Cartas A Un Joven Ingeniero
Enviado por rauna623 • 29 de Marzo de 2014 • 40.219 Palabras (161 Páginas) • 660 Visitas
Advertencia
La serie de cartas que componen este libro fue originalmente pergeñada por el
autor para su hija Verónica, hoy ingeniera mecánica electricista de la facultad de
ingeniería de la UNAM.
Al decidir su publicación, cabía la posibilidad de adecuar la redacción el titulo
elegido, o titularlas Cartas a una joven ingeniera. Se optó por mantener el titulo en
masculino y la destinataria en femenino –aunque no a la manera de Flaubert, que
escribía a George Sand como “Querida maestro”- a pesar de que aparentemente,
haya una incongruencia. Se trato así de conservar la naturalidad de las misivas y, al
mismo tiempo, de ofrecer los mensajes que contienen a todos quienes, sin
distinción de género, busquen en la ingeniería el camino de su dedicación
profesional.
El deseo de quién esto escribe, es el de que a los jóvenes que pretendan dedicarse
a esta carrera profesional, igualmente apta para hombres y mujeres – aunque ellas
hayan conquistado su “igualdad ingenieril” solo recientemente-, les sean útiles las
experiencias y opiniones de quien ha gozado esta profesión por mas de cuatro
décadas.
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Carta I
Sobre la verdadera vocación
Querida Vero:
Tu decisión de estudiar ingeniería, que me has comunicado con esa cara alegre y
satisfecha con que siempre expresas lo que supones me ha de llenar de júbilo, me
lleva a algunas reflexiones que plasmo en una carta, siguiendo aquella vieja y
maravillosa costumbre de la comunicación epistolar, tan disminuida por los
adelantos tecnológicos, pero aún no superada ni en sus características de cosa
muy personal y de objeto afectivo y privado, y que tanto nos uniera cuando tú, muy
menor, fuiste a estudiar fuera del país.
La primera de mis reflexiones toca un aspecto delicado e importante, fundamental
te diría, que es el de tu vocación para la profesión que has elegido; superado éste, y
ratificada en su caso tu decisión, podríamos iniciar un diálogo que nos permitiera
ahondar tanto en los grandes asuntos de la profesión como, desde luego, en los
detalles que le dan sentido y contenido a la vida profesional.
Quiero expresarte que estaré satisfecho, encantado, si seleccionas la actividad
profesional que te ofrezca la posibilidad de realizarte a plenitud; la que sea, la que
te permita colmar tus expectativas, la que te dé la oportunidad de gozar en su
realización, de buscar con el ánimo del descubridor caminos nuevos y retos de
altura; la que te abra el horizonte de todos los anhelos y garantice a tu dedicación la
proscripción del tedio; la que te entregue, en suma, al desarrollo y al goce pleno de
tus facultades. Esa es la llave para que seas una profesional de excelencia, meta
que debe tener toda persona que aspira a un título.
Lamentablemente, no siempre ocurre que se analicen con cuidado las aristas de un
asunto tan especial como es decidir a qué te vas a dedicar profesionalmente el
resto de tus días. Y no sólo eso: a menudo el momento de la elección esta señalado
con mensajes inciertos, con restricciones innecesarias, con desinformación o con
información insuficiente, o incluso con normas, costumbres y tradiciones que
coartan la libertad.
Hace no mucho las familias mexicanas aspiraban a contar entre sus miembros a un
militar, a un medico y a un sacerdote –siempre hablado de los hijos varones, ya que
las mujeres estaban claramente limitadas a atender el hogar, cuando no a
consagrarse a Dios-. Hoy, aunque se han modificado tales patrones, no hemos
superado del todo esa consideración ancestral y, con otros matices pero con
criterios muy semejantes, continuamos “orientando” o tratando de orientar a
nuestros hijos por los senderos que –a menudo sin siquiera comentarlo con ellosjuzgamos
más seguros, más dignos o más rentables.
Todos conocemos al padre que exige a su hijo. Quien pretende ser torero,
futbolista, violinista o pintor, que antes de dedicarse a “eso”, le traiga su título de
arquitecto o de doctor. Y conocemos también al licenciado, al ingeniero, al medico o
al odontólogo que estudiaron sin vocación, lanzados a esas profesiones sólo
porque en su familia, durante generaciones, alguien las ha estudiado o porque lo
hicieron su padre o su madre, a quienes admiran o creen que admiran en lo
profesional. También conocemos a quienes se dedican a cosa diferente a la que
estudiaron o, peor aún, se mecen en la hamaca de la mediocridad profesional y
lamentan con amargura su mala elección.
Yo sé querida Vero, que tu has demostrado en todo instante firmeza en tus
decisiones y carácter,
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