Cartas a un joven Ingeniero
Argel09Resumen13 de Noviembre de 2015
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[pic 2]Nombre:
Cruz Román Mario Argel
Asignatura:
Humanidades
Profesora:
María de Jesús Granados Salas
Grupo: 1MV8 Cartas a un joven ingeniero
Carta I
Habla sobre la vocación hacia una carrera profesional
Querida Vero:
La primera de mis reflexiones toca un aspecto delicado e importante, fundamentalmente te diría, que es el de tu vocación para la profesión que has elegido.
Quiero expresarte que estaré satisfecho, encantado, si seleccionas la actividad profesional que te ofrezca la posibilidad de realizarte a plenitud; la que sea, la que te permita colmar tus expectativas, la que te dé la oportunidad de gozar en su realización,etc.
Esa es la llave para que seas una profesional de excelencia, meta que debe tener toda persona que aspira a un título.
Hace no mucho, las familias mexicanas aspiraban a contar entre sus miembros a un militar, a un médico y a un sacerdote- siempre hablando de los hijos varones, ya que las mujeres estaban claramente limitadas a atender el hogar, cuando no a consagrarse a Dios.
Todos conocemos al padre que exige a su hijo, quien pretende ser torero, futbolista, violinista o pintor, que antes de dedicarse a “eso”, le traiga su título de arquitecto o de doctor. Y conocemos también al licenciado, al ingeniero, al médico o al odontólogo que estudiaron sin vocación, lanzados a esas profesiones solo porque en su familia, durante generaciones, alguien las ha estudiado o porque lo hicieron su padre o su madre, a quienes admiran o creen que admiran en lo profesional.
Yo sé, querida Vero, que tú has demostrado en todo instante firmeza en tus decisiones y carácter, pero considero necesario en este momento preciso-nunca estar de mas- subrayar la importancia de acogerte, sin cortapisa alguna y únicamente, a tu albedrío; deshazte de toda atadura, no tomes en consideración, de ninguna manera ni con ninguna matiz, si a tus padres o a persona distinta de ti les gustaría que fueres una cosa o la otra.
Siempre he pensado que para poder darse con generosidad es necesario ser un tanto egoísta. No se puede hacer felices a los demás si no se es feliz, como también poco se puede ser feliz sin darse generosamente a los demás.
Dedícale un momento de reflexión a estas palabras que te escribo con la intención de invitarte, antes de emprender la maravillosa aventura de la formación profesional, a un último examen de conciencia sobre la realidad de tu vocación.
Naturalmente que tu análisis, oteador de futuros, presenta el reto de múltiples incertidumbres. Muchas preguntas se agalopan en la mente de la juventud cuando debe imaginar horizontes de amplio espectro y de largo plazo y al mismo tiempo escudriñar los rincones más profundos del propio ser.
Curiosamente, te garantizo, cada nueva pregunta que te hagas te hará más segura; aunque no tengas todas las respuestas habrás abierto nuevas ventanas, entrara más luz, se habrá ampliado tu horizonte, y principalmente, desaparecerá el miedo a preguntarte cosas transcendentes, y adquirirás la necesaria confianza de inquirirte de buscar, de decidir.
Antes de dar por concluida esta carta, debo aclararte que mi insistencia en tu reflexión no la inspira ni la duda en tu decisión original, ni la sombre de una idea personal sobre un camino distinto para ti.
Por otra parte recuerda- y no las olvides nunca- las sabias palabras del Quijote: “La libertad Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos: con ella no puedes igualarse los tesoros que encierra la tierra, ni el mar encubre. Por la libertad, así como por la honra, se puede o se debe aventurar la vida.”
Pero por esa libertad, y con esa libertad, tienes que tomar en cuenta que enfrentaras, aun en este momento, en los albores mismos del nuevo milenio, la resaca de una vieja costumbre machista, que sugiere que hay carreras adecuadas para las mujeres, entre las que no está la ingeniería.
Hoy los prejuicios van desapareciendo, e incluso en algunas especialidades el sexo femenino se impone ya en número, como desde hace un buen rato lo ha hecho en cuanto capacidad; de la misma forma acabó hace años, con evidencias indiscutibles, con la malévola leyenda que calificaba a las mujeres, según su belleza, como hermosas, guapas, regulares, feas y… ¡de ingeniería!
Concluyo por ahora este asunto que reabriremos si lo consideras conveniente, en espera de tus comentarios; pero en vista de que queda mucha tinta en el tintero, y como hay múltiples y variados asuntos por abordar, te propongo que al tiempo de tus cavilaciones, iniciemos ese dialogo al que me réferi al principio sobre el maravillosos tema de tu futuro profesional, para el que te ofrezco el ya cargado acervo de mis experiencias.
Carta II
Habla sobre la ética profesional
Querida hija:
Me da gusto saber que la carta que te escribí hace unos días te llego, según dices, es un momento muy oportuno y que gas escogido con entusiasmo mis propuestas, tanto sobre una última reflexión libre y personal , como sobre nuestro coloquio epistolar, que desde luego no sustituye nuestras platicas, tan frecuentes como sea posible.
Me indicas que tus primeras reacciones ante el reto de tu análisis personal, te confirman tu vocación hacia la ingeniería. Ello me da pie para iniciar nuestra incursión en el vasto territorio de esa profesión tan antigua como la humanidad y tan llena de vericuetos, matices y posibilidades, que no exigirá seguramente un amplio espacio tacar tan solo sus temas esenciales.
Estas cartas pretenden, por ello, corresponder al menos a dos de las acepciones del vocablo que ofrece la Real Academia Española: “1. Papel escrito, y ordinariamente cerrado, que una persona envía a otra para comunicarse con ella” y, particularmente: “2. Mapa en que se describe el mar, o una porción de él, con sus costas o los lugares donde hay escollos o bajios”
No trato con esto de tomar cartas en el asunto, que es a toda luces personalísimo- recuerda lo del albedrío, del que estoy convencido- ; te ofrezco, en cambio, poner mis cartas sobre la mesa para que tengas toda la información posible, y desde luego carta blanca para que en su momento puedas jugar tu mejor carta. Espero que os datos que he recogido en mi largo trashumar por mares agitados, procelosos o tranquilos, pero siempre interesantes, enriquecedores, provocadores, queden expuestos en estas cartas, para tu conocimiento y beneficio.
Antes de abrir el cofre de mis recuerdos y experiencias, quiero transmitirte una preocupación fundamental que ha prescindido mi existencia, y que encontré expresada en bella forma y con pristina claridad en una conferencia que Gabriela Mistral dicto en ocasión cuya fecha y motivo desconozco, pero que afortunadamente leí en mis mocedades. La gran maestra y poetisa- o poeta, como hoy se dice- chilena, nacida Lucila Godoy Alcayaga, escribió:
Todo el desorden del mundo viene de los oficios y las profesiones mal o mediocremente servidos: político mediocre, educador mediocre, medico mediocre, artesano mediocre, esas son nuestras calamidades verdadera.
Conversaba yo una vez con Ramiro Maeztu sobre las diferencias que corren entre sajón y latino. El me marcaba, entre otras, que, al igual de la afirmación anterior, se me quedo hincada en la memoria por la gravedad que arrastra: el latino sería un hombre que suele desarrollar sus morales al margen de la profesión de que vive; el sajón sería casi siempre un hombre que trenza la moral adoptada con su oficio.
De tal manera, hemos venido a para en una especie de quiebra del crédito universitario en casi todas partes. Y la Universidad, dondequiera que exista, debe constituir una institución de calidad pura, de apretada selección.
Esta terrible y grave aseveración, por cuanto con frecuencia verdadera, querida Vero, debe impulsarnos en una cruzada por la dignificación del individuo, de la profesión y del gremio, y a insistir cada día, en cada función, en cada responsabilidad, en cada foro, en la obligación de los profesionales, desde que inician su formación académica, de trabajar por la excelencia en la disciplina que su título ampara y en la magnitud de su compromiso social.
Considerar la actividad profesional dentro de un marco ético único, indivisible e inquebrantable, implica postular como valores dedicación, estudio, calidad, lealtad, verdad, equidad, congruencia y debería ser consubstancial al individuo.
En la excelencia no hay pero que valga. Aquí sí, la expresión shakespeariana: “Ser o no ser”, tiene validez absoluta. Todo en la profesión es indiscutible, excepto el comportamiento ético, en el que debemos ser intransigentes.
Así, a tu pregunta de si la selección de una profesión debe ser exclusivamente “por amor al arte” o hay que considerar las posibilidades del mercado para vivir bien de ella, respondo que deben considerarse ambos aspectos; pero señalo también que, si como espero, tu ambición en lo material no desborda los límites de lo razonable y se ubica en los terrenos éticos a los que me he referido, el “amor al arte” es el que te dará más satisfacciones y te asegurara, como dice el dicho: “un buen pasar para irla pasando”.
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