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Cartas Desde Asia

karinaespitia12 de Julio de 2015

828 Palabras (4 Páginas)321 Visitas

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HÉCTOR ABAD GÓMEZ

CARTAS DESDE ASIA

Colección Héctor Abad Gómez

A la memoria de mi hija Marta Cecilia,

quien antes de morir leyó estas cartas

y me pidió que las publicara

“En vez de maldecir la oscuridad,

Prende, aunque sea, una pequeña luz”

Proverbio oriental

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INTRODUCCIÓN

Casi todas estas cartas tienen un destino específico. Al leerla,

él sabrá a quién me dirijo. Otras son dirigidas, anónimamente,

a un grupo de hombres y mujeres, de orígenes o

actividades similares. Todas han sido escritas en un periodo

de seis meses, en Manila, Republica de las Filipinas, por una

persona de cerca de cincuenta años que no tenía nada mejor

que hacer con su tiempo. Pretenden ser el resultado de una

limitada pero intensa experiencia vital. Aunque están escritas,

fundamentalmente, para pasar el tiempo, el autor quisiera

que ellas dejaran algunas enseñanzas útiles en quienes

las lean. Se espera, por lo tanto, que sean publicadas. Si no,

habrán cumplido su propósito primordial de, simplemente,

matar el tiempo libre de alguien que se encontró, de pronto,

en un lugar extraño, sin familiares, con pocos amigos, y sin

actividades suficientes para llenar sus horas de soledad.

Ciudad de Manila, Filipinas.

11

CAPÍTULO I

Carta a un niño

No recuerdo como era el mundo para mí cuando tenía doce

años. Probablemente era claro, simple, sin complicaciones

ni problemas. Sin embargo, para mi padre estaba lleno de

interrogantes y de dudas. Habíamos emigrado de una población

en Antioquia, Jericó, con motivo de la crisis económica

de los años treinta, a una nueva población antioqueña,

en el Valle del Cauca, llamada Sevilla, que quedaba,

como se decía en esa época, “Cauca arriba”. Es decir, más

allá de La Pintada y donde “no existía el diablo”. Habíamos

realizado el viaje a caballo, con toda la familia, a un lugar

completamente nuevo y desconocido. Empezaba la vida, en

realidad, para mí. Pero no pretendo hacer una autobiografía.

Ya vendrá la época, cuando esté más viejo. Ahora lo que

quiero hacer es escribir una carta con algunas reflexiones.

Recuerdo que hace tres años, cuando te pregunté cómo te

había parecido la vida hasta entonces, tu me contestaste:

“Papi, unas veces buena y otras veces mala”. Esa simple y al

mismo tiempo profunda respuesta no la he olvidado. Pare12

ció como si en ese momento supieras tú más de la vida que

yo mismo. Yo quería clasificar la vida, definirla, hacer un

juicio sobre ella y quería saber tu opinión. Probablemente

quería que tú me contestaras, a los nueve años, que tu vida

había sido color de roda. Pero tu respuesta fue distinta, inesperada,

inteligente. La vida no es buena ni mala por sí

misma. Es una mezcla de las dos cosas: “Unas veces buena

y otras veces mala”. Sin embargo, yo había estado trabajando,

siempre, por salvar vidas. Me había dedicado a la salud

pública, con intensidad de fanático, queriendo que nadie

muriera, que nadie se enfermara y que nadie sufriera. Le

daba a la vida un valor en sí misma, una categoría indudable

de cosa buena. Hoy no estoy tan seguro de que ésto sea cierto.

He visto tantas vidas miserables. Sin embargo, cuando

en un asilo de ancianos pregunté a más de veinte de ellas

si hubieran preferido no nacer, todos me contestaron que

no, que preferían, de todas maneras, haber vivido. Una vez

que la vida se conoce,

...

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