialas de 15 años, y entonces:
“Click.”
Sonó el disparador de la cámara, observó la foto que ahora iluminaba el display de la cámara, arqueó la ceja irónicamente. La fotografía lograba mentir una vez más, engañando a la memoria de aquel día en adelante, tan solo se podía distinguir la “felicidad” de aquellas en la foto.
Después de que exclamasen lo “divina” que era la foto, el camuflaje de Tony apareció una vez más.
“8:00AM”: Sonaron las campanas del edificio, la ceremonia había iniciado.
El “buen” hombre de blanco comenzó a dar su largo sermón, una voz cansada con acento extranjero salpicaba de vez en cuando el aire, pero se diluía gracias a lo que solo Tony podía observar, un pequeño regalo que su lente le brindaba.
“Click.”
Mujeres jóvenes que transpiraban maquillaje, que tiraban bromas infantiles entre ellas, titubeó un poco pero tuvo un brote de responsabilidad profesional.
“Click.”
La novia y el novio se miraban de reojo y se sonreían, la mirada de la novia destellaba amor, mientras que la del novio estaba llena de algo mucho menos complejo, lujuria…
“Quizá durarán muchos años.” Pensó Tony.
Tony corrió sus manos sobre su cabellera, intentando relajarse.
“Click.”
“Click.”
Cli,Cli,Cli.
La cámara cesó de tomar fotos, se cerró el lente y se apagó el “display.”
Tony salió de su trance, inspeccionó la cámara, solo un foco rojo parpadeaba con poca intensidad.
-Chin… - Se murmuró a si mismo. El peor escenario posible se había cumplido. Buscó a Carlos con la mirada, ancianas con rostros perdidos entre sus arrugas, niños con narices goteantes, una chica de sonrisa triste y por fin Carlos, tomando fotos con una sonrisa hipócrita, la misma que tenía desde que lo conocía o creía conocerlo. Caminó a espaldas de la ceremonia escapando miradas.
-¡Carlos!- Murmuró con un huracán en la garganta.
-¿Qué pasa wey? Vete pa´l otro lado.
-No wey, ven.
Carlos titubeó un momento, hasta que se acercó con su aura constante de preocupación.
-Carlos, ya valió la pila.
-Pus ve por la de repuesto.
-No traje de repuesto…- Contestó Tony puerilmente.
-¿Por qué ching…? –Vociferó Carlos, tragándose el enojo.
-Mira… me desperté un poquitín tarde, creí que estaba cargada, no traje la de rollo… eso pasa cuando sucede. – Dijo intentando sonsacar una sonrisa a su compañero. – Préstame la tuya ¿No?
- No son compatibles, vamos a hacer esto, lánzate a tu casa, agarra la de repuesto y vete en chinga al salón de fiestas, les invento que fuiste a checar el lugar para mejorar la composición de la foto o algo así, córrele.
Avanzando a través del montaje que pasaba por su mirada, regresando a casa, se encontró a si mismo una vez más en su departamento. Aventó las llaves sobre una mesa de cristal.
Se recargó sobre la pared, buscó con la mirada la tan “anhelada” Pila, pero su voluntad le traicionó arrastrándolo hacia el sofá. Dejó caer su pesado cuerpo, comenzaba a sentirse como horas atrás, se proyectaba a si mismo hacia la nada. Quería decir algo, pero sus labios permanecieron muertos; quiso escuchar algo, el silencio lo engañaba; quiso sentir algo, pero no era capaz de distinguir si sentía vacío o sentía demasiado. Comenzaba a pensar mares enteros de ideas, a viajar a aquellos lugares innombrables, el tiempo se volvía un simple destello, no podría salvarse a si mismo. Quizá despertaría aquella tarde o aquella noche ¿Qué sería de él?
-¿Eso es todo?- Irrumpió una voz.
Tony recobró parte de su consciencia, apenas se tensaron unos cuantos músculos.
-¡Hey! ¿Eso es todo? – exclamó la misma voz.
Tony abrió los ojos, controlados por una fuerza instintiva que no podía ignorar, se separó lentamente del sofá, encorvó su espalda. Era una voz que sonaba omnisciente, podría estar detrás de él, en frente suyo o hasta dentro de si mismo, no era capaz de saber.
-Años sin mí y así es como reaccionas.
Tony se levantó de un salto del sofá, sus sentidos se agudizaron, la parte racional regresaba buscando respuestas.
-¿Quién está ahí? – Dijo sin pensar.
-Obviamente no espero que me reconozcas, ya estamos bien añejados.
Tony cogió desesperadamente un viejo trípode que utilizaba solo en emergencias, lo blandió como si se tratase de un bate de béisbol. Caminó, observando, escuchando, respirando, con la agudeza de sus sentidos alarmados cada uno de los rincones de su departamento, no que se tratasen de muchos.
-Sal ¿Dónde estás? – Contestó ignorándolo.
-Después de tanto tiempo, te has vuelto bastante aburrido… o quizá normal. Hace años te hubieras alegrado de que estuviésemos teniendo esta conversación.
Tony buscó bajo la mesa, mientras el sudor que comenzaba a emanar de sus manos aflojaba su firmeza entre el trípode y ellas.
-Vaya … si pudiera chiflar lo intentaría para ayudarte.
Sin importar el tiempo que hablase, Tony no era capaz de determinar dónde se encontraba aquel “hombre.” La voz tenía un ligero toque de grosor que la agravaba pero por muy poco y cada vez que la escuchaba, sentía como si dentro de él estuviesen intentando despertar ideas que lo habían abandonado desde otros tiempos más sencillos ,en los cuales una buena idea no costaba nada.
-Escucha, tengo que regresar al trabajo, ya entendí que nos conocemos pero no te recuerdo, perdóname… ya ¿Feliz?
Reinó el silencio, la respiración de Tony estaba calmada, sus sentidos perdían su viveza. Después de unos instantes, bajó el trípode y exhaló todo el aire que tenían sus pulmones, acarició las ojeras que tenía bien marcadas desde hace un par de años.
“¿Qué carajo me está pasando?” pensó, por lo menos, los trucos de su mente lo habían salvado de si mismo.
-No pasa nada contigo, el problema es que estoy atrapado aquí. – Dijo la voz, quebrando el silencio.
Tony blandió el trípode de nuevo. Se movió instintivamente, aunque sin dirección alguna “¿Dónde estás imbécil? Dime dónde estás” Curiosamente, los monólogos internos que solía tener de adolescente, regresaban de un momento a otro.
-No me insultes, idiota, búscame por donde está la pila de tu cámara.
Tony dio dos pasos hacia atrás, primero reaccionó su cuerpo y después su mente “¿Qué carajo fue eso?”
-“¿Qué carajo fue eso?” qué predecible, La pila de tu cámara, búscala y ya.
Tony evitaba formar frases en su mente, pues al parecer algo, alguien o inclusive su propia mente, se aprovechaban de él y de sus palabras, Tony era capaz de sacar una conclusión racional de lo que ocurría pero curiosamente su propia mente lo alejaba de ella, lo mantenía alarmado con un miedo insidioso que crecía dentro de él, un miedo que dependiendo de en qué momento surgiese era llamado por dos nombres : Esperanza o incertidumbre.
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