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COMO GANAR AMIGOS E INFLUIR SOBRE LAS PERSONAS. El autor desarrolla o esboza sus conceptos

ito1491Documentos de Investigación16 de Noviembre de 2016

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COMO GANAR AMIGOS E INFLUIR SOBRE LAS PERSONAS

El autor desarrolla o esboza sus conceptos al dividir el libro en 4 grandes partes.

Al exponer lo que he aprendido de mi lectura, haré énfasis en la primera parte por considerarla como lo que es: la parte introductoria y más general sobre el contenido del mismo.

Según el autor “El único propósito de este libro es ayudar al lector a que descubra, desarrolle y aproveche esos poderes latentes que no” empleamos.

Esta primera parte se titula “Técnicas fundamentales para tratar con el prójimo”.

En ella se exponen tres reglas fundamentales parar tratar con las personas que interactuamos en toda nuestra actividad del día a día.

Regla número 1

“Si quieres recoger miel no des puntapiés a la colmena”.

John Wanamaker, fundador de las tiendas que llevan su nombre, confesó: “hace treinta años he aprendido que es una tontería regañar a los demás…”

Dice el autor que en el 99% de los casos ningún hombre se critica a si mismo por grandes que sean sus errores.

Advierte que la crítica es inútil porque lastima el orgullo tan precioso de la persona, hiere su sentido de importancia y despierta su resentimiento.

Después de hacer experimentaciones con animales, premiando la buena conducta de éstos en vez de castigar las malas, el psicólogo B. F. Skinner concluyó que estos aprenden más rápido y retienen con más eficacia.

Cuando posteriormente estas técnicas se aplicaron a los seres humanos se comprobó lo mismo. Entonces por medio de las críticas nunca provocamos cambios duraderos, pero sí resentimientos, lo que puede desmoralizar a los empleados, miembros de la familia y amigos, además rara vez corrige la situación que se ha criticado.

Cita el ejemplo del coordinador de seguridad de una empresa de construcción, en el estado de Oklahoma. Una de sus responsabilidades era hacer que los empleados usaran el casco protector mientras estuvieran trabajando en una obra.

Cada vez que encontraba un obrero sin el mismo le ordenaba con autoridad a que cumpliera con las reglas, obtenía una obediencia desganada y con frecuencia se quitaban el casco inmediatamente él daba la espalda. Entonces decidió probar otro método, cuando volvió a encontrar otro obrero sin el casco, le preguntó cómo le iba con el casco, si le molestaba o le parecía bien. Luego en tono amistoso le recordó que su misión era protegerlo de heridas y le sugirió (no le ordenó) que lo usara siempre que estuviera en la obra. El resultado fue una mayor obediencia a las reglas, sin resentimientos ni tensiones emocionales.

Al echar la culpa a alguien por los errores cometidos, aún de altos niveles empresariales, políticos o sociales, no lograron persuadir a nadie de que se habían equivocado.

Por naturaleza, el malefactor culpa a todos menos a sí mismo. Dice el autor que las críticas son como palomas mensajeras, siempre vuelven a su nido.

Un ejemplo emblemático es el de Abrahán Lincoln. De joven se dedicaba a criticar a sus semejantes mientras vivió en los estados de Illinois e Indiana.

Hasta les escribía cartas y poemas para burlarse de los demás, los dejaba en caminos campestres con la seguridad que alguien los encontraría. Una de esas cartas despertó resentimiento que duró toda una generación. También llegó a publicar algunas de esas en periódicos.

En 1842 se burló de un político irlandés llamado James Shields a quien censuró crudamente cuando este último se enteró de quien procedía la carta, hirvió de indignación. A caballos buscó a Lincoln y lo desafió a un duelo. Aunque se oponía a los duelos no pudo evitarlo sin menoscabo para su orgullo. Tuvo que elegir las armas a utilizar. Como tenía los brazos muy largos escogió pelear con sables, después de entrenarse en esgrima, debió encontrarse con el señor Shields en un banco de arena para luchar hasta la muerte, por fortuna aparecieron los padrinos y evitaron el duelo.

Se considera el incidente más significativo en la vida de Lincoln y resultó una lección de valor incalculable en el arte de tratar con los demás. Nunca volvió a escribir una carta insultante, nunca volvió a burlarse del prójimo y casi nunca volvió a criticar a los demás.

Durante la guerra civil entre los estados del norte y del sur varios generales cometieron errores, media nación los criticaba acremente, pero Lincoln “sin malicia para nadie, con caridad para todos, conservaba la calma”, “no juzgues si no quieres ser juzgado” era su máxima favorita. Parece que Lincoln llegó a leer la biblia porque este precepto se encuentra en Lucas 6:37.

El autor hace esta exhortación: “la próxima que sintamos la tentación de criticar o reprocharle algo a alguien, saquemos un billete de $5 dólares del bolsillo, miremos la foto de Lincoln y preguntémonos cómo resolvería él este problema si estuviera en mi lugar”.

Mire cuan dañinas son las críticas, dice el autor “si usted o yo queremos despertar un resentimiento que puede perdurar por décadas y seguir ardiendo hasta la muerte, basta con hacer una crítica punzante, aunque estemos seguros que la misma esté justificada.

Además cuando tratamos con la gente debemos recordar que no tratamos con criaturas lógicas, sino con criaturas emotivas, con prejuicios, impulsadas por el orgullo y la vanidad.

El secreto del éxito de Benjamin Franklin como diplomático se basó en esta máxima: “no hablaré mal de hombre alguno y de todos diré todo lo bueno que sepa”.

Fíjense en esto, cualquier tonto puede criticar, censurar y quejarse y casi todos lo hacemos, pero se necesita carácter y dominio de uno mismo para ser compresivo y capaz de perdonar.

Tal como Hoover, piloto norteamericano que por error de un mecánico tuvo un accidente aéreo en el que pudieron perder la vida todos los tripulantes de un avión de guerra, en vez de reprochar al responsable del error que cambio el tipo de combustible usado, este piloto fue a la base aérea, le echó el brazo al joven y le dijo “estoy seguro que nunca volverás a hacerlo, quiero que mañana te ocupes de mi (avión) F51”.

A veces bastará con simplemente reconocer “he pedido demasiado, demasiado”.

En síntesis esta regla quiere decir que en lugar de censurar a la gente tratemos de comprenderla. Tratemos de imaginarnos por qué hacen las cosas. Eso es más provechoso y más interesante que la crítica. De esto último surge la simpatía, la tolerancia y la bondad.

El Dr. Johnson, citado por el autor, dice: “el mismo Dios no se propone juzgar al hombre hasta el fin de sus días”. Eso está en armonía con lo que escribió el apóstol Juan por inspiración divina en el evangelio de Juan 12:48.

Cabe la pregunta, entonces ¿Por qué hemos de juzgar usted o yo?

Y yo le agrego, hoy gástese RD$230, compre un billete de US$5, póngalo en su cartera y antes de criticar en la próxima circunstancia que se le presente, mire la foto de Abrahan Lincoln y recuerde la exhortación de Dale Carnigie.

Regla número 2

El gran secreto para tratar con la gente

Solo hay un medio para conseguir que alguien haga algo: hacer que el prójimo quiera hacerlo.

Es cierto que existen métodos represivos que pueden hacer que se logren esos cometidos, por ej.: un revolver en su pecho haría que usted quiera entregar su reloj, una correa en su puño haría a un niño cumplir su requerimiento, sin embargo estos métodos crudos tienen repercusiones muy poco deseables.

El Dr. Sigmund Freud, famoso psicólogo del siglo XX, decía que el hombre hace las cosas por dos motivos: el impulso sexual y el deseo de ser grande.

El más profundo de los filósofos estadounidenses John Dewey, dice el impulso más profundo de la naturaleza humana es “el deseo de ser importante”. Abrahan Lincoln dijo “a todo el mundo le gustan los elogios” y Willian James dijo “el principio más profundo del carácter humano es el anhelo de ser apreciado”.

Esta característica es una de las diferencias que distinguen a los hombres de los animales.

Carnegie pone de ejemplo que su padre era un granjero del medio oeste que producía cerdos Duroc-Jersey y vacas Hereford con pedigree. Obtenían muchos premios, los cuales los exhibían a sus amigos o visitantes a su casa. Los animales no se interesaron por los premios, pero mi padre y yo sí. Esos premios le daban sentido de importancia.

El autor dice que si nuestros antepasados no hubieran sentido este ardiente anhelo de ser importantes, la civilización no habría sido imposible.

Ese mismo deseo hace que las personas más ricas de cada ciudad construyan una casa demasiado amplia para sus necesidades.

Pero también es ese deseo que hace que todos pretendamos vestir a la última moda, conducir el automóvil más reciente y hablar de nuestros hijos inteligentes. Además este deseo lleva a jóvenes a ser pistoleros o bandoleros, estos últimos minimizan la perspectiva de una condena, al excitarse viéndose fotografiado compartiendo las páginas importantes de un periódico con famosos, artistas, deportistas, estrellas de cine y políticos.

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