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Analisis De Cien Años De Soledad

23martin2331 de Marzo de 2012

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Análisis de Cien Años de Soledad

De García Márquez

Introducción

El presente trabajo monográfico dirige su atención a un análisis de algunos temas interesantes dentro de la obra cien años de soledad de García Márquez. Estos temas son el realismo mágico, el tiempo, Macondo como un lugar maravilloso y los personajes.

Cien años de soledad es la novela más importante dentro de la literatura Latinoamericana, por este motivo mi preocupación en poder entender las motivaciones y el porqué de cada hecho dentro de la historia.

La hipérbole

Uno de los recursos estilísticos mas usado por García Márquez en esta obra es la hipérbole o la exageración. Y para analizar posteriormente algunos fragmentos del libro, es necesario conocer ciertas definiciones de hipérbole. Una definición lo toma como una visión desproporcionada de una realidad, amplificándola o disminuyéndola, concretándose en el uso de términos enfáticos y expresiones exageradas. Otra definición que tomaremos, consiste en emplear palabras exageradas para expresar una idea que está más allá de los límites de la verosimilitud. Es bastante corriente en el habla cotidiana. Por ejemplo "hace un siglo que no te veía".

Partiendo de estas reflexiones teóricas se puede pensar que la hipérbole es un recurso que procede de la expresión oral, recurso que utiliza nuestro escritor como una herramienta literaria eficaz para narrar.

Es claro que el autor de este libro renovó la literatura a través de uno de sus posibles componentes, la fantasía, pero también de otros recursos lingüísticos como la hipérbole. García Márquez ha hecho una mezcla entre lo fantástico y lo real utilizando a la hipérbole como nexo de un modo tan perfecto que ya nadie sabe donde están las fronteras de uno y el otro. Es el arte hiperbólico y distorsionado lo que hacen de Macondo un lugar fantástico, donde no cabe destruir la envoltura de su encantamiento y contar su historia así, como algo previo a la literatura, como un rumor legendario como se la habían contado durante muchos años las gentes entre sí.

Algún tiempo atrás en una entrevista García Márquez reflexionó sobre la hiperbolización, y dijo que "lo mágico puede transformarse en lo real con la misma facilidad que lo real en lo mágico (...) no hay un lugar que sea más real, o mágico, que otro, porque todo puede intercambiarse y todo es parte de la misma realidad total."

Por lo tanto él amplio la realidad literaria con sus mezclas y sus herramientas literarias, consiguiendo superar con creces el realismo que hasta entonces imperaba en la literatura latinoamericana.

En Macondo no se puede distinguir entre la realidad y la irrealidad, Macondo es un territorio mágico, donde cualquier cosa puede pasar por otra. Lo maravilloso convive con lo cotidiano y a través de un lenguaje evocador y preciso, es posible hacer vivir lo inverosímil. La construcción imaginaria tiene sus raíces profundas en la realidad americana.

No quiero seguir explayándome con estas reflexiones para poder entrar ahora sí en el análisis de algunas hipérboles en Cien años de soledad.

La primera hipérbole a analizar es la demostración que hizo Melquíades, sin duda una parodia de la ciencia. Leamos el texto: "Fue de casa en casa arrastrando dos lingotes metálicos, y todo el mundo se espantó al ver que los calderos, las pailas, las tenazas y los anafes se caían de su sitio, y las maderas crujían por la desesperación de los clavos y los tornillos tratando de desenclavarse, y aun los objetos perdidos desde hacía mucho tiempo aparecían por donde más se les había buscado, y se arrastraban en desbandada turbulenta detrás de los fierros mágicos de Melquíades" (71-72). Es evidente que el escritor trata, mediante el uso de estos fierros, de presentar el gran poder del gitano al atraer todo lo metálico y encontrar las cosas perdidas. Su poder será tal que escribirá la historia de la familia de los Buendía antes de que suceda. Quiero constatar la trascendencia del adjetivo que acompaña a "fierros". Un adjetivo que muestra su intención: "mágicos". No son, pues, objetos que pertenezcan sólo a la realidad verificable, sino que van más allá, de ahí su inmenso poder.

La siguiente hipérbole es: "La mulata adolescente, con sus teticas de perra, estaba desnuda en la cama. Antes de Aureliano, esa noche, sesenta y tres hombres habían pasado por el cuarto. De tanto ser usado, y amasado en sudores y suspiros, el aire de la habitación empezaba a convertirse en lodo" (128). Esta exageración se inscribe en el hecho de la gran crueldad de la abuela de la chica, que le obliga a prostituirse como pago a un descuido que ocasionó el incendio de su casa. La crueldad es tal que precisa de un número hiperbólico: sesenta y tres. Por otra parte, el hecho de que el aire se convierta en barro es un signo de la gran actividad sexual a la que estaba obligada la adolescente. Es importante señalar la fuerza de la adolescente y su sumisión ante el destino. Además, el hecho de que el personaje perverso sea una abuela amplifica la realidad literaria, ya que no era nada corriente un personaje –la abuela- que siempre había tenido buena fama y, desde luego, pesaba su condición de femenino. Todo esto crea la gran barbarie. De ahí que un lector tradicional se sorprenda.

La tercera hipérbole es un rasgo que define a José Arcadio Buendía, el cual "conservaba su fuerza descomunal, que le permitía derribar un caballo agarrándolo por las orejas" (76). Como él es el fundador de la familia y, además, de Macondo, tiene que poseer alguna característica propia de un héroe y la fuerza física es muy apropiada a este tipo de personajes de leyenda. Cuando José Arcadio está en plena vejez todavía conserva esta característica: "no supo en qué momento se le subió a las manos la fuerza juvenil con que derribaba un caballo" (134). Parece que el tiempo no le afecta, como a cualquier héroe. Sin embargo, cuando pierde la razón le atan a un árbol, pero para esto "necesitaron diez hombres para tumbarlo, catorce para amarrarlo, veinte para arrastrarlo hasta el castaño del patio" (155). Ya se sabe, el héroe siempre es héroe y no decaen sus facultades. Incluso poco antes de morir todavía es un personaje hiperbólico, por eso su esposa "pidió ayuda para llevar a José Arcadio Buendía a su dormitorio. No sólo era tan pesado como siempre, sino que en su prolongada estancia bajo el castaño había desarrollado la facultad de aumentar de peso voluntariamente, hasta el punto de que siete hombres no pudieron con él y tuvieron que llevarlo a rastras a la cama" (215). Por lo tanto, la idea que saco es que la exageración y el heroísmo van de la mano en el caso del fundador de los Buendía. Y hay que añadir el poder sobre el cuerpo, el subir de peso si quería. Este rasgo es extraño en un héroe, pero en Macondo todo era factible. Por norma general, los personajes significativos de la novela presentan rasgos hiperbólicos.

La hipérbole también define a un descendiente de José Arcadio Buendía, del mismo nombre. En su caso recoge elementos de la literatura popular como la escatología, que tanto impresionan a los lectores timoratos. De él se dice que "se comía medio lechón en el almuerzo y cuyas ventosidades marchitaban las flores". La construcción de esta oración impresiona al lector, al mezclar lo escatológico -las ventosidades- con lo delicado -las flores-. Esto está dentro del quehacer literario de Márquez, el cual "no distingue desde el principio entre lo trascendental y lo inmanente, entre lo extraordinario y lo ordinario" (M. Palencia-Roth). Los elementos soeces los recoge nuestro literato de la tradición literaria y le sirven para caracterizar al personaje. Tras una larga ausencia de Macondo, José Arcadio regresa. Su retorno trae a la memoria al héroe de Homero, pero en el caso que nos ocupa lo paródico rompe lo heroico, aunque no del todo. La narración del regreso es interesante: "tuvieron la impresión de que un temblor de tierra estaba desquiciando la casa. Llegaba un hombre descomunal. Sus espaldas cuadradas apenas si cabían por las puertas. [...] su presencia daba la impresión trepidatoria de un sacudimiento sísmico" (165). Parece que anuncia que va a suceder algo importante. En su descripción física hay elementos que no concuerdan con los de un héroe clásico: "los brazos y el pecho completamente bordados en tatuajes crípticos" (165). Tampoco muchas de sus costumbres corresponden a un héroe: "En el calor de la fiesta exhibió sobre el mostrador su masculinidad inverosímil, enteramente tatuada con una maraña azul y roja de letreros en varios idiomas" (168). Lo que sí le corresponde del modelo heroico es su grandísima fuerza física, que en un principio exhibe en un burdel, lugar nada heroico: "Catarino, que no creía en artificios de fuerza, apostó doce pesos a que no movía el mostrador. José Arcadio lo arrancó de su sitio, lo levantó en vilo sobre la cabeza y lo puso en la calle. Se necesitaron once hombres para meterlo" (167). La conclusión es que Márquez creó este personaje como contraposición a los héroes (léase el coronel, Úrsula, etc.). En la realidad literaria existen los contrarios, porque de lo contrario no sería completa, como en la vida misma.

Otra hipérbole que interesa es la del coronel, en lo que se refiere a datos numéricos, ya que "promovió treinta y dos levantamientos armados". En este número hiperbólico se asienta el héroe, pero acto continuo pierde su carácter de tal cuando el narrador añade: "y los perdió todos". Así pues,

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